jueves, 13 de agosto de 2009

Embarazos Forzados

Señor director:

Respecto de la carta que en PROCESO 1589 firma la señora Gabriela de González, bajo el título De una feliz madre de cuatro hijos, quisiera hacer publico mi desacuerdo.

Respeto el punto de vista de cada persona, pero creo que ella no hace otro tanto al afirmar que en el artículo que Marta Lamas escribió sobre el aborto falta a la ética y la moral.
La señora De González, Marta Lamas y muchos de los lectores que coincidimos con la escritora simplemente tenemos visiones y opiniones diferentes.
Dice la señora Gabriela de González que las mujeres que tienen relaciones sexuales deben asumir la responsabilidad de ese acto, que lleva a un posible embarazo.
Sin embargo, parece no tomar en cuenta situaciones que yo he observado en varios municipios en pobreza extrema. Allí, numerosas mujeres son embarazadas debido a que sus esposos las someten por la fuerza a tener relaciones sexuales o porque los padres abusan de sus hijas, y ellas no se atreven a denunciar los hechos.
¿Sabe usted, señora De González, la desesperación que viven esas mujeres, que no tienen acceso a anticonceptivos ni a otras formas de planificación? Ni siquiera conocen el condón. Además, ¿cree usted que un sujeto violador se va a responsabilizar del acto cometido?
Las niñas o jóvenes de esos lugares que son madres solteras no gozan de los beneficios que tenemos usted yo -servicios de salud, educación, orientación sexual-, desconocen sus derechos y son tratadas como objetos mercantiles y sexuales.
Le recomiendo, señora De González, darse una vuelta por lugares remotos de Chiapas, Oaxaca, Yucatán, o más cerca de usted, por la sierra de Chihuahua, para ver las condiciones en que viven las mujeres. Y tome en cuenta, así mismo, que el embarazo no lo hace sólo la mujer, aunque sólo a ella le responsabiliza usted de la anticoncepción.
Refiere usted que no ha sabido de casos de mujeres que presuman de haber abortado. ¿Se ha preguntado por qué? Hay dos razones en México para no confesarlo abiertamente: el miedo al castigo penal y el estigma sobre la mujer que abortó, que pueda llegar a lo que se llama "la muerte social".
No obstante, déjeme decirle que yo sí he conocido mujeres que han abortado y no tienen pesadillas ni remordimientos, aparte de que jamás se han sometido a una terapia psicológica.
Señora de González, confronte las desigualdades y marginación en que sobreviven miles de mujeres que son embarazadas con violencia e inclusive por familiares. No las juzgue ni las tache de inmorales o irresponsables por realizarse un aborto. Pero, sobre todo, no piense que toda la realidad podrá verla en una página web. (Carta resumida.)

Atentamente
Gabriela Ponce
Guanjuato, Gto.
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Tomado de PROCESO 1591
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