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En el siglo XVIII, un siglo que peleo con tanto fervor por la igualdad entre los hombres no lo hizo para la mujer aunque no estuvo ausente de la Revolución.
Las mujeres del pueblo construyeron barricadas junto a sus hombres, manifestaron su inconformidad en las luchas callejeras, las damas burquesas francesas nutrieron a la Revolución en sus salones y estimularon a sus maridos o amigos en la elaboración de un Nuevo orden social.
Por estas rezones las mujeres se ganaron el nombre de CIUDADANAS. Pero hasta allí, todo intento de las "ciudadanas" por afirmar una verdadera ciudadanía fue sofocado por las leyes de los hombres debido a las costumbres tradicionales.
La tradición milenaria que situaba a la mujer por debajo del hombre que no podia consentir que esa idea se abriera camino fácilmente.
En 1793, una mujer, Rose Lacombe, que había participado en la toma de Las Tullerías, y que presidia la Sociedad de Mujeres Republicanas y Revolucionarias, al entrar acompañada por un grupo de mujeres, al recinto donde se encontraba trabajando el Consejo General de la Revolución fue increpada duramente por el procurador Chaumette:
"¿Desde cuándo se les permite a las mujeres abjurar de su sexo, converitrse en hombres?…. La naturaleza ha dicho a la mujer: sé mujer. Los cuidados de la infancia, los detalles del hogar, las inquietudes de la maternidad, esos son tus trabajos".
Se prohibió entonces a las mujeres la entrada al Consejo y poco después se clausuraron los clubes femeninos. Al tiempo que varias mujeres revolucionarias iban a la guillotina: Olympia de Gouges, autora de la "Déclaration des Droits de la Femme et de la Citoyenne", (Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana), que debía ser paralela a la Declaración de los Derechos del Hombre, ya que esta última no incluía a la mujer, fue condenada a muerte por Robespierre en 1793.
Otra revolucionaria de nombre Rolland, que pertenecía a la Sociedad Fraternal de Patriotas de Ambos Sexos también fue enviada a la gillotina.
Sin embargo, algo ganó la mujer con la Revolución Francesa: se suprimió el derecho de primogenitura y el privilegio de la masculinidad en la herencia. La ley establecia el divorcio favorable a la mujer, aunque su aplicación era tan difícil que casi no llegó a beneficiarla.
Otras escasas concesiones establecidas por las leyes de la Revolución fueron abolidas por el código Napolelónico, que establecía que la mujer tlenia la condición de menor de edad, con lo cual se le privóde su calidad de ciudadana quedando legalmente excluida de toda función pública.
La corriente feminista producto de la Revolución Francesa se diluyó no solo por el espiritú reaccionario de la Europa posnapoleónica, sino por la mentalidad romántica que exaltaba en la mujer los aspectos que más aparentemente se oponen a lo masculino: la mujer debe ser débil, dulce, dócil y bella, de una belleza frágil y delicada.
Aquella que luchaba por la igualdad no era considerada mujer: se suponía de antemano que debía ser fea y desdeñada por los hombres, una resentida que no merecía el amor.
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