B0107 09B 11
Ku Klux Klan (KKK) es el nombre que han adoptado varias organizaciones de extrema derecha en Estados Unidos, creadas en el siglo XIX, inmediatamente después de la Guerra de Secesión, y que promueven principalmente la xenofobia, así como la supremacía de la raza blanca, homofobia, el antisemitismo, racismo, anticomunismo, y el anticatolicismo.
Con frecuencia, estas organizaciones han recurrido al terrorismo, la violencia y actos intimidatorios como la quema de cruces, para oprimir a sus víctimas.
La primera encarnación del Klan fue fundada a finales de 1865 por veteranos después de la Guerra de Secesión, quisieron resistirse a la Reconstrucción.
La organización adoptó rápidamente métodos violentos para conseguir sus fines.
Sin embargo, hubo una reacción que en poco tiempo llevó a la organización al declive, pues las élites sureñas veían al Klan como un pretexto para que las tropas federales estuvieran activas en los Estados del Sur.
El KKK fue formalmente disuelto en 1870 por el Presidente republicano Ulysses S. Grant, a través del Acta de derechos civiles de 1871 (conocida como "El Acta Ku-Klux Klan").
En 1915 se fundó una nueva asociación que utilizaba el mismo nombre, inspirada por el poder que tenían los medios de comunicación de masas.
La película El nacimiento de una nación, y el antisemitismo mostrado en las crónicas periodísticas del juicio y linchamiento del asesino Leo Frank, contribuyeron a dicha inspiración.
El segundo KKK fue una organización más formal, con membresía registrada y con una estructura estatal y nacional.
El número de miembros llegó a ser de 4 a 5 millones.
La popularidad del Klan comenzó a caer en la Gran depresión de 1929, y durante la Segunda Guerra Mundial, ya que algunos miembros destacados del Klan protagonizaron escándalos por apoyar a la Alemania nazi.
Desde entonces, varias agrupaciones diferentes han utilizado el nombre, incluyendo a las que se oponían al Acta de Derechos Civiles, y a la de segregación en las décadas de 1950 y 1960.
Algunos miembros de estas organizaciones llegaron a ser condenados por diversos crímenes.
Aunque docenas de organizaciones emplean hoy todo o parte del nombre en sus títulos, la membresía real se estima en unos cuantos miles.
Estos grupos, con operaciones separadas en pequeñas unidades aisladas, son considerados grupos de odio extremo.
El KKK moderno ha sido repudiado por los medios de comunicación de masas y líderes políticos y religiosos de Estados Unidos.
En los años 1940 el activista Stetson Kennedy se infiltró en la organización haciendo desvelar secretos del mismo a las autoridades y forzando a eliminarse como asociación nacional.
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martes, 29 de noviembre de 2011
lunes, 21 de noviembre de 2011
La Mujer en México
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Denise Dresser
Mi información preferida en un estudio reciente sobre el género en la Univesidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es la sección donde dice que el promedio de calificación de las mujeres es superior al de los hombres.
O aquella parte donde se afirma que su eficiencia para terminar la licenciatura es mayor.
Estudio tras estudio revela que las mujeres suelen ser mejores estudiantes que los hombres.
Quizá -al leer esto- piensen que no me gustan los hombres.
Eso no es cierto.
Estoy casada con un hombre y sé que nuestros dos hijos , algún día se harán hombres.
Mi padre fue hombre.
Algunos de mis mejores amigos son hombres.
En México hay algunos muy distinguidos.
Sencillamente creo que las mujeres son superiores a los hombres.
Bueno, ya "lo escribí". Allí está.
Es el negro y oscuro secreto que no he querido revelar, pero con el cual cargo.
Y se supone que no debemos hablar así porque en los viejos tiempos los hombres solían repetir que las mujeres éramos "superiores".
Y lo que en realidad querían decir es que éramos demasiado "maravillosas" para entrar a las universidades, ser presidentas, participar en el gobierno, decidir sobre nuestros propios cuerpos o influir en los temas importantes acerca del futuro del país.
Y obviamente esto no es lo que quiero sugerir, sino todo lo contrario.
La inherente superioridad de las mujeres no viene al pensar en las universitarias de México.
La historia con frecuencia se escribe en terminos de invenciones y eventos e ideas revolucionarias.
Pero es esencialmente la historia de personas, de individuos, de mujeres que antes no asistían a la Universidad y ahora -52% -, pueblan sus aulas.
Esas mujeres que cargan consigo la promesa de ser extraordinarias, son mucho mejores de lo que yo lo era a su edad.
Más interesantes, más seguras, major educadas, más creativas, y de alguna manera, menos temerosas.
Las que hemos llegado hasta aquí podemos decir con una pizca de orgullo que éste es el México que hemos contribuido a crear.
Un país más abierto más libres.
Donde las mujeres han crecido viendo y entendiendo que son tan capaces como los hombres sentados a su lado.
Donde saben que sus opciones no son solo ser secretarias o mamas o monjas.
Donde entienden que su vida puede estar definida por su talento y no por su género.
Y todo esto es bueno no solo porque satisface demandas milenarias de justicia, sino porque también despierta el reto de la generosidad con aquellas que no tienen la fortuna de no compartir la situación privilegiada de las mujeres mexicanas, con educación universitaria y una profesión exigente y rica.
Exige el compromiso de las hijas de la pluralidad, la democratización, la tolerancia y el avance con quienes aún no gozan de sus frutos.
Y por eso es importante que abramos los ojos ante el país en el que vivimos.
A ese país habitado por millones de mujeres mexicanas que se levantan al alba a prender la estufa, a preparar el desayuno, a remojar el arroz, a planchar los pantalónes, a terminar la trenza, a correr detrás del camión, a trabajar donde puedan y donde les paguen por hacerlo.
El país de muchas mujeres que duermen poco porque cargan con mucho.
Mantienen al universo en orden.
Son pegamento, aceite, ungüento y bálsamo.
Son factor de cambio social.
De allí la importancia de darles más oportunidades, de darles más recursos, de educarlas más de siete años en promedio, hablo de empujar para que llegen a posiciones de mando en las universidades, en las fábricas, en las compañias, en el Congreso y en el país.
En pocas palabras, se trata de reconocer a las mujeres como ciudadanas competentes: con cerebro y útero con manos y pies, con capacidad para cambiar el destino del país y la responsabilidad de reinventarlo.
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Yo creo que las mujeres pueden lograr cosas extraordianrias.
Personas que pelean por los derechos de quienes ni siquiera saben que los tienen.
Defensoras de derechos humanos a lo largo del país, defendiendo la humanidad esencial de quienes la han perdido y ayudándolos a recuperarla.
Yo creo que mientras existan mujeres así -encendidas, comprometidas, preocupadas- el contagio continuará, poco a poco, y a empujones como todo lo que vale la pena.
Al final, creo que todo ser humano tiene derecho a ser valorado y escuchado.
El derecho de "convertirse en lo que se es", como diría Rosario Castellanos.
El derecho a formar parte de un grupo cada vez más grande de mujeres que derriban las paredes de su celda.
Que estremecen los cimientos de lo establecido.
Que alzan la voz contra el país de espectadores.
Que logran la realización de lo auténtico.
Mujer y cerebro.
Mujer y corazón.
Mujer y madre.
Mujer y esposa.
Mujer y profesionsita.
Mujer y ciudadana.
Mujer y ser humano.
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Denise Dresser
Mi información preferida en un estudio reciente sobre el género en la Univesidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es la sección donde dice que el promedio de calificación de las mujeres es superior al de los hombres.
O aquella parte donde se afirma que su eficiencia para terminar la licenciatura es mayor.
Estudio tras estudio revela que las mujeres suelen ser mejores estudiantes que los hombres.
Quizá -al leer esto- piensen que no me gustan los hombres.
Eso no es cierto.
Estoy casada con un hombre y sé que nuestros dos hijos , algún día se harán hombres.
Mi padre fue hombre.
Algunos de mis mejores amigos son hombres.
En México hay algunos muy distinguidos.
Sencillamente creo que las mujeres son superiores a los hombres.
Bueno, ya "lo escribí". Allí está.
Es el negro y oscuro secreto que no he querido revelar, pero con el cual cargo.
Y se supone que no debemos hablar así porque en los viejos tiempos los hombres solían repetir que las mujeres éramos "superiores".
Y lo que en realidad querían decir es que éramos demasiado "maravillosas" para entrar a las universidades, ser presidentas, participar en el gobierno, decidir sobre nuestros propios cuerpos o influir en los temas importantes acerca del futuro del país.
Y obviamente esto no es lo que quiero sugerir, sino todo lo contrario.
La inherente superioridad de las mujeres no viene al pensar en las universitarias de México.
La historia con frecuencia se escribe en terminos de invenciones y eventos e ideas revolucionarias.
Pero es esencialmente la historia de personas, de individuos, de mujeres que antes no asistían a la Universidad y ahora -52% -, pueblan sus aulas.
Esas mujeres que cargan consigo la promesa de ser extraordinarias, son mucho mejores de lo que yo lo era a su edad.
Más interesantes, más seguras, major educadas, más creativas, y de alguna manera, menos temerosas.
Las que hemos llegado hasta aquí podemos decir con una pizca de orgullo que éste es el México que hemos contribuido a crear.
Un país más abierto más libres.
Donde las mujeres han crecido viendo y entendiendo que son tan capaces como los hombres sentados a su lado.
Donde saben que sus opciones no son solo ser secretarias o mamas o monjas.
Donde entienden que su vida puede estar definida por su talento y no por su género.
Y todo esto es bueno no solo porque satisface demandas milenarias de justicia, sino porque también despierta el reto de la generosidad con aquellas que no tienen la fortuna de no compartir la situación privilegiada de las mujeres mexicanas, con educación universitaria y una profesión exigente y rica.
Exige el compromiso de las hijas de la pluralidad, la democratización, la tolerancia y el avance con quienes aún no gozan de sus frutos.
Y por eso es importante que abramos los ojos ante el país en el que vivimos.
A ese país habitado por millones de mujeres mexicanas que se levantan al alba a prender la estufa, a preparar el desayuno, a remojar el arroz, a planchar los pantalónes, a terminar la trenza, a correr detrás del camión, a trabajar donde puedan y donde les paguen por hacerlo.
El país de muchas mujeres que duermen poco porque cargan con mucho.
Mantienen al universo en orden.
Son pegamento, aceite, ungüento y bálsamo.
Son factor de cambio social.
De allí la importancia de darles más oportunidades, de darles más recursos, de educarlas más de siete años en promedio, hablo de empujar para que llegen a posiciones de mando en las universidades, en las fábricas, en las compañias, en el Congreso y en el país.
En pocas palabras, se trata de reconocer a las mujeres como ciudadanas competentes: con cerebro y útero con manos y pies, con capacidad para cambiar el destino del país y la responsabilidad de reinventarlo.
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Yo creo que las mujeres pueden lograr cosas extraordianrias.
Personas que pelean por los derechos de quienes ni siquiera saben que los tienen.
Defensoras de derechos humanos a lo largo del país, defendiendo la humanidad esencial de quienes la han perdido y ayudándolos a recuperarla.
Yo creo que mientras existan mujeres así -encendidas, comprometidas, preocupadas- el contagio continuará, poco a poco, y a empujones como todo lo que vale la pena.
Al final, creo que todo ser humano tiene derecho a ser valorado y escuchado.
El derecho de "convertirse en lo que se es", como diría Rosario Castellanos.
El derecho a formar parte de un grupo cada vez más grande de mujeres que derriban las paredes de su celda.
Que estremecen los cimientos de lo establecido.
Que alzan la voz contra el país de espectadores.
Que logran la realización de lo auténtico.
Mujer y cerebro.
Mujer y corazón.
Mujer y madre.
Mujer y esposa.
Mujer y profesionsita.
Mujer y ciudadana.
Mujer y ser humano.
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miércoles, 9 de noviembre de 2011
Flores Antirradiación
5137 9C7 11
Fue descubierta en Japón una planta silvestre capaz de detectar las radiaciones nucleares, y ya se le está utilizando en los alrededores de los reactores atómicos para delatar posibles fugas.
Los pétalos de esta planta cambian de color -de azul a rosado- al recibir una dosis pequeñas de radiaciones, y como estos a efectos son acumulables, el vegetal resulta más confiable que los docímetros, dispositivos electrónicos que solamente miden la cantidad de radiación promedio.
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Fue descubierta en Japón una planta silvestre capaz de detectar las radiaciones nucleares, y ya se le está utilizando en los alrededores de los reactores atómicos para delatar posibles fugas.
Los pétalos de esta planta cambian de color -de azul a rosado- al recibir una dosis pequeñas de radiaciones, y como estos a efectos son acumulables, el vegetal resulta más confiable que los docímetros, dispositivos electrónicos que solamente miden la cantidad de radiación promedio.
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Indignación Selectiva
D9475 07A 17
Egon Friedler
Felizmente el Campeonato Mundial de Fútbol en Africa del Sur transcurrió sin ningún atentado espectacular.
Ningún terrorista suicida se lanzó contra ninguno de los estadios en los que se desarrollaron los partidos.
Sin embargo, el campeonato tuvo su brutal e inesperada secuela de terror y barbarie en otro país africano: Uganda.
Terroristas islamistas del grupo somali Shabaab vinculados a al-Qaeda reconocieron la autoría de dos atentados que dejaron 74 muertos y decenas de heridos en un restaurante muy concurrido y en un club de rugby.
Ambos ataques se realizaron mientras las víctimas contemplaban el partido entre Holanda y España por la definición del Mundial.
Sin duda, los atentados fueron una reacción contra la ayuda prestada por tropas de Uganda y de Burundi al gobierno de Somalia acosado por una insurrección de los islamistas radicales.
Pero también tuvieron que ver con la aversión de los terroristas islámicos al más popular deporte en el mundo.
Los islamistas dejaron muy claro que prohibían ver el fútbol en la zona de Somalia que está bajo su control porque es “anti-islámico” y en la capital, Mogadicio, días antes del ataque en Kampala, dos militantes armados irrumpieron en una casa en la que un grupo de personas estaba viendo el partido entre Nigeria y Argentina y asesinaron a dos personas.
Un vocero del grupo islamista, el jeque Mohamed Abdi Aros explicó que el fútbol es una herencia de infieles primitivos por lo que los musulmanes auténticos nunca aceptarían que la gente lo mire.
¿Extravagancias de un puñado de extremistas? ¿Una locura aislada que no representa para nada al Islam, cuya naturaleza es esencialmente pacífica?
Lamentablemente, un rastreo de las opiniones de clérigos musulmanes en los numerosos lugares en Internet que monitorean la prensa y la televisión de los países musulmanes demuestra otra cosa.
Un Comité dedicado a la emisión de fatwas decretó que la Copa del Mundo era algo prohibido para los musulmanes porque se ganan premios y de esta manera se fomenta el juego.
Para el jeque Abu Huraira, los únicos tipos de competencia permitidos a los musulmanes con autorización de Mahoma son el tiro de arco y las carreras de caballos y de camellos.
La razón por la cual los musulmanes podían practicar ambos juegos es porque sirven para la guerra y la jihad (guerra santa).
Respondiendo a una pregunta de un televidente sobre si estaba permitido ver los juegos del Mundial, el jeque Abu Ishak al-Huwainy dijo que no.
El profeta del Islam, dijo el jeque, solo permitió a los hombres musulmanes dos formas de placer: podían disfrutar de sus mujeres y sus caballos.
El placer con la mujer estaba referido al sexo mientras el disfrute con los caballos estaba relacionado con la guerra y la jihad.
El jeque Yusuf Hamad dijo en su show en la TV que ver el Mundial de fútbol contradice el importante principio islámica de Al Wala Wal Bara.
“Wala” significa establecer vínculos con musulmanes y Bara significa apartarse de los infieles.
Los partidarios del fútbol musulmanes podrían incurrir en una muy indeseable admiración por jugadores infieles lo que no está permitido en el Islam.
Los musulmanes debían “amar a otros musulmanes por la fe de Alá” y “odiar a los infieles por la fe de Alá”.
Otro predicador, Abu Tallah, dijo con lágrimas en los ojos, que lo peor del Mundial es que la juventud musulmana podía llegar a admirar a jugadores infieles, inmorales y enemigos de Dios.
Asimismo explicó que el fútbol es un juego occidental y que los musulmanes debían oponerse a todo lo que sea occidental.
Por su parte, el jeque Yusuf al-Ahmad sentenció que a los musulmanes les está prohibido ver fútbol porque es una conspiración judeo-sionista.
Explicó durante un debate sobre el Mundial que los Protocolos de los Sabios de Sion enseñan a los musulmanes que los judíos constantemente tejen intrigas contra ellos.
Según su singular punto de vista, los judíos estaban determinados a ganar la competencia a cualquier costo y esto es lo que ha sucedido en el campeonato mundial.
Por su parte, algunos estudiosos shiítas explicaron sus motivos particulares para odiar el fútbol.
Según la tradición shiíta, después de que los sunnitas mataron al nieto de Mahoma, Hussein durante la batalla de Karbala en el año 640 E.C. lo decapitaron y jugaron con su cabeza como si fuera una pelota.
Toda esta tontería fundamentalista contra este gran acto deportivo que enaltece a la humanidad, no produjo reacciones y a pesar de todo el entusiasmo por la gran competencia internacional en todo el mundo, nadie se enojó demasiado con los asesinos de los hinchas de Somalia y de Uganda.
No hubo manifestaciones de masas.
Ni lluvias de declaraciones de instituciones deportivas o humanitarias.
Algo muy distinto a lo ocurrido con el incidente de la flotilla turca destinada a quebrar el bloqueo israelí a Gaza, interviniendo con una acción bélica en un conflicto bélico.
Nadie hizo las cuentas ni se dio cuenta que 74 muertos son más que 9.
Indudablemente vivimos en un mundo de indignaciones selectivas, en el que los ganadores son los que saben manipular la indignación.
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Egon Friedler
Felizmente el Campeonato Mundial de Fútbol en Africa del Sur transcurrió sin ningún atentado espectacular.
Ningún terrorista suicida se lanzó contra ninguno de los estadios en los que se desarrollaron los partidos.
Sin embargo, el campeonato tuvo su brutal e inesperada secuela de terror y barbarie en otro país africano: Uganda.
Terroristas islamistas del grupo somali Shabaab vinculados a al-Qaeda reconocieron la autoría de dos atentados que dejaron 74 muertos y decenas de heridos en un restaurante muy concurrido y en un club de rugby.
Ambos ataques se realizaron mientras las víctimas contemplaban el partido entre Holanda y España por la definición del Mundial.
Sin duda, los atentados fueron una reacción contra la ayuda prestada por tropas de Uganda y de Burundi al gobierno de Somalia acosado por una insurrección de los islamistas radicales.
Pero también tuvieron que ver con la aversión de los terroristas islámicos al más popular deporte en el mundo.
Los islamistas dejaron muy claro que prohibían ver el fútbol en la zona de Somalia que está bajo su control porque es “anti-islámico” y en la capital, Mogadicio, días antes del ataque en Kampala, dos militantes armados irrumpieron en una casa en la que un grupo de personas estaba viendo el partido entre Nigeria y Argentina y asesinaron a dos personas.
Un vocero del grupo islamista, el jeque Mohamed Abdi Aros explicó que el fútbol es una herencia de infieles primitivos por lo que los musulmanes auténticos nunca aceptarían que la gente lo mire.
¿Extravagancias de un puñado de extremistas? ¿Una locura aislada que no representa para nada al Islam, cuya naturaleza es esencialmente pacífica?
Lamentablemente, un rastreo de las opiniones de clérigos musulmanes en los numerosos lugares en Internet que monitorean la prensa y la televisión de los países musulmanes demuestra otra cosa.
Un Comité dedicado a la emisión de fatwas decretó que la Copa del Mundo era algo prohibido para los musulmanes porque se ganan premios y de esta manera se fomenta el juego.
Para el jeque Abu Huraira, los únicos tipos de competencia permitidos a los musulmanes con autorización de Mahoma son el tiro de arco y las carreras de caballos y de camellos.
La razón por la cual los musulmanes podían practicar ambos juegos es porque sirven para la guerra y la jihad (guerra santa).
Respondiendo a una pregunta de un televidente sobre si estaba permitido ver los juegos del Mundial, el jeque Abu Ishak al-Huwainy dijo que no.
El profeta del Islam, dijo el jeque, solo permitió a los hombres musulmanes dos formas de placer: podían disfrutar de sus mujeres y sus caballos.
El placer con la mujer estaba referido al sexo mientras el disfrute con los caballos estaba relacionado con la guerra y la jihad.
El jeque Yusuf Hamad dijo en su show en la TV que ver el Mundial de fútbol contradice el importante principio islámica de Al Wala Wal Bara.
“Wala” significa establecer vínculos con musulmanes y Bara significa apartarse de los infieles.
Los partidarios del fútbol musulmanes podrían incurrir en una muy indeseable admiración por jugadores infieles lo que no está permitido en el Islam.
Los musulmanes debían “amar a otros musulmanes por la fe de Alá” y “odiar a los infieles por la fe de Alá”.
Otro predicador, Abu Tallah, dijo con lágrimas en los ojos, que lo peor del Mundial es que la juventud musulmana podía llegar a admirar a jugadores infieles, inmorales y enemigos de Dios.
Asimismo explicó que el fútbol es un juego occidental y que los musulmanes debían oponerse a todo lo que sea occidental.
Por su parte, el jeque Yusuf al-Ahmad sentenció que a los musulmanes les está prohibido ver fútbol porque es una conspiración judeo-sionista.
Explicó durante un debate sobre el Mundial que los Protocolos de los Sabios de Sion enseñan a los musulmanes que los judíos constantemente tejen intrigas contra ellos.
Según su singular punto de vista, los judíos estaban determinados a ganar la competencia a cualquier costo y esto es lo que ha sucedido en el campeonato mundial.
Por su parte, algunos estudiosos shiítas explicaron sus motivos particulares para odiar el fútbol.
Según la tradición shiíta, después de que los sunnitas mataron al nieto de Mahoma, Hussein durante la batalla de Karbala en el año 640 E.C. lo decapitaron y jugaron con su cabeza como si fuera una pelota.
Toda esta tontería fundamentalista contra este gran acto deportivo que enaltece a la humanidad, no produjo reacciones y a pesar de todo el entusiasmo por la gran competencia internacional en todo el mundo, nadie se enojó demasiado con los asesinos de los hinchas de Somalia y de Uganda.
No hubo manifestaciones de masas.
Ni lluvias de declaraciones de instituciones deportivas o humanitarias.
Algo muy distinto a lo ocurrido con el incidente de la flotilla turca destinada a quebrar el bloqueo israelí a Gaza, interviniendo con una acción bélica en un conflicto bélico.
Nadie hizo las cuentas ni se dio cuenta que 74 muertos son más que 9.
Indudablemente vivimos en un mundo de indignaciones selectivas, en el que los ganadores son los que saben manipular la indignación.
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