miércoles, 9 de noviembre de 2011

Indignación Selectiva

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Egon Friedler

Felizmente el Campeonato Mundial de Fútbol en Africa del Sur transcurrió sin ningún atentado espectacular.
Ningún terrorista suicida se lanzó contra ninguno de los estadios en los que se desarrollaron los partidos.
Sin embargo, el campeonato tuvo su brutal e inesperada secuela de terror y barbarie en otro país africano: Uganda.
Terroristas islamistas del grupo somali Shabaab vinculados a al-Qaeda reconocieron la autoría de dos atentados que dejaron 74 muertos y decenas de heridos en un restaurante muy concurrido y en un club de rugby.
Ambos ataques se realizaron mientras las víctimas contemplaban el partido entre Holanda y España por la definición del Mundial.
Sin duda, los atentados fueron una reacción contra la ayuda prestada por tropas de Uganda y de Burundi al gobierno de Somalia acosado por una insurrección de los islamistas radicales.
Pero también tuvieron que ver con la aversión de los terroristas islámicos al más popular deporte en el mundo.
Los islamistas dejaron muy claro que prohibían ver el fútbol en la zona de Somalia que está bajo su control porque es “anti-islámico” y en la capital, Mogadicio, días antes del ataque en Kampala, dos militantes armados irrumpieron en una casa en la que un grupo de personas estaba viendo el partido entre Nigeria y Argentina y asesinaron a dos personas.
Un vocero del grupo islamista, el jeque Mohamed Abdi Aros explicó que el fútbol es una herencia de infieles primitivos por lo que los musulmanes auténticos nunca aceptarían que la gente lo mire.

¿Extravagancias de un puñado de extremistas? ¿Una locura aislada que no representa para nada al Islam, cuya naturaleza es esencialmente pacífica?

Lamentablemente, un rastreo de las opiniones de clérigos musulmanes en los numerosos lugares en Internet que monitorean la prensa y la televisión de los países musulmanes demuestra otra cosa.
Un Comité dedicado a la emisión de fatwas decretó que la Copa del Mundo era algo prohibido para los musulmanes porque se ganan premios y de esta manera se fomenta el juego.
Para el jeque Abu Huraira, los únicos tipos de competencia permitidos a los musulmanes con autorización de Mahoma son el tiro de arco y las carreras de caballos y de camellos.
La razón por la cual los musulmanes podían practicar ambos juegos es porque sirven para la guerra y la jihad (guerra santa).
Respondiendo a una pregunta de un televidente sobre si estaba permitido ver los juegos del Mundial, el jeque Abu Ishak al-Huwainy dijo que no.
El profeta del Islam, dijo el jeque, solo permitió a los hombres musulmanes dos formas de placer: podían disfrutar de sus mujeres y sus caballos.
El placer con la mujer estaba referido al sexo mientras el disfrute con los caballos estaba relacionado con la guerra y la jihad.
El jeque Yusuf Hamad dijo en su show en la TV que ver el Mundial de fútbol contradice el importante principio islámica de Al Wala Wal Bara.
“Wala” significa establecer vínculos con musulmanes y Bara significa apartarse de los infieles.
Los partidarios del fútbol musulmanes podrían incurrir en una muy indeseable admiración por jugadores infieles lo que no está permitido en el Islam.
Los musulmanes debían “amar a otros musulmanes por la fe de Alá” y “odiar a los infieles por la fe de Alá”.
Otro predicador, Abu Tallah, dijo con lágrimas en los ojos, que lo peor del Mundial es que la juventud musulmana podía llegar a admirar a jugadores infieles, inmorales y enemigos de Dios.
Asimismo explicó que el fútbol es un juego occidental y que los musulmanes debían oponerse a todo lo que sea occidental.
Por su parte, el jeque Yusuf al-Ahmad sentenció que a los musulmanes les está prohibido ver fútbol porque es una conspiración judeo-sionista.
Explicó durante un debate sobre el Mundial que los Protocolos de los Sabios de Sion enseñan a los musulmanes que los judíos constantemente tejen intrigas contra ellos.
Según su singular punto de vista, los judíos estaban determinados a ganar la competencia a cualquier costo y esto es lo que ha sucedido en el campeonato mundial.
Por su parte, algunos estudiosos shiítas explicaron sus motivos particulares para odiar el fútbol.
Según la tradición shiíta, después de que los sunnitas mataron al nieto de Mahoma, Hussein durante la batalla de Karbala en el año 640 E.C. lo decapitaron y jugaron con su cabeza como si fuera una pelota.
Toda esta tontería fundamentalista contra este gran acto deportivo que enaltece a la humanidad, no produjo reacciones y a pesar de todo el entusiasmo por la gran competencia internacional en todo el mundo, nadie se enojó demasiado con los asesinos de los hinchas de Somalia y de Uganda.
No hubo manifestaciones de masas.
Ni lluvias de declaraciones de instituciones deportivas o humanitarias.
Algo muy distinto a lo ocurrido con el incidente de la flotilla turca destinada a quebrar el bloqueo israelí a Gaza, interviniendo con una acción bélica en un conflicto bélico.
Nadie hizo las cuentas ni se dio cuenta que 74 muertos son más que 9.
Indudablemente vivimos en un mundo de indignaciones selectivas, en el que los ganadores son los que saben manipular la indignación.
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