lunes, 27 de febrero de 2012

Biografía (San Cosme y San Damián)

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Cosme y Damián, hermanos gemelos, hijos de madre cristiana, originarios de Egea, en Arabia, vivieron en Silicia en el siglo III.
Sus nombres proceden, ambos, del griego: Cosme de kosmas (“ordenado”) y Damián de damianos (“domador”).
Ambos estudiaron medicina en Siria y de allí regresaron a su tierra natal, en donde prodigaban sus cuidados a los enfermos sin percibir honorarios, respetando el mandamiento del Señor que dice “Pues habéis recibido gratuitamente, dad gratuitamente”, por lo cual recibieron el apelativo deanargiras (del griego “sin plata”).
Abandonaron el hogar paterno y recorrieron múltiples regiones, algunas colmadas de peligros, en busca de enfermos a quienes sanar, sin exigirles estipendio alguno, como no fuera la gratitud.
Gracias al poder de hacer milagros las curaciones que hacía eran admirables, devolviendo la vista a los ciegos, el oído a los sordos, la marcha a los paralíticos, se les invocaba contra la peste, los males de riñones, cálculos y moquillo. Pero también aliviaban males del alma, proporcionando a sus pacientes alegría, ánimo, expulsando demonios de los poseídos.
La fama de estos médicos llegó a oídos del procónsul Lisias quien quiso conocerlos; al saber que eran cristianos, el mandatario les exigió practicar sacrificios a los ídolos para que renegaran de su fe de cristianos.
Como ambos rehusaron caer en el pecado, aquél los condenó a muerte.
No obstante los verdugos no lograron ahogarlos en el mar, ni quemarlos vivos en la hoguera, ni descuartizarlos: las piedras que les lanzaban se devolvían en el aire, las flechas no los alcanzaban y los potros donde los torturaban se rompían.
Ante su fracaso, Lisias ordenó decapitarlos al amanecer del día 5 de las Calendas de Octubre (o sea el 27 de septiembre de 287 después de Cristo) en la ciudad de Ciro, Siria, durante la persecución a los cristianos desatada por el Emperador Diocleciano.
La muerte no hizo cesar los milagros atribuidos a los santos mártires y así se logró la curación de un mal incurable que padecía el Emperador Justiniano que invocó su intercesión.
En agradecimiento hizo embellecer y fortificar la ciudad de Ciro donde reposaban sus restos y mandó construir una basílica dedicada a los hermanos, en Constantinopla.
Eran ampliamente venerados en Occidente y en Oriente (especialmente en Constantinopla). San Benito les consagró en Subiaco uno de los doce monasterios fundados por él.
A las reliquias de los santos depositadas por san Gregorio en la iglesia de Saint-Martin de Tours (Francia) traídas de Roma, se atribuyen numerosos milagros. Tienen su fiesta el 27 de septiembre. El culto de los santos se introdujo en Roma gracias al florecimiento del comercio con Oriente.
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