sábado, 10 de noviembre de 2012

Pensamientos en torno al Juego Ciencia




         He hecho una recopilación de conceptos, en torno al ajedrez, vertidos por 18 personas de valía.
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          La Bruyère:

         "¿Qué diría yo del espíritu del juego? ¿Podría alguien definírmelo? ¿No se necesita previsión, agudeza o habilidad para jugar al tresillo o al ajedrez? Y si se necesita, ¿por qué se ven imbéciles que sobresalen en estos juegos y preclaros genios que no alcanzan ni la mediocridad?".
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          Goethe:

         "El ajedrez es una piedra de toque para la inteligencia".
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          Cervantes en su obra "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha":

         "¡Brava comparación!, dijo Sancho, aunque no tan nueva que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio y, en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y  barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura."
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          Góngora:

         "Dicen que hay casas de                fama
         Como ajedrez en valor,
         Aun cualquier pieza menor
         Entrando llega a ser dama;
         Entra moza y sale ama,
         Y tal, que sin ser Dios            cría
         Si antes villano tañía,
         Allí aprende saltarén,
         Y dicen bien."
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          Leibnitz dijo en alguna ocasión:

         "El ajedrez es demasiado juego para ser una ciencia y demasiado ciencia para ser un juego".
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          Lope de Vega en su obra "La dama boba":

         "Un disparate pintoresco
         maravilloso de esbeltez,
         el arabesco
         del caballo de ajedrez".
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          P. J. Feijoo en su obra "Cartas eruditas y curiosas":

         "¿Qué me diréis del juego de ajedrez? preguntó Gaspar Pallevicino, a lo que Federico respondió: 'Es un juego gentil y agudo, y un buen pasatiempo aunque le hallo una sola falta, y es que puede ser perjudicial saber jugarlo bien, por que para ello habría que gastar mucho tiempo y dedicarle tanto estudio como a cualquier otra ciencia y a fin de cuentas no alcanzaría más que ser excelente en un juego'".
         "Concluyo diciendo que, si los grados de destreza en jugar correspondiesen a los de entendimiento, los grandes jugadores de ajedrez serían los mayores ingenios del mundo, y aquel hombrecillo calabrés, llamado Joaquino Greco, que se hizo admirar por todas partes por su eminencia en el manejo de aquél laberinto de piezas de varios movimientos, sería, por lo menos, igual en discurso a los Leibnizes y a los Newtons. Pero, ¿en qué otra cosa dio muestra de tener algún particular talento? La gran dificultad de este juego consiste únicamente en la multitud de combinaciones que es menester tener presentes para determinar el movimiento de tal o cual pieza; y esta presencia de multitud de combinaciones no depende del ingenio sino de la facultad que llamó atención extensiva, en la cual cabe mucho más y menos. Lo mismo, a proporción, sucede en el juego de las damas, aunque es la complicación de combinaciones mucho menor. Y bien lejos de pedir mucho ingenio, este juego, puedo asegurar que el mayor jugador de damas que he conocido, era y es de muy limitado discurso."
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          Miguel de Unamuno en su obra "Contra esto y aquello":

         "El ajedrez es importante. Es una gimnasia mental, es un noble y un impar vehículo de prestigio".
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          Mme. De Sevigné de su obra "Fragmentos epistolares":

         "Este caballero me ha dicho que, a veces, vos jugáis al ajedrez; yo estoy loca por este juego; daría mucho dinero para saberlo solamente como mi hijo o como vos. Es el más hermoso y el más racional de todos los juegos: el azar no interviene en él; uno se censura y se aplaude; se tiene la felicidad en la cabeza... Estaré muy avergonzada y humillada si no llego, por lo menos, a alcanzar una fuerza mediana. En Pomponne, durante el desgraciado viaje que hice allí, todo el mundo jugaba al ajedrez'; hombres, mujeres, niños..."
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          Jean Ghéhenno en su libro "Jean-Jacques":

         "El hombre ambiciona la superioridad hasta en las cosas más pequeñas. J. J. Rousseau, que me ganaba siempre al ajedrez, me negaba una ventaja que igualara más la partida. "¿Sufría perdiendo?, me decía. "No -le respondía yo-, pero me defendería mejor y vos gozaríais más. " "Puede ser -replicaba-, pero dejemos las cosas como están.'".
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          Honoré de Balzac en "Epistolario":

         "He prometido trabajar para olvidar y me he encontrado a W... jugando al ajedrez y reviviendo este noble y sublime rostro pensativo que medita un mate, ¡Oh, atardeceres dichosos!"
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          Napoleón Bonaparte decía:

         "El ajedrez es un juego sin par, regio e imperial".
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          Luis VI:

         En el año 1119 los franceses fueron derrotados en la Batalla de Brenneville por el ejército inglés que perseguía implacablemente al enemigo huyendo en desbandada.
         Un inglés asió por la brida el caballo de Luis VI gritando:
         -¡El rey está preso!
         El monarca le respondió:
         -¿No sabes que ni siquiera en el ajedrez se puede capturar al rey?
         Y mientras esto decía asentó tal golpe con la maza al soldado inglés, que lo dejó muerto en el acto.
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          Ramón y Cajal en su obra "Recuerdos de mi vida":

         "No; no es esa sociedad la que debemos promover, sino otra más íntima, más espiritual, más comunicativa. Es comunión, comunión de ideas y sentimientos, no sociabilidad lo que nos hace falta. Un club ajedrecista es lo más opuesto a una iglesia cualquiera, a un centro de comunión espiritual. El ajedrez puede llegar a ser uno de los medios de juntarse las personas sin comprometer, en esta junta, sus almas".
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          León Tolstoi:

         "Compadezco al que no conoce el ajedrez. Causa ya alegría al aprendiz; al veterano le lleva al sumo placer..."
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          Stefan Sweig en su obra "El jugador de ajedrez":

         "En mi necia vanidad, llegué a jugar 4 partidas simultáneas, defendidas por sendos campeones, amén de numerosos mirones que discutían prolijamente las consecuencias de cada jugada. Partida hubo que duró 2 ó 3 días. En mi empeño de lucirme a toda costa, y confiando en mi pasadera memoria visual, llegué a jugar sin mirar al tablero... Escusado es decir que adquirí cuentos   cuantos libros del aristocrático  a  aristocrático recreo llegaron a mis manos y hasta caí en la inocencia de enviar a las ilustraciones extranjeros extranjeras soluciones de problemas. Arrastrado por la creciente pasión, mis sueños eran interrumpidos por ensueños y pesadillas, en las cuales armaban frenética zarabanda peones, caballos, reinas y alfiles".
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          Saint-Exupéry en "Citadelle":

         "...Así en el juego de ajedrez; hay siempre un vencedor y un vencido. El vencedor se reviste con una sonrisa socarrona para humillar al vencido. Porque así son los hombres. Y tú vienes, según tu justicia, a prohibir la victoria de ajedrez. Y dices: "¿Cuál es es el mérito del vencedor? Era más inteligente o conocía mejor las reglas del juego. Su victoria no es más que la expresión de un estado. ¿Por qué iba a ser glorificado por aparecer más ojo de cara, o más dócil, o más o menos melenudo...?'".
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          Edgar Allan Poe en "Los crímenes de la calle Morgue":

         "Un jugador de ajedrez, por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en lo segundo. De ahí se sigue que el ajedrez por lo que concierne a sus efectos sobre la naturaleza de la inteligencia, es apreciado erróneamente. No he de escribir aquí un tratado, sino que me limito a prolongar un relato e un tanto singular, con algunas observaciones pasajeras; aprovecharé por eso la oportunidad para afirmar que el máximo grado de reflexión se ve puesto a prueba por el modesto juego de damas en forma más intensa y beneficiosa que por toda la estudiada frivolidad del ajedrez. En este último, donde las piezas tienen movimientos diferentes y singulares, con varios y variados valores, lo que sólo su  resulta complejo es equivocadamente confundido (error nada insólito) con lo profundo. Aquí se trata, sobre todo, de la atención. Si ésta cede un solo instante, se comete un descuido que da por resultado una pérdida o la derrota. Como los movimientos posibles no sólo son múltiples sino intrincados, las posibilidades de descuido se multiplican y, en nueve casos
de cada diez, triunfa el jugador concentrado y no el mas más penetrante. En las damas, por el contrario, donde hay un solo movimiento y las variaciones son mínimas, las probabilidades de inadvertencia disminuyen, lo cual deja un tanto de lado a la atención, y las ventajas obtenidas por cada uno de los adversarios provienen de una perspicacia superior".
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