miércoles, 11 de septiembre de 2013

Hierba No Mata



                          Emilio Fuego

        No supo el controvertido subteniente que el pleito verbal con aquel tepehuán significaba su sentencia de muerte.
        Cuentan que la discusión fue porque no lograron ponerse de acuerdo en el precio de la hierba, y sobre todo porque el militar quería imponer sus condiciones.
        Días después aquel tepehuán metido a narcotraficante fue en busca del soldado. Lo encontró en el cuartel de Baborigame, vigiló sus movimientos y tan pronto lo tuvo a tiro, desde una distancia de por lo menos 200 metros le disparó y con tan sorprendente puntería que le dio aun estando en medio de un grupo de soldados.


        Esta es una versión más sobre el caso de Baborigame. Me la cuenta un amigo tarahumara y aunque tal vez sea sólo una versión más aderezada con ingenio, lo cierto es que ilustra una realidad vivida por muchos pueblos indígenas de México.
        Para muchos tal vez el caso de Baborigame esté cerrado, pero no para muchas comunidades que quisieran librarse tanto del flagelo del narcotráfico como de la represión de las fuerzas del orden.


        Es cierto que muchos pueblos han entrado a este tipo de economía. Hasta sus tierras han llegado quien los convence de que una rápida salida a su miseria es sembrando amapola o marihuana en sus parcelas. Tal vez algunos indígenas hayan hecho ya su dinero de esta manera, pero la mayoría de quienes han caído en la trampa están ahora en la cárcel.
        Naturalmente, los verdaderos culpables continúan disfrutando su impunidad y sus enviados estarán convenciendo a otros pueblos indios para que cambien sus cultivos.
        El caso de Chihuahua es significativo porque muy posiblemente otros muchos Baborigames existan o podrían surgir en otras partes del país. 
        Lo que pasa es que por miedo, o porque no tienen cerca a algunos defensores de los derechos humanos, muchas etnias están obligadas a soportar a sus nuevos detractores.
        Historias terribles se cuentan sobre los narcos en muchos pueblos indígenas, pero muy poco trasciende a la opinión pública.
        Baborigame es entonces una lección aprendida porque en muchas regiones la existencia de plantíos es conocida por todos excepto por el ejército y los judiciales. 
        Pocos creen que siendo contra los narcos la única guerra que tiene el ejército mexicano aun así esté siendo vencido.
        Con admirable valentía hablaron defensores de los derechos humanos como Teresa Jardi y Baldomero Olivas, pero no menos valientes fueron los tepehuanos al sostener su denuncia y exigir que la Defensa Nacional pagara por las casas quemadas, las gentes golpeadas y los animales sacrificados.
        No era fácil para una
institución, que cada tanto cuida su imagen, aceptar que algunos de sus empleados actuaban en sentido exactamente contrario a sus principios y menos aún que miembros del ejército mexicano estaban en Chihuahua cuidando los plantíos de marihuana. Sin embargo, la denuncia se sostuvo. Lo malo fue el pago recibido por los tepehuanos. Quién sabe cómo se sacó la conclusión de que una casa puede construirse con un millón de pesos, pero eso, además de una despensa y la opinión de un conocido periodista que calificó el desenlace como "un final feliz", recibieron los indígenas agredidos.
        En la tradición indígena la marihuana es una planta que cura,  pero hoy está causando muchas muertes y enormes daños.
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