domingo, 19 de enero de 2014

Mentiras


0942 

ANUNCIOS MENTIROSOS

Florence Toussaint

Hay diferentes formas de persuadir.
       Se pueden usar, entre otros, 
          el chantaje;
          el halago;
          el razonamiento aparentemente impecable pero falaz.
Tras la mayoría de los textos de las compañas publicitarias se esconden estas tretas.
Es necesario señalar que en los mensajes publicitarios puede haber también:
          ingenio;
          juego;
          diversión y
          fantasia.
Pero lo que cuenta es la intención, la idea y la forma de presentarla.
He ahí donde residen sus límites.
Después de traspasados éstos no solo se transgrede el sentido común, sino la ley.
Esta señala que la televisión "no transmitirá propaganda o anuncios de productos industriales, comerciales o de actividades que engañen al público o le causen algún perjuicio por la exageración o falsedad en la indicación de sus usos, aplicaciones o propiedades".


Exageración sobre todo y falsedad se difunde en estos días en varios anuncios televisivos.
Algunos hasta podrían ser incluidos en una antología titulada "de cómo se piensa que el público es estúpido" o bien "cómo decir mentiras con apariencia de verdad científica".


Para muestra solo tres.
Existe, según el anunciante, un SHAMPOO que actúa como si fuese una computadora. Elige las partes más grasosas del cabello para limpiar más y pasa por encima de las secciones secas, cómo de ciencia ficción.
Otro anuncio pretende que los insecticidas no afectan a la gente.. Se ha probado, en cambio, que su toxicidad es alta. Los mismos fabricantes lo advierten en el envase. Señalan precauciones: evitar inhalarlo prolongadamente, evitar su contacto con los ojos o la piel y la contaminación de los alimentos. El anuncio no solamente pasa por alto estas recomendaciones, sino que las contraviene con la imagen.
Un ama de casa se pone a rociar el líquido justo encima de su familia, incluidos los niños. Y lo hace con toda confianza y en grandes dosis.
Un comercial más se vale de una trágica realidad: la carestía, para persuadir a la compra de sus su producto.
Unos cristales con sabor a naranja, el sustituto ideal -según dicen- de ese jugo de naranja que por el precio ya no puede tomarse. El anuncio suena honesto pero resulta un sarcasmo.
Resulta que tendremos que conformarnos con el sabor, artificialmente obtenido, de los alimentos.
Estos poco a poco han dejado de sera adquiribles.
Según parece, la ley no es ningún parámetro ni valladar para ciertos anunciantes.
Si conoce su letra no la recuerdan en el momento o momento de pensar su comercial.
El olvido es grave, sin embargo a quienes les cabe la mayor responsabilidad es a los encargados de mantener vivo el texto legal.
La Secretaría de Gobernación, con todos sus flamantes Institutos y sus oficinas de seguimiento y análisis de mensajes, parecen incapaces de ejercer una vigilancia sobre los medios concesionados.
La publicidad, a pesar de lo sujetivos que puedan ser los sentidos que transmite, siempre puede ser analizada. Y en los casos mencionados, especialmente el del insecticida, no se necesita ser un experto para reconocer "exageraciones" y "falsedades".
El margen de tolerancia acordado a las exageraciones en material de espere esperanzas y promesas atribuídas a un producto parece ahora hacerse extensivo a meracancias dañinas a la salud.
Y aquí no hay nada que ponderar, es muy obviio que como dice la ley "se está causando algún perjuicio".
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