jueves, 6 de marzo de 2014

Cocaína


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COCAÍNA

        -¿Sabías Emilio, que en Estados Unidos, cada día ingresan al consumo de drogas ilícitas 8 mil jóvenes mayores de 12 años, o sea que, el número de personas vinculadas al consumo supera la cifra de los 22 millones y  que las muertes vinculadas a la cocaína ascendieron de 3,565 a 7,475, entre el 2000 y el 2006? 

         -¡Oye, Marcela! ¡qué enterada estás!

-Ahora bien, Emilio, te pregunto: ¿qué es lo que  hace que los jóvenes se enganchen a la dependencia?

       -Para ello, a continuación te relato un testimonio que explica el problema.
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      -Mónica lo tenía todo, era una chica bonita y simpatica, provenía de una familia feliz.
      -Se especializó en ciencias políticas como primer paso hacia la Facultad de Derecho.
      -Pero algo le salió mal.
      -Cuando cursaba estudios universitarios, Mónica se enamoró de Nicolás, un hombre casi 20 años mayor que ella, procedente de una familia opulenta, y se casó con él.
      -Junto con él, llegaron a su vida dos hijos de un anterior matrimonio de él.
      -Poco después de la boda, Nicolás le dio a probar a Mónica un poco de cocaína. Deseosa de ser aceptada en el mundo elegante y refinado de su marido, accedió.


      -Con una pajilla, Mónica absorbió por la nariz el fino polvo y se vio colmada de placer.
      -De pronto, rebosaba de energía y de confianza en sí misma: nunca en su vida se había sentido tan bien.
      -Cuando Mónica aspiró el polvo, las húmedas membranas que tapizan las fosas nasales lo disolvieron en seguida. Como arena que pasa por un cedazo, los enjambres de moléculas de cocaína se filtraron por esas membranes y, en menos de 15 minutos, le inundaron el torrente circulatorio.
      -Al llegar al cerebro, las moléculas se toparon con una barrera destinada a impedir el paso de las substancias nocivas.
      -Existen varias drogas "psicoactiva" que pueden atravesarla flotando a través de las moléculas de grasa que integran la barrera. El alcohol, la nicotina -y la cocaína- son algunas de ellas.
      -La euforia de Mónica duró a lo sumo 20 minutos, pero eso bastó para que la cocaína empezara a forjar un cerrojo en su mente.
      -Días después, cuando le ofrecieron más, la aceptó ansiosamente. Y de nuevo se sumergió en un intenso placer.
      -Aquella noche aspiró una segunda dosis de cocaína. Luego, ella y Nicolás hicieron el amor y           -aparentemente gracias a la droga- exprerimentó en ese acto lo que nunca antes había experimentado.
      -En las profundidades del cerebro de Mónica se halla el sistema límbico, el primitivo "cerebro animal" que regula las emociones y deosos instintos primarios tan esenciales para la supervivencia, como el de comer y el de huir del peligro.
      -Además, el sistema límbico está estrechamente relacionado con regiones cerebrales que originan sensaciones placenteras.
      -La cocaína genera cortocircuitos en estas actividades de gran importancia biológica y provoca placer al instante.
      -Esta sustancia estimula a tal grado los centros cerebrales del placer que los animales de laboratorio, si se les permite libre acceso a la cocaína, prescinden totalmente de la comida y de la actividad sexual para atiborrarse de esta droga hasta que se les averían los sobrecargados circuitos cerebrales, lo cual desencadena la muerte.
      -Mónica no tenía noticias de esto. Pocos meses después, Mónica ya no consumía cocaína únicamente por diversión. La necesitaba. No tardó en aspirar la droga cada mañana para poder iniciar sus actividades durante el día para conservarse activa; y en la noche para relajarse.
      -En el cerebro de Mónica, unos 10,000 millones de células, llamadas neuronas conservan en funcionamiento sus sistemas que sostienen la vida y regulan sus pensamientos y emociones.
      -Cuando una neurona recibe señales de uno de los cinco sentidos, "se enciende" y envía a través de sus ramifiaciones una señal muy tenue a otras neuronas receptoras.
      -Como el hueco que existe en la punta de una bujía de automóvil, un espacio microscópico llamado sinapsis separa a las neuronas. La señal eléctrica no puede saltar ese espacio, pero libera ciertas sustancias, los neurotrasmisores, para que lleven el mensaje.
      -Uno de los cientos de neurotrasmisores del cerebro es la dopamina. Las alteraciones en el suministro de la dopamina redundan en graves enfermedades mentales, como la esquizofrenia y en trastornos del sistema locomotor, como el mal de Parkinson, el cual se deriva de una concentración anormal, extraordinariamente baja, del neurotrasmisor.
      -En un cerebro normal una "bomba" molecular envía la dopamina excedente, sin peligro alguno, al interior de las neuronas emisoras, para que se le utilice más adelante.
      -Algunos expertos piensan que la cocaína estropea esa bomba, de manera que la dopamina ya no puede regresar a las neuronas.
      -Otros consideran que la cocaína acelera el funcionamiento de esta bomba y que libra más dopamina.
      -En todo caso, la sustancia neurotrasmisora se acumula en la sinapsis y estimula repetidamente a las neuronas.
      -En realidad, lo que hacia que Mónica se sintiera tan bien era el exceso de sustancias neurotrasmisoras en su cerebro.
      -Al final del primer año de consumir cocaína, Mónica aspiraba un gramo diario, lo cual costaba alrededor de 140 dólares. Tenía el delirio de creerse invencible y le sobrevenían accesos de hiperactividad y de insomnio grave. Además, empezó a pelearse con Nicolás, convencido de que él le estaba ocultando parte de su ración de droga.
      -Consiguió empleo de modelo y ella misma compraba su dotación.
      -Cuando escasearon sus ingresos, empezó a tomar del dinero reservado para asistir a la facultad de derecho.
      -Nadie, ni ella misma, sospechaba hasta qué grado era ya adicta.
      -Obtuvo calificaciones aprobatorias en el colegio universitario al mismo tiempo que debía atender la casa y a los hijos de Nicolás. A pesar de que todo parecía normal y de que Mónica
aseguraba que nunca le había parecido mejor su vida, estaba volviéndose psicótica.
      -Imaginaba oír la sirena de la policía y se escondió en un aramario, creyendo que iban a llegar a detenerla.
      -Al empezar su segundo año de consumó de la droga, Mónica empezó a adelgazar. Y se espantó al notar que la almohada amaneció con manchas rojas. Había comenzado a sangrarle la nariz.
      -Al tocar los vasos sanguíneos, la cocaína los constriñe y obstaculiza mucho la circulación. Como les faltaban nutrientes, las membranes mucosas de la nariz de Mónica estaban secándose, y el tejido muerto se desprendía, de ahí las manchas en la almohada.
      -En algunos cocainómanos muere tanto tejido, que se agujera el cartilago que divide las fosas nasales.
      -A veces se forman unos abscesos que penetran en el hueso de los senos faciales. Sin embargo, el adicto apenas siente un dolor muy leve cuando consume cocaína, porque esta droga es también un potente anestésico local.
      -En Mónica, la necesidad de consumir cocaína se volvió más importante aún que la de comer, ya que esta droga es asimismo un potente supresor del apetito.
      -Para remediar las hemorragias nasales de Mónica, Nicolás le enseñó a eliminar las impurezas -azúcar, queroseno, sales ácidogenas- que los narcotraficantes añaden a la cocaína que se vende en la calle a fin de aumentar sus ganancias.
      -Echando mano de solventes volatiles, Nicolás lograba una droga casi ciento por ciento pura, y cinco veces más potente que la adulterada.
      -Como la cocaína pura puede fumarse, Mónica consiguió mitigar las molestias de su dañada nariz.
      -Nicolás colocó en una pipa el extracto cristalizado y se lo entregó a Mónica, quien lo aspiró con fuerza. En cuestión de segundos, los circuitos cerebrales del placer se estimularon al máximo, provocádole la mayor euforia de su vida.
      -Pero esa noche Mónica presentó dificultades respiratorias. Sentía como si tuviera un elefante encima del pecho. A la mañana siguiente persistía la sensación, mas Nicolás le aseguró que eso era "normal" en los principiantes y que se le pasarían en unas cuantas horas.
      -La cocaína pura no sólo intensificó el éxtasis de Mónica. La droga afecta directamente al músculo cardiaco, haciendo que el corazón palpite en forma ineficaz y que se estrechen sus vasos sanguíeneos, con lo cual se restringe el oxígeno indispensable para que funcione a toda su capacidad.
      -En consecuencia, el corazón debe esforzarse más para compensar la insuficiencia de riego sanguíneo en el resto del organismo.
      -Es un círculo vicioso, la sangre que entra en el corazón privado de oxígeno deja de bombearse con suficiente rapidez y regresa a los pulmones.
      -La respiración se torna más laboriosa y dolorosa, pues el drogadicto empieza a ahogarse con sus propios fluidos.
      -Existe gran riesgo de sufrir un ataque cardiaco repentino o una apoplejía. De momento, Mónica había corrido con suerte, pues únicamente había presentado dolor en el pecho.
      -Aunque con dificultad, Mónica logró graduarse, pero nunca solicitó su ingreso a la Facultad de Derecho. Lo único que le importaba era la cocaína. Además, ya se había gastado en la droga todo el dinero de la colegiatura.
      -Después de haber formado una pareja muy unida, Mónica y Nicolás conmenzaron a agredirse cada vez con más violencia. En dos ocasiones Mónica se refugió en una institución para mujeres maltratados, pero pronto regresó, atraida por la posibilidad de obtener más cocaína.
      -Cuando los vecino se quejaron a la policía, los niños fueron enviados a vivir con su verdadera madre.
      -En esa época solamente para sentirse normal, Mónica necesitaba consumir a diario 3.5 gramos de cocaína pura, lo cual costaba cerca de 500 dólares.
      -Para sostener el vicio, se asoció con su proveedor en un negocio: una tiende de antigüedades que servía de fachada para el tráfico de drogas y el "lavado" del dinero. El sueldo no era despreciable: más de 50,000 dólares anuales, sin tomar en cuenta el dinero y la cocaína que podía obtener.
      -A menudo, cuando la cocaína no la traía eufórica, Mónica se emborrachaba. El alcohol contrarrestaba la depresión que seguía a cada "viaje" de cocaína. Con frecuencia consumía también un tranquilizante: el Vallium. Luego necesitaba más cocaína para volverse a sentir bien, y así fue quedando atrapada en una terrible vorágine.
      -Cada vez que se le pasaban los efectos de la cocaína, descendía la concentración de dopamina en el cerebro de Mónica, hundiéndola en una depresión física y emocional.
      -El alcohol y el Vallium que Mónica ingería sólo le ayudaban temporalmente a contrarrestar los efectos de la pérdida de dopamina, pues estas sustancias deprimen la actividad del sistema nervioso central.
      -Paradójicamente, las secuelas del exceso de alcohol o de Vallium   -las sacudidas de la resaca alcohólica, por ejemplo- no hacían más que acentuar la necesidad de cocaína que sentía ella.
      -Mónica empezó a sentir hormigueos y comezón en la piel.
      -La sensación de hormigueo constituye un fenómeno conocido como "prurito de la cocaína".
      -Con todo y que se duchaba hasta 12 veces al día, no lograba librarse de estas sensaciones. Entonces dio en tener alucionaciones.
      -Un monstruo rojo y oscuros ojos cavernosos flotaba sobre su cabeza. Los tenebrosos abismos que seguían a las esplendorosas cumbres se volvieron tan insoportables, que dos veces intento suicidarse.
      -En una ocasión ingirió un litro de whisky junto con un puñado de tranquilizantes y analgésicos.
      -En otra, tomó tanto Tylenol que debió pasar seis días en una máquina de dialisis para que se recuperaran sus riñones.
      -Entonces, Mónica necesitaba la cocaína sólo para existir. Ya no le provocaba euforia, sino un nerviosismo exacerbado.
      -Su ansia de drogarse opacó todo interés por la comida, la actividad sexual, la familia o los estudios. Temblaba, se retorcía, vomitaba. Pero si intentaba disminuir la absorción de cocaína, su organismo le pedía más a gritos.
      -Los delirios de Mónica se debían a la psicosis causada por la cocaína: la estaban volviendo loca los largos periodos en que el exceso de dopamina le flotaba en las sinapsis cerebrales cada vez que consumía la droga.
      -Las vías nerviosas, estimuladas por el estupefaciente, suministraban falsa información sensorial al cerebro.
      -Mientras tanto, cuando se le pasaba el efecto de la droga, la concentración de dopamina descendía más y más en el cerebro de Mónica. Sus neuronas cerebrales ya no podían remplazar la dopamina que utilizaba la droga. Con el tiempo llegó a escasear tanto la reserva que le quedaba de este neurotrasmisor, que, lejos de producirle placer la cocaína, el desequilibrio químico de su cerebro la hundió en una horrible depresión.
      -En un esfuerzo sobrehumano por reconciliarse con Nicolás, Mónica resolvió darle un hijo; pero en el cuatro mes de embarazo comprendió su error. La drogadicción e inconstancia de Nicolás hicieron que Mónica abrigara temores para su hijo. Por tanto, se mudó a la casa de una amiga, donde siguió consumiendo cocaína pura y alcohol. Sólo durante el trabajo de parto llegó a pasar por su mente la posibilidad de que su bebé naciera deforme o drogadicto.
      "¡Por favor, Dios mío, haz que sea normal!. ¡Te juro que jamás volveré a drogarme!"
       -El niño nació sano y en la fecha prevista, y Mónica le puso por nombre José. No obstante, no tardó en echar al olvido su promesa. Todavía no había salido del hospital cuando ya había vuelto a absorber cocaína.
      -En casa, Mónica le gritaba a José cuando lloraba; y cuando permanecía callado, ella tendía a olvidarse de su existencia y lo descuidaba.
      -En el trabajo, Mónica dio en experimentar un temor paranoico de que su socio estuvieran preparando el terreno para inculparla en caso de que hubiera un cateo en la tiende de antigüedades. Decidió renunciar a su empleó. Sin embargo, necesitaba dinero para pagar su vicio. La solución se la dio su nuevo proveedor de droga, un tipo que era adicto a la heroína y, además, trataba en blancas.
      -Mónica se volvió prostituta. El término con el que se le designaba era "acompañante", y la descripción de su labor decía que "acompaña a ricos hombres de negocios en las fiestas".
      -Ya no le importaba nada, desde mucho antes, la cocaína había suprimido su apetito sexual, y eso le convenía en aquella actividad.
      -Aspirar la droga con pipa hacia que le galopara el pulso y le provocara accesos de tos. El cosquilleo se le extendió rápidamente por todo el cuello y por la mandíbula inferior. A veces, la fuerza de la droga la hacia caer de rodillas.
El cosquilleo en la mandíbula y en el cuello de Mónica era un efecto secundario de su pequeño ataque convulsivo, común en los cocainómanos. La droga hacia estragos en los órganos vitales. Las neuronas comenzaban a emitir señales en explosiones sincronizadas que le causaban verdaderas tormentas eléctricas en el cerebro. Privado de oxígeno y luchando contra una hipertensión arterial muy acentuada, el corazón le latía de manera irregular. Los pulmones, llenos de líquidos que regresaban del corazón, funcionaban mal. La joven jadeaba en busca de aire y tosía sin cesar para despejarlos.
      -Mónica ya llevaba seis años de drogadicta. Lo había perdido casi todo, incluso a Nicolás, el cual logró lo que ella no había conseguido: suicidarse.
      -No le quedaba en la vida más que José; pero hasta eso le arrebató la cocaína. El departamento de servicios sociales de la ciudad dispuso su adopción, pues Mónica era una madre negligente, drogadicta y criminal (así considerada a causa de cuatro sentencias por conducir en estado de ebriedad y de dos arrestos relacionado con las drogas).
      El 16 de agosto de 1988, Mónica cumplió 27 años. Anita, su compañera de cuatro, había planeado una fiesta en un bar. Mónica le dijo que la alcanzaría después, y se metió en el cuarto de baño, cerró la puerta con llave y la atrancó con una silla. Deseaba estar sola un rato para preparar la cocaína pura. De buenas a primeras creyó ver que unos demonios entraban por el piso y, aterrorizada, se acuclilló en la bañera.
      -Mónica aspiró profundamente el contenido de la pipa. El corazón le palpitó como si fuera a estallar. La cabeza le daba vueltas. En algún momento trató de ponerse en pie, pero se cayó a un lado de la tina. Luego perdió el conocimiento.
Vuelta en sí a duras penas logró llegar al teléfono. Marcó el número de una amiga y consiguió articular un grito de auxilio. Después volvió a perder el conocimiento.
      -La temperatura del cuerpo de Mónica se había elevado a 40° C. Sus ondas cerebrales eran caóticas, puesto que millones de neuronas disparaban señales sin ton ni son. Mientras sus piernas se sacudían espasmódicamente, Mónica se hundió en la inconsciencia. A pesar de ello, la droga aún no había terminado con ella.
      -Cuando, una vez recobrado el conocimiento, se arrastró hasta el teléfono, una pequeña arteria del hemisferio cerebral derecho, constreñido por la cocaína, tuvo un espasmo. Desalojado por el espasmo, un coágulo se atoró en el vaso sanguíneo, de por sí reducido, y en ese momento dejó de circularle la sangre en ese hemisferio. Mónica acababa de sufrir una apoplejía.
En cuestión de segundos comenzaron a morirse las neuronas que controlaban los músculos. La boca de Mónica se abrió y su brazo y pierna izquierdos dejaron de reaccionar. Acto seguido, la joven dejó de respirar. Su exhausto corazón empezó a latir tan irregularmente, que ya no pudo bombear sangre a todo el organismo.
      -Mónica no se dio cuenta de nada de esto. En realidad, estaba muerta.
      -Cuando llegaron los paramédicos le aplicaron resucitación cardiopulmonar y descargas eléctricas en el corazón, con un desfibrilador.
      -¡Qué alivio sintieron al ver que reaparecían debilmente los signos vitales!
      -Cuando Mónica recuperó el conocimiento, se hallaba en la cama de un hospital y tenía una sonda endotraqueal en la garganta. El médico de la sala de urgencies comentó que no entendía cómo había sobrevivido Mónica tenía paralizadas las extremidades izquierdas, y sólo con el tiempo se sabría si iba a volver a andar. En opinión del médico, sólo una cosa se podia afirmar con seguridad si volvía a tocar la cocaína, sería la última vez.
      -Dada de alta, Mónica regresó a casa en silla de ruedas, resuelta a no pasarse el resto de sus días atada a la silla. La enfermera que la visitaba la llevó con frecuencia a un centro de rehabilitación, y en Navidad ya había mejorada al grado de que caminaba con muletas sujetas del antebrazo y con un armazón en la pierna.
      -Pero, por increible que parezca, la cocaína la sedujo una vez más. En febrero de 1989 algunas amistades la invitaron a una fiesta en un motel de la ciudad. Mónica llevaba entonces seis meses sin probar la droga. Uno de los invitados saco una pipa y le ofreció una fumada. Quizá pueda probarla sin perder el control, pensó Mónica. Tomó la pipa y aspiró. La cabezas le dio vuelta con la sensación de vertigo que conocía tan bien. Aspiró otra fumada, y otra más.
      -Siete días después, Mónica era la única persona que quedaba en la habitación del hotel. Aquella semana era sólo una mancha en su mente. No había comido ni se había bañado desde hacia varios días. Se acercó a un espejo y se estremeció al ver su devastada imagen.
      -Entonces comprendió que ya había superado todo: la cocaína el alcohol, el Vallium y todas las demás sustancias. Tras desperdiciar seis años de su vida, tras perder a su familia y despilfarrar más de 200,000 dólares en la droga, Mónica consideró que había tocado fondo.
      -Tres días después asistió a una reunión de Cocainómanos Anónimos y, en seguida, se internó en un hospital para someterse a desintoxicación. A las dos semanas, cuando salió para reanudar la fisioterapia, Mónica trabajo con tanto ahínco, que nueve meses después de la apoplejía ya era capaz de llevarse una taza a los labios con la mano izquierda. A los 16 meses dio los primeros pasos sin bastón.
      -Conforme sanaba su cuerpo, también se le curaba la mente. Entabló amistad con otros drogadictos en recuperación y rompió por completo el contacto con los conocidos de su época de cocainemanía.
      -La cocaína seguiá atrayéndola, en espera del menor traspié, pero Mónica resistió.
      -Hoy, como gerente de la oficina de una firma de servicios financieros, Mónica parece normal. No obstante, la cocaína ha dejado en ella una huella indeleble. Siente debilidad persistente en la pierna izquierda. Las lesiones cerebrales le causan ataques periódicos que le originan convulsiones y pérdida transitoria del conocimiento. Tiene enormes lagunas de memoria: no logra recordar nada durante semanas enteras, incluso durante meses. Y, por supuesto, sigue echando de menos al hijo que le quitaron.
      -Mónica ha pasado dos años "limpia y sobria", lejos de las drogas y del alcohol. Sin embargo, no ignora que el monstruo regresará en cuanto ella se confíe.
      -Mónica tiene en la cara un dejo de tristeza, pero también se le nota la esperanza y una renovada fe espiritual. Está comprometida en matrimonio con Luis, drogadicto en recuperación que le lleva rosas cuando ella se siente deprimida. Con la ayuda de Cocainómanos Anónimos y con el apoyo mutuo de la pareja, esperan prescindir de la droga "sólo por hoy".
      -Mónica dice: "La cocaína te promete un paraíso, pero en realidad destruye cuanto te rodea. Yo lo sé… Yo he visto al diablo: viene en un frasquito de cristal".
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      -La historia de Mónica no es única. Lo que la hace especial es su valentía y la buena disposición para compartir su experiencia con todo el mundo.
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Por Ola y Emily D'Aulaire
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