domingo, 20 de julio de 2014

Perro San Bernardo



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PERRO SAN BERNARDO

         Los romanos, al principio, tan sólo querían protegerse a sí mismos, y lo consiguieron neutralizando a sus vecinos y luego a sus nuevos vecinos, y así sucesivamente.
       De esta manera los romanos, o bien hicieron aliados, o bien subyugaron, primero a las ciudades cercanas, y luego a las más distantes.
       A principios del siglo IV antes de nuestra era, Roma era la principal ciudad de Italia central.
        Después de años de vicisitudes en que Roma trató de neutralizar a los imperios vecinos, llegó a inevitables conflictos con Cartago.
        En la segunda de las tres guerras contra Cartago (llamadas Guerras Púnicas, de la palabra latina "Punicus" que quiere decir fenicios) comenzó en 218 antes de nuestra era, y en ella las tropas romanas fueron superadas en maniobra y combate por un brillante general cartaginés, Aníbal, quién atacó a Italia desde el norte, haciendo que sus tropas cruzaran los Alpes avanzando a todo lo largo de la península italiana.



        Las cohortes romanas, en sus hazañas sobre los Alpes, llevaban perros rojos y negros llamados Molosos que utilizaban como vigilantes en sus campamentos.
  


        Estos perros de gran alzada tenían el morro achatado, las caras y cuellos negros y tenían vestigios de dígitos dobles.
       Con el tiempo se convirtieron en perros pastores suizos llamados Sennen.
        Finalmente Roma contraatacó a Cartago, y Aníbal regresó precipitadamente para defender su patria.
       En el año 202 antes de nuestra era, los romanos lograron vencer a Aníbal en la batalla de Zama, cerca de la capital cartaginesa.


        En el año 962 de nuestra era un monje Agustino de nombre Bernardo de Menton fundó un hospicio en el desfiladero de una montaña en los Alpes Suizos, a 25 kilómetros del famoso Monte Blanco, cerca del paso que usaban los viajeros para ir de Aosta,  Italia, a Martigny, Suiza.



Las primeras reglas de éste buen hombre fueron el salvar vidas y ofrecer cobijo a todos los viajero que lo requirieran.
       Muchos años después de su muerte fue canonizado por lo que se le conoce como San Bernardo y al monasterio fundado por él se le conoce como Hospicio de San Bernardo.
        Por cientos de años los monjes cumplieron sus tareas sin la ayuda de perros.
       Pero un buen día, entre la década de 1660 y 1670, fueron llevados al hospicio como perros guardianes unos descendientes de los Molosos.
       Ocasionalmente los monjes los llevaron con ellos como compañía en sus patrullas.
       Pronto probaron que tenían la habilidad de seguir a la gente si necesitaban ayuda.
       Lentamente se fue formando el equipo de trabajo entre los monjes y los perros.
        Al principio los perros del hospicio eran de color café, pero lentamente, fueron apareciendo marcas blancas que cada vez fueron más y más prominentes.
       En el hospicio, sin embargo, el color nunca jugó un papel importante.
        El primer reporte escrito, en los archivos del hospicio, referentes a estos perros, esta fechado en 1707, en el que se habla de un perro que había sido enterrado por una avalancha.



        Un autor de nombre Fiorone escribió en torno a los perros del hospicio lo siguiente:
        "...hasta hace poco tiempo, el servicio de socorro en el convento de San Bernardo se desarrollaba de la siguiente manera: cada mañana un monje y un lego, acompañados por muchos perros, se dirigían hacia los puntos más peligrosos del paso, descendiendo por la vertiente italiana".
       Y otro tanto se hacía por la vertiente suiza.
       Así, aquellos eficaces perros exploraban una amplia zona y, guiados por su infalible y característico instinto, encontraban a las personas perdidas en la nieve, extenuadas por la fatiga, a menudo víctimas de la congelación y a veces incluso en trance de muerte.
       Al encontrar a alguno de  estos viajeros, el perro intentaba quitarle la nieve del cuerpo, especialmente de la cara, calentándole con su aliento y haciendo lo posible para prestarle socorro.
       Si la persona accidentada volvía en sí, podía reponerse bebiendo un sorbo del buen aguardiente que los monjes, caritativa y precavidamente, habían puesto en un barrilito de madera colgado al cuello del perro.
       Si, con todo, la víctima no reaccionaba, el inteligente animal corría ladrando hasta el monasterio, donde los monjes, provistos de parihuelas, se aprestaban al salvamento.
       Si el perro encontraba alguna barranca, la exploraba completamente hasta que su finísimo olfato le aseguraba que ningún ser humano estaba allí sepultado".
        El trabajo de los perros del hospicio es encontrar, en las tormentas de nieve a viajeros perdidos y conducirlos al hospicio, o si los viajeros están muy exhaustos para caminar los perros regresan y traen a los monjes en su ayuda.
       Algunas veces salen 3 perros juntos en estas expediciones y 2 perros se echan al lado de la persona para darle calor, mientras que el tercero va en busca de auxilio.
       También buscan cuerpos de aquellos enterrados por las avalanchas.
       Si el aire es claro, estos perros pueden oler a un humano a 300 metros.
       También poseen un gran presentimiento de las tormentas y deslaves.
       Cuando patrullan, pueden de repente pararse y cambiar de dirección y unos minutos después cae una avalancha precisamente por donde se so suponía que iban a estar.
       Son grandes amigos y compañeros de los monjes, quienes nunca han abusado de esta relación.
       La manera como aprenden su trabajo estos perros es mediante el ejemplo que los más viejos dan a los más jóvenes.
       Naturalmente, de tanto cruzar estos parajes, han hecho que sus habilidades lleguen a la perfección.
        Se les ha dado el crédito de haber salvado por lo menos a 2,500 vidas.
       El más famoso de estos perros ha sido uno llamado Barry.
       Salvó él solo a 42 personas. Barry murió en 1814 y su cuerpo aún puede ser visto disecado en el Museo de Historia Natural de Berna, Suiza.


       Con frecuencia se le considera al perro del hospicio de San Bernardo como el perro nacional suizo.
En 1830, los monjes decidieron cruzar sus perros con el Newfoundland para desarrollar pelo más largo.
Pensaron que sería mejor protección para la nieve, pero sus especulaciones probaron ser erróneas ya que la nieve se hiela en el pelo largo y estorba al perro en su trabajo.
       Después de este experimento, los perros de pelo largo fueron regalados y sólo se conservaron los de pelo corto.
       Desde entonces, se cuenta con dos variedades de estos perros.
       La primera variedad tiene pelo corto, espeso y bastante fuerte y la segunda con pelo largo y suave y ligeramente ondulado.
       Ambas variedades son semejantes, sólo el pelo los diferencia.
        Más o menos alrededor de esta época a los perros se les dio el nombre de San Bernardo o Bernardino.
       Hasta entonces se les había llamado Perros del Hospicio o Perros Alpinos.
        Hoy día, claro está, con los actuales medios de comunicación y las modernas carreteras este tradicional servicio de antaño ha cambiado, pero el perro de San Bernardo sigue siendo todavía útil al ser humano.
       Los monjes lo emplean ahora en los casos en que se producen aludes.
        Este perro es muy poderoso, llega a medir hasta 70 centímetros y a pesar hasta 90 kilogramos.
       Su cabeza es imponente, de cráneo masivo, el hocico es algo corto, con una nariz ancha.
       A veces el hocico presenta una máscara negra.
       Las orejas son grandes y poco hacia adelante y caídas a los lados. La cola es peluda.
       El color puede ser blanco y rojizo, o diversos tonos de rojizo y blanco, pero nunca de un solo color, falto de manchas blancas.
        Es un perro muy amable y benévolo, su expresión parece indicar sus buenos sentimientos por la gente. 
      Puede prestarse a servir de colchón a cualquier número de inquietos niños de tres años. Cuando se aburre, se los sacudirá con suavidad y buscará la compañía de los adultos.
       En fin, el perro San Bernardo, por su devoción y su bondad, se gana el afecto de todo mundo aunque no esté rescatando a personas en las montañas de los Alpes.
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