viernes, 16 de enero de 2015

Moisés, según la Biblia


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MOISES, SEGÚN LA BIBLIA


"Exodo"
De acuerdo con la Biblia “Exodo” es una continuación del Génesis. 
En su narración se destaca la figura excepcional de Moisés como profeta, libertador y salvador del pueblo judío  salvado de la opresión egipcio. Exodo es un libro que consta esencialmente de cuatro partes:
1. Preparación del éxodo.
2. Salida de los judíos de Egipto.
3. Alianza del Sinaí.
4. Organización del culto.
En Egipto, los judíos se han multiplicado dejándose sentir su influencia. El faraón ve en ellos un peligro. Los somete a los más rudos trabajos, a las tareas más duras del campo. Finalmente, el faraón ordena matar a todos los niños judíos recién nacidos, preservando sólo a las niñas.
Una mujer judía, descendiente de Levi, oculta hasta los tres meses a su hijo. Al cabo de este tiempo, al ver que no podía seguir manteniéndolo oculto, hizo una canasta de mimbre, la embetunó y puso al niño dentro. Colocó a su hijo en la canasta a orillas del Nilo. La hija del faraón, tras encontrarse la cesta con el niño, lo adopta y le pone por nombre Moisés.



Moisés ve cómo un egipcio maltrata a un israelita. Mata al egipcio lo entierra. La noticia llega pronto a oídos del faraón y Moisés huye. Marcha a Madián y el sacerdote de los madianitas le da a su hija Séfora por esposa. Un día, mientras apacienta el ganado, Dios se le presenta y le habla:
"He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he oído los clamores a causa de sus capataces, pues conozco sus angustias. Y he bajado para librarle de las manos de los egipcios y subirle de esa tierra a una tierra fértil y espaciosa, una tierra que mana leche y miel, la tierra que habitan cananeos, jeteos, amorreos, feroceos, jeveos y jebuseos. El clamor de los judíos ha llegado hasta aquí, he visto la opresión que sobre ellos hacen pasar los egipcios. Ve, pues; y te envío al faraón para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto".
Moisés y su hermano Aarón transmiten al faraón el mensaje recibido de Dios. El monarca egipcio no sólo no atiende su petición de dejarles marchar sino que endurece las condiciones de trabajo del pueblo sojuzgado.
Siete días más tarde, ante la reiterada negativa del faraón en cuanto a sus peticiones, las ranas cubren las tierras de Egipto. El polvo de toda la tierra egipcia se convierte en mosquitos, pero el faraón persiste en su postura. Nubes de tábanos se enseñorean de Egipto y, una vez más, tras librar Moisés y Aarón a los egipcios de la nueva plaga, el faraón retira su promesa de dejar marchar al pueblo judío. Un polvo fino levantado por todo el país produce pústulas eruptivas y tumores en hombres y animales; es la sexta plaga. Una horrible tormenta de granizo y de fuego mata a cuantos hombres y animales están en el campo. La octava plaga es una nube de langostas que devoran cuanto había en los campos egipcios. Durante tres días, nubes densísimas mantienen Egipto en tinieblas. La décima y última plaga es la muerte de todos los primogénitos de Egipto: desde el primogénito del faraón hasta el primogénito del más humilde siervo, y todos los primogénitos de los animales.
A la vista de tales calamidades que no alcanzaban a los judíos que, sin embargo, diezmaban a la población egipcia, el faraón llama a Moisés y Aarón y les dice:
"Id, y salid de en medio de nosotros, vosotros y los hijos de Israel, e id a sacrificar a Jahvé, como habéis dicho. Llevad vuestras ovejas y vuestros bueyes, como habéis pedido; idos y dejadme".
Con Moisés marcharon hacia el Sinaí, dicen las Escrituras, "seiscientos mil infantes sin contar los niños. Subía, además, con ellos una gran muchedumbre de toda suerte de gentes, y muchas ovejas y bueyes y muy gran número de animales".
El faraón, sin embargo, no estaba dispuesto a que sus siervos judíos le abandonasen tan fácilmente.
"El faraón hizo preparar su carro y tomó consigo a su pueblo. Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto y jefes para el mando de todos".
El Mar Rojo, por intervención divina, se abre dejando un pasillo para que Moisés y sus seguidores puedan cruzarlo. Cuando todos ellos han podido ponerse a salvo, llegando a la otra orilla, las aguas se cierran de nuevo para engullir a los egipcios que han seguido el mismo camino. 
"Las aguas, al reunirse, cubrieron a todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar en seguimiento de Israel, y no escapó uno solo".
En pleno desierto, la gran comitiva se encuentra sin agua sin alimentos. Moisés hace el milagro de convertir el agua salada en agua dulce. Más tarde, una lluvia de maná les proporcionó día a día día el sustento necesario.
Aún les espera un nuevo peligro. En Rafidim, un ejército amalecita se alza en pie de guerra contra ellos. Dios provee, una vez más, unos pocos hombres al mando de Josué derrotan a los agresores.
En el monte Sinaí, Dios da a conocer a su pueblo el Decálogo:
"No tendrás otro Dios que a mí. No te harás esculturas ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni de lo que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, y no las servirás, porque yo soy Jahvé, tu Dios, un Dios celoso, que castiga a los hijos de las iniquidades de los padres hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y hago misericordia hasta mil generaciones de los que me aman y guardan mis mandamientos".
"No tomarán en falso el nombre Jahvé, tu Dios, porque no dejará Jahvé sin castigo al que tome en falso su nombre".
"Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás tus obras, pero el séptimo día es de descanso, consagrado a Jahvé, tu Dios, y no harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que esté dentro de tus puertas, pues en seis días hizo Jahvé los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellas se contiene, y el séptimo descansó; por eso bendijo Jahvé el día del sábado y lo santificó".
"Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas largos años en la tierra que Jahvé, tu Dios, te da".
"No matarás".
"No adulterarás".
"No robarás".
"No testificarás contra tu prójimo falso testimonio".
"No desearás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni nada de cuanto le pertenece".
Moisés permanece cuarenta días y cuarenta noches en ayuno y oración para recibir el mensaje divino. En su ausencia, Aarón, para apaciguar al pueblo impaciente, ha ofrecido como ídolo un becerro de oro al que han adorado. 
Lleno de cólera, Moisés rompe las Tablas de la Ley, recibidas de Dios, al pie de la montaña. Asimismo, Moisés destruye el becerro de oro cuyas cenizas, mezcladas con agua, hace ingerir a los hijos de Israel.
Dios perdona el pecado de idolatría de su pueblo. Moisés labra dos nuevas tablas y en ellas Dios escribe de nuevo sus preceptos.
Los judíos acatan el caudillaje espiritual de Moisés y los mandamientos divinos. Siguiendo las instrucciones de Moisés, los mejores artistas contraen un tabernáculo que resulta del agrado de Dios y en él, a partir de entonces, les acompaña en su marcha.

"Levítico"
Este libro, denominado por los rabinos "Ley de sacerdotes", trata sobre todo del ritual del culto divino en el tabernáculo. Su contenido puede dividirse, esencialmente, en:
1. Leyes sobre los sacrificios.
2. Consagración de los sacerdotes.
3. Leyes sobre las purificaciones rituales.
4. Leyes de santidad.
5. Votos y diezmos
A continuación se da una brevísima antología que puede dar al lector una idea cabal del contenido e intención de este libro cuyo texto es de tipo legislativo.
"Cuando hagáis la recolección de vuestra tierra, no segarás hasta el límite extremo de tu campo, ni recogerás las espigas caídas ni harás el rebusco de tus viñas y olivares, ni recogerás la fruta caída de los frutales; lo dejarás para el pobre y para el extranjero".
"No acudáis a los que evocan a los muertos y a los adivinos, ni los consultéis para no mancharos con su trato".
"Alzate ante una cabeza blanca y honra la persona del anciano".
"Quien maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte; caiga su sangre sobre él".
"Si empobreciere tu hermano te tendiere su mano, acógele viva contigo como peregrino y colono; no le darás tu dinero a usura ni de tus bienes a ganancia. Teme a tu Dios y viva contigo tu hermano".
"Si cumplís mis leyes, si guardáis mis mandamientos y los ponéis por obra, yo mandaré las lluvias a su tiempo, la tierra dará sus frutos, y los árboles del campo darán los suyos. La trilla se prolongará entre vosotros hasta la vendimia, y la vendimia hasta la sementera, y comeréis vuestro pan a saciedad, y habitaréis en seguridad en vuestra tierra. Daré paz a la tierra, nadie turbará vuestro sueño, y dormiréis sin que nadie os espante. Haré desaparecer de vuestra tierra los animales dañinos y no pasará por vuestro país la espada.

"Números"
Los judíos atraviesan el desierto para ir desde el Sinaí hasta las orillas del Jordán. Sus vicisitudes quedan narradas en este libro, Números, entremezcladas con fragmentos legislativos.
Moisés, cumpliendo una orden recibida de Dios, censa a los mayores de veinte años que le sigue; es decir, hace recuento de todos los hombres a los que guía capaces de empuñar las armas. El censo de las doce tribus judías que marchan con él arroja las siguientes cifras: 603,550 varones más 22,000 levitas al servicio del santuario.
La muchedumbre se pone de nuevo en marcha, por el desierto del Sinaí, siguiendo la nube que les indica el camino:
"El día que fue alzado el tabernáculo, la nube cubrió el tabernáculo, y desde la tarde hasta la mañana hubo sobre el tabernáculo como un fuego. Así sucedía constantemente: de día lo cubría la nube, y de noche la nube parecía de fuego. Cuando la nube se alzaba del tabernáculo, partían los hijos de Israel; y en el lugar en que se paraba la nube, allí acampaban los judíoas. A la orden de Jahvé partían, y a la orden de Jahvé sentaban su campo; cuanto tiempo estaba la nube sobre el tabernáculo, estaban quietos. Cuando la nube se detenía muchos días sobre el tabernáculo, aguardaban la orden de Jahvé y no se movían y cuando la nube estaba pocos días sobre el tabernáculo, a la orden de Jahvé posaban y a la orden de Jahvé partían".
Desde el desierto de Farán, Moisés manda exploradores hasta Canaán para que averigüen cómo son aquellas tierras a las que se dirigen, quiénes las habitan y de qué clima disfrutan. Después de cuarenta días, los enviados regresan con noticias alarmantes: y llegados, se presentaron a Moisés y a toda la asamblea, mostrando los frutos de la tierra, y contaron así:
"Hemos llegado a la tierra a donde nos mandasteis; en verdad mana leche y miel; ved sus frutos. Pero la gente que la habita es fuerte, y sus ciudades son muy grandes y están amuralladas".
Moisés quiere conducir rápidamente a su pueblo hasta la tierra prometida. Pero sus seguidores están asustados:
"No debemos subir contra aquella gente, es más fuerte que nosotros".
Los exploradores, por su parte exageraban el peligro de cuanto habían visto:
"Es una tierra que devora a sus habitantes, y todos cuantos de ella hemos visto eran de gran talla. Hasta gigantes hemos visto allí; ante cuales nos pareció a nosotros que éramos como langostas; así les parecíamos nosotros a ellos".
Los judíos se amotinan contra Moisés. Están dispuestos a darle muerte si persiste en ir en busca del peligro. Por su falta de fe y por no cumplir con su alianza. Dios los castiga a andar errantes por el desierto y morir sin ver la tierra prometida:
"En este desierto yacerán vuestros cadáveres. De todos vosotros, los que en vuestro censo fuisteis contados de veinte años arriba, que habéis murmurado contra mí, ninguno entrará en la tierra que con juramento os prometí por habitación. Sólo Caleb, hijo de Jefoné, y Josué, hijo de Nun. Pero a vuestros hijos, los que dijisteis que serían presa ajena, a éstos los introduciré yo; y ellos disfrutarán la tierra que vosotros habéis desdeñado. En cuanto a vosotros en este desierto yacerán vuestros cadáveres. Vuestros hijos errarán por el desierto cuarenta años, llevando sobre sí vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos se consuman en el desierto. Tantos como fueron los días de la exploración de la tierra, cuarenta, tantos serán los años que llevaréis sobre vosotros vuestras rebeldías; cuarenta años, año por día; y experimentaréis así mi aversión por vosotros".
Todos aquellos a quienes mandó Moisés a explorar la tierra y de vuelta concitaron a la muchedumbre a murmurar contra él, todos cuantos habían hablado mal de ella, murieron de mala muerte. "Sólo Josué, hijo de Nun -dicen las Escrituras-, y Caleb, hijo de Jefoné, quedaron con vida de todos aquellos hombres que fueron a explorar la tierra".
En su largo peregrinar, el propio Moisés, así como Aarón cometen pecado de soberbia. El agua escasea. Los hombres y el ganado tienen sed. Una vez más el agua brota de las piedras pero, en esta oportunidad, no ha sido bendecido el nombre de Dios y el milagro se produce, de cara a la multitud, como un prodigio del hombre. Dios les revela su castigo:
"Porque no habéis creído en mí, santificándome a los ojos de los hijos de Israel, no introduciréis vosotros a este pueblo en la tierra que yo les he dado".
Y el divino castigo se cumplió: Aarón muere en el monte Or y Moisés tendrá la dicha de contemplar, antes de su muerte, desde la cima del monte Nebo, las fértiles tierras del valle de Jericó y la llanura del Jordán. Pero entretanto antes de llegar a las proximidades de la tierra prometida, Moisés siente la proximidad de su muerte y unge a Josué, hijo de Nun, su sucesor como guía y caudillo del pueblo israelita.

"Deuteronomio"
El Deuteronomio es un libro muy distinto a los anteriores. Moisés llega hasta la frontera de la tierra prometida y, antes de morir, narra a sus seguidores las vicisitudes, milagros y hechos acaecidos desde su partida de Egipto. Quienes le siguen, en general, eran muy jóvenes o no habían nacido en el momento de la partida. Moisés hace una recapitulación histórica de su largo peregrinar y, al propio tiempo, les recuerda una por una las leyes y preceptos que Dios les ha dictado.
"Cuando hicieres un voto a Jahvé, tu Dios, no retardes el cumplirlo; pues Jahvé, tu Dios, de cierto te pedirá cuenta de ello y cargarías con un pecado. Si no haces voto, no cometes pecado; pero la palabra salida de tus labios la mantendrás y la cumplirás conforme al voto libremente hecho a Jahvé, tu Dios, que tu boca pronunció".
"No morirán los padres por la culpa de los hijos, ni los hijos por la culpa de los padres; cada uno es condenado a muerte por pecado suyo".
Y Moisés, después de sus
discursos y consejos a su pueblo, subió desde los llanos de Moab al monte Nebo, a la cima del Pasga, frente a Jericó y desde allí contempló la tierra prometida a la que le estaba vedado entrar. En aquella cima, Dios le dijo:
"Ahí tienes la tierra que juré dar a Abraham, Isaac y Jacob. A tu descendencia se la daré; te la hago ver con tus ojos, pero no entrarás en ella".
Y dice la Escritura que allí murió.
"Tenía, cuando murió ciento veinte años, y ni se habían debilitado sus ojos ni se había mustiado su vigor. Los judíos lloraron a Moisés en los llanos de Moab durante treinta días, cumpliéndose los días de llanto por el duelo de Moíses".
"Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, pues había puesto Moisés sus manos sobre él. Los judíos le obedecieron, como Jahvé se lo había mandado a Moisés".
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