domingo, 22 de febrero de 2015

Los Camellos


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LOS CAMELLOS

En nuestra travesía de Damasco a Bagdad, mi tío y yo, tuvimos que detenernos en Kashan. Fue la última ciudad que atravesamos en la parte verde y habitable; al oeste de esa ciudad empezaba la región deshabitada llamada Dasht-e-kavir o Gran Desierto de Sal. 


El día antes de llegar a esa ciudad observamos que nuestro camello había empezado a cojear. Se había herido con alguna piedra. Si no lo curabamos podía ponernos en apuros cuando nos adentraramos en el desierto.
-Tú que eres el que sabe de camellos -me dijo mi tío- ¿Qué aconsejas que hagamos?
-La cura es muy sencilla, -repuse-, debemos dejar que el animal descanse tres días, ¡eso bastará!
-Muy bien -respondió mi tío-. Nos alojaremos en Kashan, sacaremos partido del retraso. Podemos renovar nuestras raciones de viaje, dar a lavar nuestra ropa.


A proposito, la industria más importante de Kashan ha sido durante siglos la fabricación de esos azulejos artísticamente vidriados que se utilizan en todo el Islam para decorar templos, palacios y otros edificios importantes.
Cerca del albergue a donde nos encontrabamos, vimos tres hombres que discutían acaloradamente junto a un montón de camellos.
Entre gritos e improperios, en plena discusión, moviendo los brazos como locos, se oía:
-¡Qué no puede ser! -decía uno.
-¡Es un robo! -decía el otro.
-¡Pues yo no estoy de acuerdo! -decía el tercero.
Mi tío procuró informarse de lo que discutían.
-Somos hermanos, explicó el más viejo, y recibimos como  herencia estos 35 camellos. Según la voluntad de expresa de mi padre, me corresponde la mitad, a mi hermano Dba una tercera parte y a mi hermno Trim, el más joven, sólo la novena parte. Sin embargo, a cada reparto propuesto por uno de nosotros sigue la negativa de los otros dos. Ninguna de las reparticiones ensayadas hasta el momento, nos ha ofrecido un resultado aceptable. Si la mitad de 35 es 17 y medio, si la tercera parte y también la novena de dicha cantidad tampoco son exactas ¿cómo proceder a tal repartición? Como ve usted, ¡estamos desesperados!
-Muy sencillo, -dijo mi tío-. Yo me comprometo a hacer con justicia ese reparto, mas antes permítanme que una a esos 35 camellos de la herencia este expléndido animal que nos trajo aquí en buena hora a mi sobrino y a mi.
En ese momento intervine en la cuestión.
-¡Oyeme no! ¡tìo! ¿cómo voy a permitir semejante locura? ¿Cómo vamos a seguir el viaje si nos quedamos sin el único camello que tenemos?
-No te preocupes, -me dijo en voz baja-. Se muy bien lo que estoy haciendo. Dame tu camello y verás a que conclusión llegamos.
Tal fue el tono de seguridad con que me lo dijo que se lo entregué sin el menor titubeo, que inmediatamente, pasó a incrementar el número de cabmellos que debían ser repartidos entre los tres herederos.
-Amigos míos, dijo, voy a hacer la división justa y exacta de los camellos, que como ahora ven son 36.
Y volviéndose hacia el más viejo de los hermanos, habló así: 
-Tendría que recibir la mitad de 35, esto es: 17 y medio. Pues bien, recibirá la mitad de 36 y, por tanto, 18. Nada tiene que reclamar puesto que sale ganando con esta división.
Y dirigiéndose al segundo heredero, continuó:
-Y usted, joven amigo, tendría que recibir un tercio de 35, es decir 11 y poco más. Recibirá en cambio un tercio de 36, es decir 12. No podrá usted protestar, puesto que también usted sale ganando en la división.
Y por fin dijo al más joven:
-Y usted, joven Trim, según la última voluntad de su padre tendría que recibir una novena parte de 35, o sea, 3 camellos y parte de otro. Sin embargo, le daré la novena parte de 36, o sea, 4. Su ganancia será también notable y bien podrá agradecerme el resultado.
Y concluyó con la mayor seguridad:
-Por esta ventajosa división que a todos ha favorecido, corresponden 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado (18+12+4) de 34 camellos. De los 36 camellos sobran por lo tanto dos. Uno, como saben, pertenece a mi sobrino, aquí presente, y otro es justo que me corresponda a mí por haber resuelto a satisfacción de todos el complicado problema de la herencia.
-Extranjero. es usted muy inteligente, -exclamó el más viejo de los 3 hermanos, y aceptamos su división con la seguridad de que fue hecho con  justicia y equidad.
Mi tío tomó posesión de un hermoso camello, y me dio entregándome por la rienda el animal que me pertenecía.
-Ahora podremos continuar nuestro viaje, tu en tu camello, ya que tengo otro para mi.
Y seguimos camino hacia Bagdad.
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