martes, 15 de diciembre de 2015

El Placer de la Lectura


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EL PLACER DE LA LECTURA

Los adultos que no saben leer y escribir están muy cerca de la animalidad, son fáciles de conducir como un rebaño, se les puede mentir con suma facilidad, son primitivamente superticiosos y es posible hacerlos caer sin mayores dificultades en el fanatismo religioso para apartarlos de otros objetivos inconvenientes para la ia Iglesia...



En fin, la manipulación resultaría más sencilla en la medida en que se les mantuviera elejados de la escuela y de los libros para garantizar, a través de la ignorancia, el pago de las limosnas, donativos y obtenciones parroquiales, se contará o no con ahorros familiares.

“Acuerdate que sólo yo puedo salvarte del Infierno y obsequiarte la Eternidad”.

-Me irrita con la manipulación de los ignorantes. Me parece un verdadero salvajísmo. Una iglesia piadosa no puede lucrar con la miseria, tratándose de una institucióon supuestamente dedicada a impartir protección y consuelo.

Deja a los curas otros trescientos años al frente de la instrucción en nuestro país y podrás comprobar cómo la imbecilidad llegará al extremo de que se nos pueda llevar a dominar y a dirigir como una gran recua.
Esa irresponsabilidad histórica la pagaría generación tras generación...

¿Cuál era el sentido de estar contra periódicos y libros antes las masas de ignorantes?

En 1810, sólo el 1% de la población sabía leer y escribir.

En cambio los protestantes se salvaban a através de la lectura de la Biblia. Su propia religión los obligaba a evitar el analfabetismo. Saber leer y escribir los había unido como nación.

¿Cuándo en México se iban a vender quinientos mil ejemplares de un solo libro, como había acontecido en Estados Unidos con La caballa del Tío Tom, si sólo en Puebla, Veracruz, el Distrito Federal y Guadalajara existían imprentas en 1810.

El clero nos sepultó en las tinieblas desde que impidió la edición e importación de libros “prohibidos”, persigió a quienes pensara peligrosamente.

Se opuso a las ideas de Voltaire en contra del despotismo, a las de Montesquieu en relación a la división de los poderes; a las de Rousseau en torno a la  los derechos y libertades del individuo; y a las de Diderot y D’Alembert, enciclopedistas que exaltaron la prioridad y la excelencia de la razón.

Los frailes hicieron a los mexicanos:

Ignorantes como ellos;
sucios como ellos; 
inmorales como ellos y 
holgazanes como ellos.
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