lunes, 13 de marzo de 2017

Espejismos

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ESPEJISMOS 


Lo primero que tenemos que saber es que los espejismos no son alucinaciones, ni invenciones de nuestro cerebro; solo es una mala interpretación de la realidad. 

Prueba de esto es que, a diferencia de fantasmas, elefantes rosas u hombres de las nieves, los espejismos se pueden fotografiar e incluso buscar.

La clave está en la forma en la que viaja la luz y cómo afecta el calor a las moléculas del aire. 

La trayectoria que sigue la luz depende de las propiedades del medio en el que se mueva. Por ejemplo, cuando la luz pasa de agua a aire su dirección cambia, mientras que cuando viaja sin cambiar de medio lo hace en línea recta. 

La densidad del medio afecta al movimiento de la luz; bueno, técnicamente son los átomos y su disposición, pero para nosotros la densidad es una aproximación suficientemente buena. 

Lo curioso pasa cuando la densidad cambia de forma suave, como cuando tenemos aire frío en la parte de abajo y aire caliente en la parte de arriba. 

Sí, esto pasa siempre, pero solo a grandes escalas. Cuando ocurre a pequeñas escalas, los efectos pasan a ser visibles y nos encontramos con los espejismo, que no son sino luz que está donde no debería. Como un día muy caluroso cuando el asfalto se calienta mucho más de lo que el Sol calienta la atmósfera. 

Lo que el cerebro interpreta 

A medida que la luz va atravesando capas de aire menos y menos densas se va curvando hasta la luz que viene del cielo comienza a viajar de abajo arriba. Cuando esto pasa, nuestro cerebro recibe imágenes del cielo como si vinieran de la tierra y automáticamente decide que esa luz azul que observamos está sobre el suelo. 

Y claro, algo azul, que se mueve (debido a las corrientes convectivas del aire)… nuestro cerebro enseguida lo asimila a agua. ¡Espejismo al canto! Una ilusión óptica natural que no ocurre solo en el desierto o con el asfalto caliente, sino que puede ocurrir en el mar, el cerebro ahora cree que vemos aire y se pueden ver barcos volando; o a la inversa de forma que el barco aparece también sobre sí mismo 

Es el precio que tenemos que pagar para que cada vez que miramos a algo nuestro cerebro lo entienda de forma casi inmediata, sin tener que analizar lo que está bien realmente o posibles efectos “enrarecedores”. Lo del ver agua que no existe en mitad del desierto probablemente no sea lo ideal, pero lo de ver barcos volando, me parece de lo más entretenido. 

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