domingo, 25 de agosto de 2019

De Gatos


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DE GATOS 

    
                               
Carlo Coccioli          

  -¿Qué serían nuestras vidas si no tuviesemos animales?

  -Pregúntenle al primer transeunte en cualquier calla de Londres o Nueva York o Milán.

  -¿Qué pasaría con las ancianas francesas -que son millones y se van multiplicando con el volar de los años- sin sus amados “minús” y “minets”, que es así como de cariño, llaman ellas a sus mininos?


   -La función social de los gatos es incomensurable.

  -Se han escrito cientos de libros sobre ella.

  -La soledad engendrada por la metrópoli se apacigua en el amor de un gato.

  -Los hijos crecen y se van; los gatos quedan.

  -Los más tiernos de los hijos se acuerdan de llamarte por teléfono una vez cada semana.

  -Tú quisieras, oh ilusa, que te preguntaran que tal te va con el dolor de tus piernas; ellos sistemáticamente no lo hacen.

  -Tienen otras piernas en que pensar.

  -Los gatos no olvidan ningún dolor de ninguna pierna.

  -Se acurrucan en tu regazo y para que te tranquilices te cantan.

  -Nuestra existencia de cada día son pozos de amargura.

  -Vivir es aprender a resignarse.

  -Fulana tiene varices por todas partes; Mengana se siente hostilizada por unos cínicos vecinos.

  -En la mayor parte de nosotros, el alma funciona mal.

  -Más exactamente: el alma se siente incomoda en el maltratado cuerpo que la hóspeda.

  -Afortunadamente existen los gatos -y los perros, por supuesto. Ellos son los consoladores.

  -Dios sabía lo que estaba haciendo cuando los inventó.

  -Los Seguros Sociales de todo el planeta deberían levantar un faraónico monumento de gratitud a los animales domésticos.

  -¿Cuántos millones de dólares más gastarían en asistencia de no existir los perros y los gatos?
        
-Son, para una infinidad de males, la mejor medicina.

  -Y no exigen nada: sólo un mínimo de comida.

   -Te quieren y te honran hasta tu muerte y después.

  -En ocasiones llegan a lo patético intolerable de dejarse morir cuando tú te vas...

  -Un viejo que pasee con su perro en la ciudad dominguera, tétricamente enemiga, no es un viejo solo ni es un viejo triste. ¡Bendito sea Dios por haber creado a los animales!
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  -Mi padre era un hombre muy severo, un austero militar de carrera, un perfecto caballero al estilo un poco demasiado antiguo. él amaba a los animales tanto como, me atrevo a creer, los amo yo.

  -Antes de sentarse a la mesa para las perfectísimamente puntuales dos comidas cotidianas importantes, iba a cerciorarse de que los caballos, la dromedaria blanca (en Africa del Norte), los gatos y los perros, y durante cierto tiempo un solemne burro maltés llamado Faraone, hubieran sido debidamente atendidos.

  -Es muy probable que mi padre, que no era judío, ignorase por completo que eso es justamente lo que prescribe el Señor de los Ejércitos a los judíos piadosos: 

“¡dénles de comer a sus animales antes de comer ustedes mismos!”. Nada sabía del Talmud mi padre, pero naturalmente le obedecía.
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  -Todo lo que precede para llegar finalmente a un libro que acaba de salir aquí en México; se titula El mundo maravilloso de los gatos y es, sí, un libro maravilloso.

  -Lo ha publicado una empresa editorial llamada CECSA y me temo, por el lujoso aspecto que exhibe, que el precio pueda ser un poco alto; yo recibí el volumen en obsequio.

  -Pienso empero que valdría la pena que todo lector con un pequeño exceso de dinero se agasajara sin vacilaciones con un ejemplar.

  "Usted lo vale, ¿no es así?", como dicen los gurúes de la publicidad.

  -Por una vez digo lo mismo: todos nos merecemos un gran libro sobre los gatos.
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  -La autora es una ilustre veterinaria muy mexicana pese a sus nombres: Irene Joyce Blank Hamer.

  -¿Cómo habrá hecho para juntar tan enorme documentación?


  -Son miles de estupendas fotos, pero no sólo de fotos se trata.

  -Nada, absolutamente nada falta en la obra respecto a los gatos.

  -Un libro que casi da rabia: ¡ahora sobre los gatos no queda nada por decir!

  -Tonterias. Siempre quedará algo por decir sobre los gatos. Es un animal infinito: encierra un misterio divino. Desde el antiguo Herodoto hasta la deliciosamente agresiva Colette, desde el sabio Montaigne hasta Virginia Wolf o Aldous Huxley, toda la gente con un una brizna de alma tenemos inmensamente que decir sobre los gatos, semidioses inagotables.

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