domingo, 7 de marzo de 2021

Chacho

 


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CHACHO



Juan Manuel Rosales 


-Santiago Tiangüistengo es un pueblito pintoresco que queda sobre la carretera que va a Chalco. 


-Todos los martes hacen mercado... y fue ahí a donde, en un día como esos, mi papá compró un borreguito de escasos 15 días de nacido. Ya en casa, le empezamos a dar leche en biberón. Con el tiempo creció bien bonito. Ya un poco mayor empezó a comer alfalfa. Empezamos por darle desperdicios de la comida, convirtiendose así en el basurero. Todo se lo comía... excepto la alfalfa, que dejó de gustarle. Cuando se la dabamos, la olía, levantaba la pata y la orinaba. 


-Decididamente no era vegetariano. Además era productor de abonos para las azaleas de mi mamá. Le pusimos de nombre "Muchacho" quedando "Chacho". Creció tan fuerte que no se le podía amarrar con un lazo... lo rompia. Le gustaba estar libre. Después probamos con cadena de perro, pero, por ser más fuerte que un perro, también la rompió. Al final optamos por amarrarlo o llevarlo a pasear con una cadena gruesa con la cual solía arrastrarnos. 


-Todos en casa nos acostumbramos a Chacho, lo queríamos mucho, excepto mi mamá... y a decir verdad, tenía razones para ello: le comió unas sábanas, unos zapatos y a una colcha nuevecita, que le habían regalado, Chacho le dió una "mordidita". 


-Recuerdo un problema fuerte que tuve con mi papá; fue en un desayuno. Mi papá recien había traído pan calientito para Chacho y se me hizo fácil cambiar un pan de la cena del día anterior por uno calientito por lo que mi padre me recriminó que el pobre animal no hablaba, si no, él también pediría un pan calientito. 


-Como era costumbre, Chacho desayunó su café con leche bien endulzadito con pan remojadito. 


-Era muy entendido porque a dónde iba mi papá él lo seguía como si fuera un perrito, y sin cadena. Mi papá nada más le decía "¡Chacho!" y el borrego se sentaba a su lado. Le tocaba caminata matinal con mi papá y así regresaba a recostarse y dormía a "pierna suelta" hasta que llegaba la hora de comer. 


-Le gustaban mucho los refrescos y luego tenía muchos gases. El refresco tenía que ser en botella. La gente que lo conocía le regalaba refrescos. Al rato empezaba a quejarse y teníamos que sobarle la panza. 


-Le desagradaba que le tocaran la cabeza, pero, lo que más le molestaba eran los perros que se le acercaban para ladrarle. Puso en su lugar a 2 que 3 a puro "topanazo". 


-Le desesperaba también la cantidad de lana que tenía en época de calor. 


-Al corretear con los niños, debido a su corpulencia, después de un buen rato se sofocaba y se desplomaba como muerto, "se le paraba el corazón", y se le tenía que dar masaje para reanimarlo hasta que decía "uf", signo inequivoco de haber vuelto a la "vida". 


-Chacho era como un toro, si le ponían algo rojo enfrente envestía. Uno de los vecinos era un pretendiente de novillero que le gustaba torearlo. Lo malo es que al embestir el borrego brincaba y en una de esas le ensartó un testículo. 


-¡Pobre!, en ese momento se le acabaron sus deseos de llegar a ser torero. ¡Quizá para bien de él! 


-Chacho era muy buen guardian. Una vez se lo quisieron robar, primero trataron de jalarlo de la cadena, como no se dejaba, intentaron después cargarlo, pero para su sorpresa vieron a una fiera que los arremetió a "topanazos". 


-Les quitó las ganas de tratar de llevarselo. 


-Solíamos amarrarlo junto a la puerta. En una ocasión llegó un vendedor de ollas. Tocó a la puerta y al ver a Chacho dijo: "¡Qué bonito animalito!", al tiempo que le hacía un cariñito en la cabeza. El borrego le dió la vuelta y lo enrredó, haciendolo caer, y ya a gatas, lo agarró a puros "topanazos". Tanto tamborazo con gritos parecía Rock pesado. 


-¿Quién esta haciendo ese escándalo en la puerta? -gritó mi madre. Tuvimos que comprar una batería que no estaba en el presupuesto. 


-En otra ocasión, por ser tan latoso, lo amarramos a un poste de alumbrado, con su cadena larga. En eso que se para cerca de él un taxista a cambiar una llanta. Se inclinó para ese menester poniendose a "tiro de mata" del borrego. Tal fue el "topanazo" que el pobre chofer quedó 7 días sin poder sentarse. 


-En alguna ocasión llegó un borrachito con su sombrero puesto, lo iban cargando sus sobrinos y viendo al borrego le gritó algunas palabras altizonantes al tiempo que le tiraba un sombrerazo. Chacho, al verse agredido, tomó impulso, dió 3 pasitos hacia atrás, agachó la cabeza y... lo puso como rehilete. 


-En otra ocasión Chacho me destrozó uno de mis tenis; eso me enojo tanto que se me hizo fácil darle una patada, la cual me dolió más a mí que a él, me lastimé una uña del pie. Al verse agredido dió sus consabidos 3 pasitos para atrás y apuntó. Afortunadamente para mí, en ese instante lo vió mi mamá quien me gritó. Apenas tuve tiempo para hacerme a un lado. Chacho se fue a estampar contra la pared que quedó cuarteada. Del golpe tan fuerte quedó asonsado y perdió un cuerno. 


-Estuvo sangrando mucho tiempo hasta que mis hermanas, que son enfermeras, pudieron controlarle la hemorragia. A partir de entonces como el hueso creció chueco en dirección del ojo, cada 3 ó 4 meses había que sujetarlo entre 4 personas para cortarle el cuerno con segueta. 


-Un día se volvió a lastimar el cuerno. Le sangró y se le infectó. Se le aplicaron varias inyecciones de penicilina para combatir la infección, pero fue inútil. No hubo más remedio que sacrificarlo. Cuando se enteraron que mi mamá lo había hecho barbacoa todo mundo derramó lágrimas. Por supuesto mi papá no comió ese dia. 


-Con Chacho vivimos 5 años que siento que de alguna manera nos enriqueció nuestra concepción de la vida. 

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