jueves, 13 de agosto de 2009

Paulina y el PAN

Denise Dresser

Intimidada, manipulada, mancillada, Paulina es un caso emblemático.
Violada primero por un criminal y después por las autoridades de Baja California, Paulina refleja las contradicciones que enfrenta la mujer mexicana: vive en el nuevo milenio pero bajo leyes del medievo; vive en un país que presume modernidad pero impone maternidad. Hay cientos y miles de Paulinas en Mexicali, en Matamoros, en Morelia, en Minatitlán. Mientras sufren en silencio, los políticos luchan por la democracia, por la alternancia, por la transparencia, por el derecho de los mexicanos a decidir su propio destino. Pero pocos alzan la voz para ofrecerle esa opción a quienes cargan sobre sus espaldas con la mitad del cielo. Vicente Fox se opone al aborto. El PAN se opone al aborto.
Muchos mexicanos se oponen al aborto. Todos deciden lo que la mujer debe o puede hacer y nadie le otorga el derecho a elegir. La testosterona se impone y la mujer dispone.El gobernador de Baja California y el Comité Nacional Provida tienen mucho que explicar, muchas cuentas que rendir, mucho daño que resarcir. Pero se niegan a hacerlo. Obstaculizaron el aborto de Paulina y ahora se lavan las manos.
Presionaron a sus padres y ahora les cierran la puerta. Se comportaron como dioses y ahora se rehusan a lidiar con los demonios que crearon.
Le mostraron videos de fetos despedazados y ahora se rehusan a encargarse de un niño entero. Le ofrecieron la salvación en el reino de los cielos y ahora se rehusan a ayudarla a vivir en la tierra. Se comportaron como todos aquellos hombres que embarazan primero y huyen después. Salvaron un bebé y destruyeron una vida.
El tema del aborto es difícil para cualquier persona que piensa, reflexiona, siente. Es difícil pensar que cualquiera que haya tenido un aborto lo haya hecho en forma casual. Aquellas mujeres que han abortado seguramente piensan en lo que pudo haber sido: en la niña con zapatos de charol, en el niño con la camiseta del América. Un aborto desgarra y desanima y hiere y humilla. Pero el derecho a abortar —un derecho que tienen las mujeres en la mayor parte de las democracias occidentales— no fue una propuesta de sobremesa de feministas que lo sugirieron una tarde compartiendo café, especulando cómo irritar a los hombres, planeando cómo conquistar al mundo. El derecho a abortar forma parte de esas largas luchas que han movido las ruedas de la historia milenio tras milenio.
En México se intenta desacreditar el tema de la legalización del aborto argumentando que pertenece al coto feminista, al mundo de las mujeres gritonas y guerrilleras. Pero no se necesita ser feminista para creer enlos derechos de la mujer: derechos universales, humanos, esenciales. La Corte Suprema de los Estados Unidos ha dicho que el derecho de una mujer a optar por un aborto es algo central a su vida, a su dignidad... y cuando un gobierno controla esa decisión, le está negando la posibilidad de ser tratada como un ser adulto entero, responsable de sus propias decisiones. Los gobiernos que penalizan el aborto siguen percibiendo a las mujeres como madres, amantes, esposas, concubinas, secretarias, subalternas. Quieren mantenerlas en su lugar, en el infantilismo invariable, en el sótano del segundo sexo.
Aquellos que se oponen al aborto argumentan que entraña el desperdicio de un ser humano perfectamente bueno. Pero un aborto siempre implica la guerra entre los vivos y los casi vivos, y en esa batalla la voluntad de los primeros debe imponerse sobre la posibilidad de los segundos. La vida real de las miles de paulinas por encima de la vida potencial de los miles de bebés botados en la basura, los miembros de Provida que reparten fotografías de fetos desmembrados parecen olvidar el dolor que padecen los niños no queridos, abandonados, desperdiciados. Parecen olvidar las miles de mujeres que mueren a causa de abortos practicados con agujas de tejer, en condiciones cavernícolas, en los callejones y en las clínicas.
Muchos piensan que el embarazo inicialmente es tan sólo una masa amorfa de protoplasma, un conjunto de células anónimas que puede ser removido de manera ascéptica por un instrumento quirúrgico. Y muchos piensan que ese protoplasma es un ser humano, completo, en miniatura, al cual se le puede hablar, cantar, prometer. Quizá la realidad se encuentre en el justo medio. Quizá por ello hay un número creciente de mujeres mexicanas que se encuentran en el justo medio del debate:
odiando la idea del aborto pero apoyando la idea de su legalización.
Actualmente, los candidatos presidenciales se disputan el voto femenino, en particular el voto de las mujeres pobres que representan 33% del padrón. Ofrecen institutos para la mujer, ofrecen becas para sus hijos, ofrecen refrigeradores y redención. Lo que no prometen es la posibilidad de que las mujeres mexicanas se vuelvan dueñas de su propia voluntad, dueñas de su propio cuerpo, dueñas de su propio futuro. Fox dice que es liberal; dice que en su presidencia permitirá las minifaldas y el table dancing, dice que el gobierno no debe gobernar en las casas y en las cantinas. Pero aún acepta que los hombres legislen sobre lo que ocurre en el útero de las mujeres. El liberalismo panista tiene una enorme laguna, se aplica con excepcionalidad, favorece la libertad individual de los hombres pero no de las mujeres. El liberalismo panista condena la violencia en las calles pero hace poco por condenar la violencia en las camas. Si los hombres panistas se embarazaran, el aborto sería, indudablemente, un sagrado sacramento.
El PAN en Baja California tomó la ley en sus manos, se declaró por encima de ella, la desconoció. El paternalismo del gobernador prevaleció sobre el precedente legal. El panismo violó un derecho —el aborto de un embarazo producido por violación— consagrado en el Código Penal. El panismo reinterpretó la Constitución para servir a sus propios fines, y tergiversó la letra de la ley para contribuir a su propia cruzada. En vez de procurar la ley, el Procurador de Justicia del estado procuró meter a la madre de Paulina a su carro y llevarla a ver a un sacerdote. En vez de defender los derechos de la joven, el procurador de Justicia se los arrebató. Dicen que el gobernador ha reaccionado de manera "iracunda e irascible" frente a las recomendaciones de los defensores de los derechos humanos. ¿Así reaccionarán los panistas de llegar a la silla presidencial? ¿Así convertirán sus convicciones personales en imposiciones generales? ¿Así apoyarán la democracia para todos, menos para las mujeres que les cocinan y les limpian? ¿Así harán de la religión un instrumento para asegurar el rezago? ¿Así excomulgarán a los no panistas del país?
Conozco pocas mujeres que se declaran en favor del aborto. Conozco cientos de mujeres que apoyan el derecho de una mujer a decidir si tiene un aborto o no. Las mujeres que eligen abortar no lo hacen por sed de sangre, sino por sed de vida; de una vida mejor de la que pueden ofrecer. Quienes argumentan que hay mujeres con sed de aborto nunca han padecido uno en carne propia. Fox declaró en una entrevista reciente que Paulina tiene la gran fortuna de tener un hijo al cual querer. Es cierto. Pero como lo escribió hace años Germaine Greer, una de las defensoras de los derechos de la mujer, "la madre obligada a serlo, ama a su hijo al igual que un pájaro enjaulado canta. Pero el canto no justifica la jaula, ni el amor la imposición".
Vicente Fox ya ha dicho que de llegar a la Presidencia no habrá legalización del aborto. Francisco Labastida ni toca el tema. El asunto del aborto asusta a los presidentes potenciales; piensan que tienen mucho que perder y poco que ganar si mueven las aguas, si proponen un debate, si asumen una posición abierta. Las mujeres están allí para ser seducidas y protegidas, admiradas y arropadas. Los candidatos quieren su voto, pero no sus ideas. Apoyan su libertad para votar pero no su libertad para decidir. Apoyan que las
mujeres tengan un voto propio pero no un cuerpo propio. Apoyan que las mujeres elijan a un hombre pero no que elijan si quieren concebirlo. Lástima que en esta elección nadie haya enarbolado el derecho que tiene una mujer a elegir. Lástima que en esta elección nadie esté dispuesto a darle una opción a la mujer en vez de ponerla en su lugar. Ojalá que después de 2000 las mujeres cobren conciencia de ese déficit democrático. Y ojalá que en las urnas por venir vendan caro su amor.

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