jueves, 13 de agosto de 2009

Las Mujeres Violadas

Anne Marie Mergier

Bajo el titulo de "EL MARTIRIO DE LAS MUJERES VIOLADAS", Zazi Sadu, reportera de EL WATTAN (La Nación), que es el diario independiente más leído de Argelia, publicó el 27 de enero los testimonios estremecedores de muchachas secuestradas y violadas por los grupos armados islámicos.
Estos últimos se apoyan en una ley chiita que autoriza "el matrimonio de gozo" para cometer sus crímenes.
Desde hace algún tiempo circulaban rumores al respecto, pero hasta el reportaje publicado por EL WATTAN no se había dado a conocer públicamente testimonio alguno de víctimas. Y eso por dos razones.
La mayoría de ellas reaparecen muertas, a menudo decapitadas, y las escasas sobrevivientes por lo general no se atreven a hablar.
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Asaltadas en la calle, a la salida de una escuela o de una tienda, robadas en presencia de sus padres, centenares de muchachas son secuestradas por grupos armados terroristas para ser utilizadas durante "el descanso de los guerreros".
Secuestradas durante largos meses en condiciones infrahumanas, están sometidas al terror de muchachos armados, llenos de odio y totalmente desequilibrados.
Guisan, lavan la ropa y por supuesto son violadas, golpeadas, quemadas...
A estas muchachas agredidas hasta en lo más profundo de su ser los emires les explican que l Islam les autoriza a tomarlas temporalmente como esposas en nombre de la ley que regula "el matrimonio de gozo".
Se trata en realidad de una práctica común en Irán, pero los cánones del chiismo son muy estrictos: este tipo de matrimonio implica el consentimiento de ambas partes para una unión que puede durar una hora o varios años.
Implica tambin, después de la separación, una indemnización a la mujer (dinero o bienes) por parte del hombre que, además, debe asumir la vida material del o de los niños nacidos de esa unión.
En ningún caso esa costumbre chiita puede justificar las atrocidades cometidas por esas sectas de asesinos, que en nombre de una FETWA secuestran, violan y decapitan mujeres simplemente porque son mujeres, es decir, hablando prosaicamente: rebaño sexual.
Una de estas jóvenes acepta testimoniar.
La llamaremos Uarda. Sólo tiene 17 años. Antes de que sus verdugos la raptaran, tenía una larga cabellera negra. Hoy en su mirada sólo se lee angustia.
"¿Por qué me hicieron eso?", repite.
Su madre intenta calmarla, explicarle lo inexplicable....
Ese día Uarda regresaba a su casa, en un barrio cntrico de Argel, un joven se le acercó, parecía pedir ayuda.
La muchacha no tuvo tiempo de entender lo que pasó.
El joven la empujó a un coche, le vendó los ojos y empezó el camino hacia el infierno.
Estaba tan aterrorizada que durante todo el trayecto no pudo decir una sola palabra.
"El me amenazaba con un cuchillo".
Finalmente Uarda llegó a una casa vieja de la que no salió durante varios meses.
Se encontró con otras diez muchachas, todas muy jóvenes, una de las cuales sólo tenía 12 años.
"Cuando vi a todas estas niñas me calmé un poco. Algunas tenían mi edad, otras tenían 20 años. Todas había sido secuestradas en la calle o en sus casas. Siempre había un grupo de muchachos armados que nos vigilaban. Se turnaban. Cada mañana repartían las tareas: unas guisaban, otras lavaban, otras cosían. A mí me tocaba lavar la ropa.
Algunos días después de su secuestro, en el momento de la comida, Uarda sintió la mirada de sus dos vigilantes. La miraban y se reían.
"Me dio terror. Pensé: Dios mío, hoy a va a ser mi turno. Ya sabía lo que hacían con otras muchachas... No me equivoqué".
Uarda tiene muchos problemas para contar la escena que siguió. Cada vez que intenta hablar, llora. Su cuerpo se mueve de un lado a otro, aprieta convulsivamente las piernas. La dejamos descansar... Le hablamos... Le decimos que es muy importante que hable, importante por ella, por las demás muchachas, por nosotras las mujeres.
"Sacaron a las otras muchachas, y dos terroristas con armas se quedaron conmigo. Uno se quedó cerca de la puerta para vigilar a las demás y el otro me ordenó desvestirme. Me negué. Le dije que lo que iba a hacer estaba mal, que Dios condenaba eso porque no nos he habíamos casado. Me amenazó con su cuchillo, me dijo que me iba a desfigurar, me dijo tambin que Dios le permitía hacer eso porque él era un MUDJAHID y que de todos modos más tarde se casaría conmigo. Casi me desmayé cuando empezó a tocar mi mejilla con su cuchillo. Me desvestí. Pero intenté resistir. Entonces me quemó con su cigarrillo. Aullé. Me seguí defendiendo.
Me quemó por todas partes y me desmayé. Cuando me desperté, estaba tirada en el piso. Había sangre, mucha sangre. No quise hablar con las otras muchachas cuando se me acercaron...".
"Una noche una de ellas decidió escaparse. Nadie pudo disuadirla. Ya llevaba varios meses aquí. Siempre lloraba, pensaba en su madre, en su familia, en el deshonor que había caído sobre su familia; intentamos todo para retenerla, pero en plena noche intentó salirse. Uno de los vigilantes se despertó, la agarró por el cabello, prendió la luz y la mató con dos balazos en la cabeza, enfrente de nosotras. Apenas nos alcanzó el tiempo para tapar los oídos de las más jóvenes para que no oyeran las detonaciones.
Después nos echamos todas a llorar. Varias tuvieron ataques de nervios. Los terroristas sacaron el cuerpo, y al día siguiente la enterraron por ahí cerca".
Uarda fue víctima de numerosas violaciones a lo largo de sus meses de secuestro. Se ve profundamente afectada física y psíquicamente. Como sus compañeras, debe su vida a un grupo de campesinos que sospecharon que algo extraño ocurría en esa casa e intervinieron para salvarlas.
Hoy esa muchacha vive en la angustia permanente ante el temor de que haya represalias contra su familia o contra ella misma. Todos los suyos la rodean y la ayudan. Pero es difíc
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