martes, 15 de diciembre de 2009

Carta a Proceso

Señor director:

En la historia de México, el más reciente capítulo de la lucha de los mexicanos por su emancipación fue la Revolución Mexicana, cruenta contienda que costó la vida a 1 millón de compatriotas para derrocar al tirano que durante 30 años de dictadura violentó la Constitución de 1857 permitiendo a la reacción clerical, a la oligarquía y a los entreguistas recuperar los privilegios derogados por las Leyes de Reforma.
La sentencia es: “Cuando los pueblos olvidan su historia, están condenados a repetirla”.
Fatalmente, la tiranía ha vuelto. Y esta vez pretende ejercerla un sujeto sin la estatura histórica de aquel tirano, pero se atiene al poder de quienes instrumentaron el fraude electoral de 2006 para impimponerlo.
Cuenta además con el apoyo del imperio del norte y, peor aún, confía ciegamente en la docilidad de las Fuerzas Armadas Mexicanas porque, desde la víspera de su toma de posesión, en ceremonia nocturna inventada al efecto por los Altos Mandos en el Campo Militar Marte, éstos hicieron posible su instalación y protesta de ley al día siguiente, con un despliegue de fuerza en la Cámara de Diputados del que sólo es capaz en la nación el Ejército Mexicano.
Consecuentemente, eso le dio la confianza necesaria para emprender la embestida sin tregua contra la Constitución de 1917 promulgada al triunfo de la Revolución Mexicana.
Sin embargo, su incapacidad y falta de visión, así como su gabinete de ineptos que actúan en complicidad, muy pronto sumieron a México en el caos, dando pie a la creciente inconformidad de la ciudadanía que ya amenaza la paz social.
Entonces: ¿Cual es el pensar de los militares en activo y en retiro?
La cuestión no es menor para los amplios sectores sociales que aún guardan confianza en el Instituto Armado.
Los soldados de tierra, mar y aire no están al margen de la realidad; militares de alto rango en activo y retirados, estudiosos de los riesgos que corre el país en lo politico, en lo económico y en Seguridad Nacional, analizan la preocupante situación actual, que seguramente llevará a los inconformes a otros cauces que darán a la oligarquía el pretexto buscado para desatar la represión.
Porfirio Díaz lanzó contra los inconformes al Ejército federal y fue derrotado a la larga, entre otras rezones porque la tropa desertaba en la primera oportunidad y se unía a los insurrectos.
Calderón confía en los generales porque están tan bien pagados como los ministros de la Suprema Corte, los funcionarios del IFE o los senadores y diputados.
Eso le hace creer que tiene comprada su lealtad.
Pero el origen del Ejército Mexicano es la Revolución Mexicana, y por eso el pueblo le entregó las armas de la nación.
Tal es el credo de quienes fuimos formados en las virtudes militares y el amor a la patria, doctrina sustentada en las históricas luchas por la Independencia, la Reforma y la Revolución.
Por lo tanto, nunca podremos permitir que el Ejército deje de ser del pueblo para que mandos aristocráticos pretendan obligar a la tropa a apuntar las armas contra sus hermanos de clase: campesinos, obreros, estudiantes, empleados, tianguistas, amas de casa, burócratas, vendedores ambulantes, choferes, gente procedente de su mismo estrato social.
Sus decisiones harán pasar a la historia los nombres de esos Altos Mandos y Mandos Superiores Diplomados de Estado Mayor, que de momento nos recuerdan a aquellos generales de élite del Ejército Federal del dictador Porfirio Díaz, ahora personeros del linaje que en la actualidad traduce las siglas DEM en “Dueños del Ejercito Mexicano”.

Atentamente
General Brigadier Reitrado Samuel Lara Villa
Distrito Federal
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