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¿Qué historia es ésa?, preguntó el comandante.
La historia de una vaca.
¿Las vacas tienen historia?, volvió el comandante a preguntar, sonriendo.
Ésta, sí, fueron doce días y doce noches en unos montes de Galicia, con frío, y lluvia, hielo, y barro, y piedras como navajas, y matorrales como uñas, y breves intervalos de descanso, y más combate y ataques, y aullidos, y mugidos, la historia de una vaca que se perdió en los campos con su cría de leche, y se vio rodeada de lobos durante doce días y doce noches, y fue obligada a defenderse y a defender al hijo, en una larguísia batalla, la agonía de vivir en el límite de la muerte, un círculo de dientes, de fauces abiertas, las arremetidas bruscas, las cornadas que no podían faltar, de tener que luchar por sí misma y por un animalito que todavía no se podia valer, y también esos mometoe sin que el ternero buscaba las tetas de la madre, y mamaba lentamente, mientras los lobos se aproximaban, con espinazo tenso y las orejas aguzadas.
Subhro respiró hondo y prosiguió.
Al cabo de doce días la vaca fue encontrada y salvada, también el ternero, y fueron conducidos en triunfo hasta la aldea, sin embargo, el cuento no acaba aquí, la cosa siguió dos días más, tras los que, porque se había convertido en vaca brava, porque aprendió a defenderse, porque nadie podia dominarla o acercársele, la vaca fue muerte, la mataron, no los lobos a los que había vencido durante doce días, sino los mismos hombres que la habían salvado, tal vez el propio dueño, incapaz de comprender que, habiendo aprendido a luchar, aquel antes conformado y pacífico animal no podría detenerse nunca más.
Un silencio respetuoso reinó durante algunos segundos en la gran sala de piedra.
Los soldados presentes, aunque no muy experimentados en guerras, baste decir que los más jóvenes nunca habían olido la pólvora en los campos de batalla, estaban asombrados en su foro íntimo por el valor de un irracional, una vaca, imagínenese, que había mostrado poseer sentimientos tan humanos como el amor de familia, el don del sacrificio personal, la abnegación llevada hasta el extremo.
El primero en hablar fue un soldado que sabía mucho de lobos.
Tu historia es bonita, le dijo a Subhro, y esa vaca merecía, por lo menos, una medalla al valor y al mérito, pero hay en tu relato algunas cosas poco claras y hasta bastante dudosas.
¿Por ejemplo?, preguntó Subhro con tono de quien ya se está preparando para la lucha.
Por ejemplo, quién te contó ese caso.
Un gallego.
Y cómo lo supo él.
Debe de haberlo oído por ahí, o leído.
No creo que sepa leer, lo oyó y lo memorizó.
Puede ser, yo me he limitado a repetirlo lo mejor que pude.
Tienes buena retentiva, sobre todo teniendo en cuenta que la historia está contada con un lenguaje nada común.
Gracias, dijo Subhro, pero ahora me gustaría saber qué cosas poco claras y bastante dudosas encuentras tú en el relato.
La primera es el hecho de darse a entender, o mejor, de afirmar claramente que la lucha entre la vaca y los lobos duró doce días y doce noches, lo que significaría que los lobos atacaron a la vaca nada más empezar la primera noche y se retiraoron probablemente con bajas, en la última.
No estábamos allí, no pudimos verlo.
Sí, pero los que conozcan algo sobre lobos saben que esos animales, aunque vivan en manadas, cazan solos.
¿Adónde quieres llegar?, preguntó Subhro.
Quiero llegar a que la vaca no podría resistir un ataque concertado de tres o cuatro lobos, ya no digo doce días, sino una sola hora.
Entonces, en la historia de la vaca luchadora es todo mentira.
No, mentira son solo las exageraciones, los adornos del lenguaje, las medias verdades que quieren pasar por verdades completas.
¿Qué crees tú entonces que pasó?, pregunto Subhro.
Creo que la vaca realmente se perdió, que fue atacada por un lobo, que luchó con él y lo obligó a huir tal vez malherido, y después se quedó allí pastando y dando de mamar al ternero, hasta ser encontrada.
¿Y no podría haber ocurrido que llegara otro lobo?
Sí, pero eso ya sería mucho imaginar, para justificar la medalla al valor y al mérito, con un lobo ya es bastante.
La asistencia aplaudió pensando que, bien vistas las cosas, la vaca gallega merecía la verdad tanto como la medalla.
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Tomado de "El viaje del Elefante"
José Saramago
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