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Pablo Neruda
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El agua pasa en tí como un cuchillo
y separa el amor en dos mitades
con un frío de dólares metidos
hasta la empuñadura en tus canales;
yo te digo las penas que yo siento
si otros no ven estas calamidades
piensa que estoy perdido o que bebí
demasiadas botellas en tus bares,
pero estas construcciones, estos lagos,
estas agues azules de dos mares
no deben ser la espada que divide
a los felices de los miserables,
debiera ser la puerta de esta espuma
la gran unión de dos mundos nupciales;
un pequeño camino construido
para hombres y no para caimanes,
para el amor y no para el dinero,
no para el odio, sino para los panes,
y hay que decir que a tí te pertenece
este canal y todos los canales
que se construyan en tu territorio;
éstos son tus sagrados manatiales.
El manantial del mar que te rodea
es tuyo, es una vena de tu sangre
y los vampiros que te la devoran
deben hacer valijas y marcharse
y solo tu bandera de navío
debe mover al viento de la tarde:
el viento panameño que pregunta
como un chiquillo que perdió a su madre
dónde está la bandera de su patria.
Está esperando, y Panamá lo sabe.
Y lo sabemos los americanos
desde la Patagonia al Río Bravo:
una sola bandera en el canal
debe mover su pétalo fragante:
no puede ser bander de piratas,
sino una rosa más de nuestra sangre
y el puro pabellón de Panamá
presidirá el camino de las naves.
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