lunes, 15 de julio de 2013

Chilango


      
           -¿A quién se le denomina chilango?

-Chilango es un sinónimo mexicano para los residentes de la ciudad de México.

La Real Acadmia Española y la Academia Mexicana de la lengua dan la definición de la palabra como refiriéndose a algo "perteneciente a la ciudad de México en especial a los nativos de la capital.
       El término Chilalngo es ampliamente usado y se refiere a la variedad de gente que van desde aquellos que hablan con el acento chilango a aquellos que viven, trabajan o estudian en la ciudad de México.
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YO, CHILANGO
                                         Juan Domingo Argüelles

        A Efraín Calderón Lara, un lider estudiantil de 26 años, lo secuestraron, lo torturaron con rencor y luego lo asesinaron. Ello ocurrió en 1974, en Yucatán. Hernán Lara Zavala escribió una magnífica novela al respecto: Charras (Joaquín Mortíz, 1990).
        El crimen de Efraín Calderón Lara causó escándalo y conmoción en la sociedad yucateca y, en general, en la península. El cadáver de "Charras" fue abandonado en la carretera hacia Chetumal, estado de Quintana Roo.
        Durante varios años este crimen sirvió para que la gente de Chetumal hiciese la siguiente recomendación a sus seres queridos:
        -Ten mucho cuidado en la carretera. Ya ves lo que hicieron los chilangos con aquel pobre muchacho. Desde que ellos llegaron por aquí, hay mucho robo e inseguridad. Ya ves cómo son malos esos "huaches".
        Así, por la magia del chauvinismo, los delincuentes locales se convirtieron en chilangos, en "huaches". Ello porque el localismo, el patrioterismo regional, no puede imaginar siquiera que el mal está dentro de sí mismo y no fuera. La maldad tiene que venir de fuera. La virtud, de dentro.
        Lo cierto es que los asesinos de Efraín Calderón Lara eran más yucatecos que los papatzules, según pudo comprobarse cuando se les detuvo y encarceló, y según también la recreación literaria y testimonial del novelista Hernán Lara Zavala: "Los otros dos tipos no contestan. El que hace de chofer celebra los chistes de su compañero que funge como cabecilla pero no hace comentario alguno. El viejo que lo tiene sujetado contra el piso hiede a sudor y alcohol pero ni siquiera ríe de lo que dice el flaco que desde el asiento de adelante, amago a Charras con la pistola.
        "-Ustedes son de la policía..
        "-¡No! -contesta violento el flaco-. Somos de Veracruz, ¿verdad camaradas? -dice tratando de recuperar la compostura.
        "-Son yucatecos, ya los  oí...".
        Que un yucateco quiera hacerse pasar por jarocho sería tanto como el que los Cahuich quieran confundirse con la familia real de Gales.
        Pero, como ya advertimos, desde los primeros párrafos, en la conciencia común de la gente de la región quedó la certidumbre de que aquel crimen -y otros tantos- sólo podía ser obra de los chilangos, ¿pues quiénes si no ellos son malos y despiadados?
        El antichilanguismo ha servido para tranquilizar la mala conciencia. El vicio es forastero. El crimen viene del centro del país.
        -¡Cómo cree que alguien de aquí va a hacer una puerqueza de ese tamaño! -dicen en su provincia los defensores a ultranza de la pureza social-. ¡Son los chilangos los que hacen todas esas cosas!
        E incluso provincianos inteligentes "razonan" de este modo.
        Lo anterior sólo es un ejemplo de los muchos que se dan en las distintas provincias de México y que en algunas llegan a extremos inconcebilbes. El antichilanguismo ha servido para que incluso las autoridades locales de algún municipio presenten así el asunto:
        -Si antes todo estaba bajo control; aquí no había problemas. La gente es pacífica. Pero llegaron los chilangos y entonces...
        Para vivir tranquilos en nuestra inconciencia no hay nada como echarle la culpa de nuestras desventuras a los fuereños. Son los que arrojan basura a la calle; los que orinan en la banqueta, los que pisan el césped, los que se pasan los altos, los que mientan madres con el cláxon, los que hacen trampas y timos, los prepotentes, los despiadados, los groseros, los abusivos, etcetera. Y nosotros los provincianos, aquí tan buenos, tan indefensos. Así es el esquema mental.
        Yo, chilango hoy, nacido en provincia, escribo ésto, y me indigna tanto rencor.
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