martes, 16 de julio de 2013

Miseria por 500 años en el Estado de Morelos



                                                   
Nadia Piemonte

Xoxocotla, Mor. 8 de enero 1904.


          -¿Y usted qué cree, señora, que se vive mejor ahora, o hace seis años... Tenía usted más dinero antes, o ahora?

        ¿Cómo mejor?, me responde tímidamente. Es una mujer de rostro joven y cansado, rodeada de tres niños en escalerita, cuatro, tres y dos años. A otros tres, "más grandecitos" los dejó con su abuela. Me dice que ella trabaja "en el servicio" y su marido, en el campo.
        Le repito la pregunta, lo piensa un rato y me responde: "Yo creo que igual, seño...",
Junto a ella, otra mujer, vestida de encaje, me dice que es de "la Tigra, de allá de monte", una ranchería de los linderos de Guerrero.
        En la Tigra hay escuela primaria, nada más. Y los niños "ni aunque quieran pueden seguir estudiando, porque ni la telesecundaria llega". Para la telesecundaria se requieren 30 chamacos y en la Tigra sólo habría 24. No pueden llegar hasta Tilzapotla, porque se hacen dos horas a pie, o "una hora en bestia, pero es peligroso porque se podrían caer y romper un brazo o una pierna".
        La mayoría de los adultos no saben leer ni escribir, o se les olvidó.


          -¿Para qué vinieron hasta Puente de Ixtla?

        -Nos invitó el del PRI para ver al candidato.

          -¿Qué le van a pedir?

        "Pues no sé", me responde una, y la otra: "Pues creo que el agua". El agua, en la Tigra, la acarrean de "un ojo que casi no tiene agua ya" y está bien lejos.
        Me dicen que se cansaron de pedir que les lleven agua. ¿Luz? Luz sí hay y también tienen una clínica, "pero ahora no hay quien la atienda... pues porque el médico a veces viene y otras se regresa a su pueblo y pues no sabemos porque.

          -¿Tienen teléfono?
      
        "Nos lo quitaron hace poco... Sabe porque... La que lo tenía, ya no lo tiene".
        Antes de Puente de Ixtla, aquí en Morelos, presenciamos la ceremonia con la que los indígenas de Xoxocotla hicieron tata a Jorge Carrillo Olea, candidato del PRI a la gubernatura de Morelos.
        Una recepción festiva de niños, niños que parecían tener todos la misma edad. Una calle de niños que, obedientes, se hicieron a un lado al paso de las personalidades y los acompañantes de las personalidades. Niños atentos al esparcimiento de petalos de cempazúchitl.
        Cientos de ojos negrísimos mirando a los tatas llevándole los guajolotes y las cestas de frutas al candidato. Niños que gritaban vivas y rompían vallas para saludar de mano. Manos que esparcían confetis sobre cualquiera que se bajara de un vehículo, en las calles de Xoxocotla.
        Por tres escuelas pasamos y, si acaso, cambian los uniformes, los niños parecían ser los mismos, igual que las escuelas que llevan el nombre de Emiliano Zapata. Todas las escuelas de Xoxocotla, extrañamente llevan el nombre del héroe cuyo apotegma fue "la tierra es para quien la trabaja con sus propias manos".

Después de la ceremonia, cuando ya era tata, cuando ya había sido condecorado con el collar de cempazúchitl y había dejado que la paloma, "que es signo de paz", volara por el azul cielo de Xoxocotla.

          ¿Y los niños, señor candidato Carrillo Olea?
      
        "Yo me estaba preguntando mientras los veía, para qué estudian estos niños, para qué se esfuerzan los padres si no somos capaces los hoy adultos de abrirles los senderos de un futuro más confiable. Qué sentido tendría ser niño, educarse, formarse en los tecnológicos, en las escuelas de artes y oficios como aquí, si los adultos que somos responsables de ofrecerles un trabajo, no somos capaces. Esa es mi reflexión", respondió el candidato del PRI.
        Olor a copal que se esparce frente a la añosa iglesia de Xoxocotla. Las autoridades indígenas, en náhuatl pronunciando con respeto, casi un susurro, las bendiciones para el nuevo tata Carrillo Olea. La entrega del bastón de mando, de autoridad y como corolario, una danza antigua.
        "Una viva emoción ", diría Carrillo Olea que sintió durante la ceremonia "un enorme sentimiento de respeto y de cariño por esta gente. Creo que lo que podría ofrecerseles en un momento dado es un gran apoyo, espiritual, político, administrativo, siempre con enorme respeto. Que ellos sean los que determinen qué es lo que necesitan para sobrevivir, para ampliarse, para difundirse, para enriquecerse. No hay que olvidar que han vivido así por más de 500 años. No los menospreciemos creyendo que ahora podemos venir los mestizos a decirles cómo preservarse durante los próximos 500 años".
        De la ceremonia indígena con que los tatas de Xoxocotla suelen prodigarse con los personajes elegidos -Carlos Salinas es tata, Cuauhtémoc Cárdenas es tata, Antonio Riva Palacio es tata, Jorge Carrillo Olea es tata- se pasó a una especie de mitin de la precampaña que está realizando Jorge Carrillo Olea, cuyo  leit-motiv es la "gran alianza".
        Visitas a tres poblados por tarde, en esta nueva modalidad priista que de esta manera no impone dejar su trabajo a los que quieran asistir. Tampoco se invade y tapona el pueblo, ni interrumpe la vida diaria. Va, dicen, el que quiere.
        Y sí, podría decirse que están los que quieren, como cada seis años, como cada vez que hay posibilidad de renovar la esperanza, al recibir la visita de un político.
        Una muchedumbre festiva, sentada o de pie, frente al estrado donde se van colocando las autoridades, allí arriba éstas, con el maestro de ceremonia que esparce gritos ignorante de que el magnavoz no puede ganarle.
        La novedad consiste en que el candidato escucha y, si acaso,  agradece con pocas palabras a los asistentes. Lo demás, es rutina:
       "Nos reúne la visita de... aplausos... Queremos darle la calurosa bienvenida... aplausos.. Porque es nuestro candidato... aplausos... Ganaremos... aplausos".
        Gritos y pancartas que se elevan. Mantas alrededor de la plaza, fotos en los postes, el tricolor que odea  ondea... Uno a uno van desfilando los invitados, los oradores, y desahogan sus peticiones.
        Atentos, los xoxocotlenses y los que ahí asistimos, escuchamos al portavoz priista local: "y queremos que nos haga un auditorio... También una cancha deportiva para que nuestra juventud tenga donde jugar basquet y futbol y asi, no se entreguen al alcoholismo y a la drogadicción".
        Volteo y miro a la mujer que carga a un bebé dormido en su rezago. Veo la mayoría de los pies infantiles descalzos. A mi lado, una anciana con su nieta, me dice que espera que hable el que lleva su asunto.
        Ella trabaja "donde se puede" y "mi señor", sale a pedir (limosna).
        Viven en un predio de La Florida, por el que le quieren cobrar dos mil 500 nuevos pesos, que para ella es todo el dinero del mundo y que no lo tiene, como tampoco tiene otro sitio donde levantar su barraca y me cuenta que no hay agua ni calles ni luz ni teléfono ni drenaje ni escuela ni gas ni letrinas ni transporte y en tiempo de secas, el polvo llega a las rodillas y cuando llueve, las agua arrazan barracas y el polvo se vuelve lodo.
        Ignoro si le llevarían su petición al candidato.
        Escucho a una niña por el micrófono que, con voz entrecortada, le pide "útiles escolares, que no tenemos".
        Xoxocotla tiene nuevo tata, Jorge Carrillo Olea tiene muchas peticiones para cuando, "si el voto popular" le favorece, llegue a gobernar Morelos,  donde al borde las supercarreteras, hay pueblos con hombres y mujeres que han prolongado tradiciones y miseria por espacio de 500 años.
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