lunes, 12 de febrero de 2018

El Puente


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EL PUENTE


-Marcela, ¿cómo te parece que acabo de leer un libro sumamente interesante?

-¿De qué se trata?

-Es en torno a la guerra que llevaron los Estados Unidos contra de Vietnam. De acuerdo con el libro, el general Giáp, que fue el jefe del ejército de Vietnam del Norte, el poderío aéreo norteamericano no sirve de nada.

-¡Ya parece!

-Pues, ¿cómo te explicas que después de 18 meses con los mejores aviones y pilotos norteamericanos enviados a destruir las carreteras, puentes y vías férreas, estuvieron atacando los mismo puentes, los mismo empalmes ferroviarios y cruces de caminos, las mismas instalaciones de radar y hasta los mismos minúsculos objetivos?


-La razón es que, según el libro, los pilotos tenían que descender a través de varios niveles de fuego para acercarse a sus objetivos. Nunca lograron destruir el puente Ham Rong o Home Run o algo así, ni decenas de otros menos importantes contra los cuales se lanzaron múltiples ataques.

-Todo objetivo importante lo tienen protegido con cañones antiaéreos de grueso y mediano calibre. Pero si los pilotos descienden lo suficiente para realizar ataques de precisión, tropiezan con una mortal cortina de fuego de armas de pequeño calibre: centenares y a veces millares de rifles y ametralladoras ligeras en manos de los obreros, campesinos y estudiantes, del millón de vietnamitas organizados en unidades de autodefensa. El más grande deseo de cada uno de ellos es llegar a tener un avión norteamericano en la mira de su arma.

-Se había convertido en el pasatiempo popular el estudio de las siluetas de los aviones, la memorización de las características de velocidad y altitud, el reconocimiento de los aviones por sus sonidos, el saber a cuánta distancia por delante había que apuntarle a cierto tipo de avión si vuela horizontalmente y a qué punto de su nariz había que tirarle si vuela en picada.

-Pero, ¡ya parece que las armas de pequeño calibre resultan eficaces contra los cazabombarderos supersónicos!

-Tienen un lugar especial donde han recogido varios aviones derribados, donde los estudian y han descubierto que sí. Muchos de los restos están acribillados por proyectiles de pequeño calibre, incluidas balas de rifles ordinarios. La cortina de fuego de armas pequeñas tiene dos ventajas principales. En primer lugar saca de su rumbo a los aviones en picada. Cuando menos esa parece ser la única explicación lógica para el hecho de que el 70% de los bombas dirigidas al puente Home Run Hayn caído en una vecina aldea, que es o era un montón de ruinas llenas de cráteres, en tanto que el puente permanece intacto. Los pilotos atacantes que fueron derribados sobre el puente nunca mantuvieron el curso de sus picadas. En el momento de soltar sus bombas ya estaban desviándose para eludir la cortina de fuego cruzado de las pequeñas armas. De los que si mantuvieron su curso, 69, de acuerdo con las cifras de los defensores, cayeron con sus aviones o lograron a duras penas recuperar la horizontalidad para ir a caer en otra parte. Sólo unos cuantos de ellos pudieron llegar a usar sus paracaídas.

-La otra ventaja del fuego masivo de las armas pequeñas es su efectividad contra los aviones que, viniendo del mar, vuelan a baja altura sobre los campos para atacar por sorpresa con la esperanza de eludir la detección por medio del radar y el fuego antiaéreo clásico. El hecho de que todo mundo esté permanentemente en posición defensiva hace que un ataque por sorpresa resulte muy difícil. El simple volumen de fuego obliga a los atacantes a remontarse a alturas donde tienen que vérselas con los cañones antiaéreos de grueso y mediano calibre. Así pierden las ventajas del elemento sorpresa.

-Yo creo, Emilio, que para poder bombardear con precisión se requieren aviones lentos, movidos por hélices, que pueden girar en círculos relativamente reducidos y descender para colocar sus bombas con relativa buena puntería, pero entonces son blancos ideales para los artilleros antiaéreos e incluso para los pocos cazas Migs que podían tener los norvietnamitas.

-Sí, según el libro, los norteamericanos a fin de evitar grandes pérdidas en las batallas de tierra a aire, e incluso para eludir a los aviones Mig, como tu dices, estaban obligados a emplear sus cazabombarderos más veloces. Volando a gran altura y velocidad sobre sus objetivos, generalmente en una sola pasada siendo incapaces de bombardear con precisión. Tratan de compensar este problema arrojando indiscriminadamente enormes cantidades de bombas con la esperanza de que algunas den en los blancos.

-Independientemente del aspecto moral del asunto si los contribuyentes norteamericanos pudieran ver los resultados militares de los fabulosos derroches de su dinero, lo sentirían en el fondo del alma. Tengo la firme creencia de que no hay nada en la situación actual ni en el código de conducta de nadie que exija bombardear naciones como Irak y Afganistán hasta hacerlos volver a la Edad de Piedra. Debe haber algún límite moral para los medios que se usan a fin de alcanzar la victoria. 

-¿Cómo dices que se llama el libro?

-"Habla Vietnam del Norte", esta escrito por un periodista australiano de nombre Wilfred G. Burchett y la editorial es ERA. 

-Oye Emilio, ¿me prestas el libro? 

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