jueves, 15 de octubre de 2020

Anécdotas (Albert Einstein)

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                               ANÉCDOTAS DE 

ALBERT EINSTEIN



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La brújula


Se cuenta que cuando Albert Einstein tenía cuatro años su padre le mostró una brújula. Ya cuando era adulto, el autor de la teoría de la relatividad, recordaba ese hecho como el motivador de su deseo imparable de desentrañar los misterios del universo.


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Esclavitud Maligna


Einstein detestaba la fiera competencia por los puestos superiores. 


En mayo de 1927, cuando el mundo cintífico se preguntaba quién sería el sucesor de Max Planck en el puesto de profesor de la Universidad de Berlín, le escribió a su amigo, el físico Paul Ehrenfest: 


"Yo no participo, ni necesito participar, en la competencia de cerebros. Siempre he creído que la emulación es una especie de esclavitud, no menos maligna que la pasión por el poder o el dinero".


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La música de Johan Sebastian Bach


Violinista apasionado, se molestaba a veces por el intenso interés de la gente en los distintos aspectos de su vida.


En 1928, cuando una revista alemana le pidió, hasta fastidiarlo, que dijera lo que pensaba de Johan Sebastian Bach, repuso con brusquedad:


"Lo que tengo que decir sobre la obra de Bach es: escuchémoslo, toquemos su música, reverenciémoslo… y cerremos la boca".


Ese mismo año, un corresponsal le preguntó si su actividad musical ejercía alguna influencia sobre su trabajo científico.


"La música no influye en la investigación, replicó Einstein; "ambos se nutren, más bien de la misma fuente de anhelos, y se complementan mutuamente en la tranquilidad que proporcionan".


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Se busca nombre


En tiempos de la República de Weimar (1918-1933), la ciudad alemana de Ulm dedicó una calle a su hijo más ilustre, el físico Albert Einstein.


Pero durante el regimen nazi, Hitler tenía poca simpatía por el científico, de origen judío-, la calle adoptó el nombre del filósofo Fichte.


Más tarde recuperó el de Einstein, en vida todavía del científico.


"Hasta que los alemanes no alcancen su madurez política sería mejor llamarla calle de la veleta", ironizó.


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¿Rezan los científicos?


Un alumno de sexto año de primera enseñanza de Nueva York, le escribió en 1936 para preguntarle si los científicos rezaban y, si lo hacían, qué cosas pedían.


"Trataré", repuso Einstein, "de contestar a tu pregunta de la manera más sencilla posible”.


"La investigación centífica se basa en la idea de que todo lo que ocurre está determinado por leyes naturales, y, por tanto, así sucede también con las acciones de las personas. Por esta razón es díficil que un investigador científico se incline a creer en una oración, esto es, que un deseo dirigido a un Ser sobrenatural, tenga alguna influencia sobre los acontecimientos.


"Sin embargo, debe reconocerse que nuestro conocimiento actual de estas leyes es imperfecto y fragmentario; por lo que, en realidad, la teoría de las leyes generales de la naturaleza se apoya en una especie de fe. Pese a ello, hasta ahora esta fe ha sido justificada en gran medida por el éxito de la investigacion científica.


"Por otra parte, todo aquel que participe con seriedad en la búsqueda del conocimiento científico, se convence de que hay un espíritu manifiesto en las leyes del universo: un espíritu que es muy superior al nuestro, y ante cuyo rostro nosotros, con nuestras pobres facultades, debemos sentirnos humildes".


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La teoría de la relatividad


Si mi teoría de la relatividad es exacta, los alemanes dirán que soy alemán y los franceses que soy ciudadano del mundo. Pero si no, los franceses dirán que soy alemán y los alemanes que soy judío.


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Einstein con Arthur Schnabel


Einstein era apasionado de la música.


Con esa devoción por la armonía que suelen tener algunos matemáticos luchó con el violín largos años de su vida.


Su gran amigo, Arthur Schnabel, el gran intérprete de Beethoven solía reunirse con él para tocar juntos las tardes de los domingos.


Einstein esperaba con gran entusiasmo al célebre pianista.


Saco y corbata era parte de ese entusiasmo.


En una de aquellas tardes se encontraban ensayando la Quinta Sonata.


En dos ocasiones tuvieron que detenerse porque el violinista no entraba a tiempo.


La tercera vez, Schnabel, molesto, se detuvo para preguntarle a Einstein:


"Oye, ¿qué no sabes contar...?"


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El sombrero


Una vez, sorprendido Albert Einstein por un chaparrón, se quitó el sombrero y lo metió bajo el abrigo.


Alguien le preguntó por qué había hecho eso y él respondió, con lógica admirable, que la lluvia estropearía el sombrero, pero no le haría daño a su cabellera.


Este don de ir instintivamente al fondo de una cuestión era el secreto de sus trascendentales descubrimientos científicos; eso y su extraordinaria pasión por la belleza.


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En Princeton


En 1935, Albert Einstein llegó al famoso Instituto de Estudios superiores de Princeton (Nueva Jersey).


Había sido uno de los primeros invitados a formar parte del Instituto y se le dio carta blanca para que fijase su sueldo.


Con gran desconcierto del director, Einstein pidió una suma absurda por demasiado pequeña.


El director tuvo que rogarle una y otra vez que aceptara un sueldo mayor.


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Noche Buena


Se cuenta que en la Nochebuena del primer año que estuvo en Princeton, varios niños se pusieron a cantar villancicos frente a su puerta, y al terminar llamaron y le explicaron que estaban reuniendo dinero para comprar regalos de Navidad.


Einstein los escuchó y luego dijo:


-Aguarden un momento.


Se puso el abrigo y la bufanda, tomó el violín de su estuche y, uniéndose a los niños, los acompañó con el instrumento a cantar "Noche tranquila, noche santa".


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Decisión difícil


En 1951, un estudiante universitario le pidió consejo. 


Era judío y se había enamorado de una muchacha bautista. Los padres del joven sipatizaban con la chica, pero no acababan de aceptar el matrimonio entre personas de distinta religión, por lo que se oponían. El muchacho estaba indeciso entre el amor por su novia y el deseo de no indisponerse con sus padres y causarles una pena imborrable. 


Einstein garrabateó en el reverso de la misiva:


"Tengo que decirle con franqueza que no me parece bien que los padres traten de influir en las decisiones de los hijos, cuando tales decisiones han de definir su vida futura. Son problemas que debe resolver uno mismo.


"Sin embargo, debe hacerse esta pregunta: ¿Soy, en el fondo, lo bastante independiente para actuar en contra de los deseos de mis padres sin perder mi equilibrio interno? Si no está usted seguro, no es recomendable, por el bien de la chica, que dé el paso que planea. Este es el único aspecto que debe tener en cuenta para tomar su decisión".


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Esperar


Y ¿cuándo terminará todo?


En respuesta a una pregunta oral de una niña, trasmitida por su madre, Einstein escribió:


"La Tierra lleva poco más de mil millones de años de existencia. Por lo que respecta a la pregunta de cuándo habrá de terminar, mi parecer es: ¡Espera y lo veras!


"Posdata: Adjunto algunos timbres postales para tu colección".


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Carta de Einstein


Nobles figuras como la de los sabios J. Robert Oppenheimer y Albert Einstein se contaron entre las innumerables víctimas del senador Joe McCarthy, por haberse manifestado en contra de la utilización de las bombas atómica y de hidrógeno, junto a centenares de científicos e intelectuales.


Harto de los agravios y sospechas, Einstein hizo pública el 16 de junio de 1953 la carta que es hoy modelo para quienes no se resignan a ser parte del rebaño belicista.


El problema con el cual están enfrentados los intelectuales de este país es muy serio.


Los políticos reaccionarios se las han compuesto para infundir en el público sospechas acerca de todos los esfuerzos intelectuales, poniendo ante sus ojos un peligro exterior.


Y han conseguido suprimir la libertad de enseñar, y despojar de sus posiciones (Oppenheimer había quedado sin empleo en la Comisión Nacional de Energía Atómica) a cuantos no se han sometido, esto es, hambrearnos.


Contra este mal, ¿qué deben hacer los intelectuales? 


Francamente, sólo veo el camino revolucionario de la no cooperación, en el sentido del de Gandhi.


Todo intelectual que sea llamado ante una de las comisiones (las de McCarthy) debe negarse a dar testimonio, o sea, que debe estar preparado para ir a la cárcel y la ruina económica, en interés del bienestar cultural del país.


Esta negativa y testimonio deben basarse en la afirmación de que es vergonzoso que ciudadanos intachables se sometan a tal inquisición, y en que tal clase de inquisición viola la letra y el espíritu de la Constitución.


Si son muchos los que están dispuestos a este grave paso, tendrán éxito.


En caso contrario, los intelectuales de este país no merecerán nada mejor que la esclavitud a que se los prepara.

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