Una de las condiciones que la buena
práctica lexicográfica exige a los autores de diccionarios es que sus obras
queden libres de la ideología de quienes las escriben, de tal manera que puedan
ser consultados sin interferencias ideológicas por lectores de todas las
creencias y posturas sociales y políticas.
Esto no siempre es fácil, puesto que
es inevitable que cada autor tenga que trabajar desde dentro de su propio
sistema de ideas, de su propia concepción del mundo, pero cabe esperar que los
lexicógrafos intenten dejar de lado sus creencias personales y redactar
definiciones neutrales, que supongan cierta exención sobre temas que no sean
estrictamente léxicos, a fin de no herir a los lectores que piensan de manera
diferente.
Sin embargo, el Diccionario de la Real
Academia Española (DRAE) —que se supone dedicado a los 450 millones de
hablantes— asume abiertamente la ideología católica que marca al Reino de
España, obligando a los hispanohablantes ateos, agnósticos, musulmanes, judíos
o de cualquier religión que no sea la de Roma a tomar como propio un
vocabulario con el que no tienen por qué identificarse.
Muchas de las acepciones del DRAE
corresponden a «lo que se debe» y «lo que no se debe» de acuerdo con los dogmas
propios de la religión católica.
Así, la expresión temor de Dios
es definida como el «miedo reverencial
respetuoso que se debe tener a Dios. Es uno de los dones del Espíritu
Santo».
Una de las acepciones de cielo,
según el diccionario que muchos hispanohablantes consideran como oficial,
es «morada en que los ángeles, los santos y los bienaventurados gozan de la
presencia de Dios».
La expresión culto indebido
se define como «aquel que es supersticioso o contrario a los preceptos de la
Iglesia» (supongo que se refiere a la Iglesia católica, aunque no lo diga).
El diccionario nos explica que artículo
de fe es, para los hispanohablantes, una verdad
que se debe creer como revelada por Dios, y propuesta, como tal, por la Iglesia.
Y el que falta a la fe que debe es calificado por
la Academia Española como pérfido
En cuanto a la fundamentación de
hechos que propone como verdades históricas, la docta casa
no es demasiado rigurosa en cuanto a su exigencia con las fuentes, como sugiere
su definición de avemaría: una «oración
compuesta de las palabras con que el arcángel San Gabriel saludó a la Virgen
María, de las que dijo Santa Isabel y de otras que añadió la Iglesia católica».
Otra definición curiosa es la encarnación,
que no es presentada como una respetable creencia de los católicos sino como el
«acto misterioso de haber tomado carne humana el Verbo Divino en el seno de la
Virgen María».
Otro hecho histórico
a ser aceptado por los hablantes de español aparece relatado en la entrada de anunciación,
una de cuyas acepciones es el «anuncio que el arcángel San Gabriel hizo a la
Virgen del misterio de la Encarnación».
En una de sus acepciones, espíritu
es un «don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas
criaturas», informa el DRAE.
Se nos hace saber, además, que el reino de Dios
es un «nuevo estado de cosas en que rige la salvación y la voluntad de Dios.
Fue anunciado por los profetas de Israel, predicado e instaurado por
Jesucristo. Su realización, incompleta y temporal en la iglesia militante, se
consuma y perpetúa en la iglesia triunfante».
Los hispanohablantes deberían, además,
esforzarse por alcanzar la unción, una «gracia y
comunicación especial del Espíritu Santo, que excita y mueve al alma a la
virtud y perfección», se afirma.
Para el diccionario, el dogma
no es apenas una creencia de los católicos, sino la «doctrina de Dios revelada
por Jesucristo a los hombres y testificada por la Iglesia».
La afirmación de que el vino de la
misa se convierte verdadera, real y sustancialmente en la sangre de Cristo y el
pan, en su cuerpo, no es para el DRAE una creencia de los católicos sino un
hecho verdadero que debe ser aceptado por todos los hablantes de español, como
se desprende del lexema transustanciación,
definido como «conversión de las sustancias del pan y del vino en el cuerpo y
sangre de Jesucristo».
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