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POPULISMO
Judith Amador Tello
Tres intelectuales abordan el concepto “populismo”, tan traído y llevado por los defensores del neoliberalismo, sobre todo en América Latina.
Fue el tema que enfrentó recientemente a Enrique Peña Nieto y Barack Obama.
De acuerdo con el sociólogo Armando Bartra, se caracteriza por contar con una política soberana dirigida a elevar la calidad de vida de la gente.
Para el politólogo Lorenzo Meyer, quien considera que la derecha y la izquierda lo emplean de manera peyorativa, “tiene un cierto grado de emoción… de una ética donde el poder político sirve básicamente a los menos favorecidos”.
Y el verdadero, cree el economista Carlos Tello, consiste en medidas populares de apoyo a los grupos más amplios.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- México ya vivió el populismo, con derecho a la salud universal, educación digna, redistribución del ingreso, mejores salarios, inclusión social, nacionalismo y defensa de la soberanía.
Pero los gobiernos neoliberales fueron socavando ese régimen hasta el punto de tener una población cada vez más empobrecida.
Ahora esas políticas sociales se han convertido en un fantasma que “recorre el mundo” y amenaza sus intereses económicos.
El discurso de Enrique Peña Nieto en su reciente visita a Canadá tenía el propósito de alertar sobre esos “riesgos”, pero se topó con pared, pues ni el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ni el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, forman parte del coro que en México suele aplaudir sus discursos.
En estas páginas, tres académicos: el sociólogo y filósofo Armando Bartra, el historiador e internacionalista Lorenzo Meyer y el economista Carlos Tello, hablan de los conceptos teóricos que pueden aplicarse a la palabra populismo, de las políticas orientadas al beneficio del pueblo, y de por qué los tecnócratas actuales han convertido al término en el petate del muerto.
Sentido positivo
Profesor en varias instituciones de nivel superior, entre ellas la Facultad de Economía de la UNAM, Armando Bartra se remite a la Rusia del siglo XIX, en donde surge el populismo como una corriente de pensamiento político, con teóricos como Herzen, Chernichevski y otros autores que dialogan con Marx. Pero a diferencia de éste, que hablaba de la revolución proletaria, plantean que el sujeto transformador es todo el pueblo, conformado mayoritariamente por los trabajadores del campo.
La sociología latinoamericana acuña un nuevo concepto, que no es herencia del anterior, para referirse al “discurso populachero, demagógico”, que en los hechos no desarrolló políticas realmente favorables al pueblo.
En el siglo XX se dan en Latinoamérica gobiernos orientados a “lo que podríamos llamar nacionalismo progresista”.
No son socialistas en el modo clásico o europeo, pero buscan modalidades de desarrollo en las cuales el crecimiento del mercado sea interno y tenga una redistribución de la riqueza. Y sus políticas públicas tienen el respaldo de los pueblos.
Este tipo de políticas, añade, tuvieron su expresión en México en el gobierno del general Lázaro Cárdenas, cuyas características fueron: nacionalismo, recuperación de la soberanía, crecimiento hacia dentro, redistribución del ingreso, inclusión y no exclusión social, y reconocimiento de derechos básicos de la población como educación y salud.
No fue demagogia ni un discurso a favor del pueblo con prácticas contrarias, sino “la cara más amable del desarrollismo latinoamericano”, aunque Cárdenas es anterior al surgimiento de ese concepto.
“Hay un sentido positivo del populismo”, dice. Si bien el cardenismo no se caracterizó por “las formas democráticas liberales a las que estaríamos acostumbrados”, fue un gobierno apoyado por el pueblo. Es con la llegada de los tecnócratas neoliberales, hace más de treinta años, cuando este populismo positivo se sataniza:
“Dicen que es un discurso puramente demagógico porque para ellos no puede haber en verdad ningún beneficio para el pueblo que no sea la apertura de los mercados, la desregulación, la retirada del Estado, y la cancelación de todos los derechos sociales que no van a poder ser sostenibles.”
Recuerda que entonces se comenzó a decir que el populismo es la peor expresión de las políticas, que “nos llevaron al barranco” durante los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo.
Es una batalla de los tecnócratas contra un “fantasma” que ellos mismos se inventan, cuando lo que debería hacer América Latina es recuperar aquellos años de un crecimiento económico del 7%. En México, por ejemplo, durante los años de la posguerra, la política se basó en el mercado interno más que en la exportación y en la redistribución, pues cuando la gente no tiene ingresos no compra, y si no compra no hay mercado interno. El Estado debe tener soberanía y recursos para conducir la economía, explica Bartra.
“Ése es el populismo al que los tecnócratas tratan de satanizar… y con el que se topa Peña que cree que todos son neoliberales cortados con la misma tijera, como él lo es.”
Se le pregunta a Bartra si Obama es populista en los términos en los que él mismo se asumió. Aclara que Estados Unidos ha enfrentado problemas como la pérdida del nivel de vida de sus trabajadores. Se dice que Donald Trump representa un neopopulismo ultraconservador fascista aunque se le ha llamado populista:
“Y Obama plantea en un discurso, un discurso de una gente con cierta formación académica, que no, que el verdadero populismo ha tratado de impulsar una política para tomar en cuenta seriamente las posibilidades y los intereses del pueblo, una visión del populismo distinta.
“En eso quedó atrapado el señor Peña Nieto, quien creyó que en todas partes iba a encontrar un coro fácil a su discurso antipopulista y se topa con pared.
Así sucede cuando la gente habla sin saber exactamente en qué contexto se mueve y utiliza los términos que le son aplaudidos por el coro fácil de aquellos que lo rodean.
Peña Nieto creyó que podía decir lo que se le ocurriera, como en México, donde cuenta con medios masivos a su favor y rodeado de un gabinete que le debe celebrar todos sus dichos… No sólo se topó con Obama, se topó también con el primer ministro de Canadá.”
Contra el pueblo
La revista Letras Libres del mes de junio presenta en portada el tema del populismo y lo aborda con un texto de Jan Werner Müller, en el cual expone, entre otros planteamientos, que los populistas buscan teorías de la “conspiración” para justificar sus fracasos.
Para Bartra en cambio hay muestras del éxito del populismo en la actual América Latina, donde desde finales de los años ochenta y con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela, se instauraron varios gobiernos en el sur que, no obstante las polémicas, puede afirmarse que son progresistas:
“Son políticas progresistas, de un populismo de izquierda, nacionalista, redistributivo, como lo dirían los venezolanos, políticas de carácter bolivariano en el sentido de la recuperación de la soberanía y de la recuperación de la dignidad…
Esto ha sido acusado de populismo. No podría ser de otra manera, son políticas de izquierda.”
A Venezuela le siguieron otros países como Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay, algunos de los cuales conservan el avance “notabílisimo” que tuvieron en términos de calidad de vida, elevación del ingreso y del empleo. Que “sacaron de la pobreza extrema a una cantidad millonaria de ciudadanos”, y fueron acusados de populistas y por ende de insostenibles.
Hoy en día, señala, enfrentan problemas porque las circunstancias económicas globales cambiaron, pero advierte que los nuevos gobiernos que están regresando al neoliberalismo, como Mauricio Macri en Argentina o los golpistas que sacaron a Dilma Rousseff de Brasil, se van a desfondar,
“Estamos otra vez en una confrontación populistas-neoliberales.
Los gobiernos progresistas se están confrontando con los tecnócratas del neoliberalismo salvaje. Y no me avergüenza decir que soy populista.”
–¿Diría que es un timbre de orgullo y que habría que quitarle la carga negativa al populismo?
¿Son las políticas neoliberales, las imposiciones del Fondo Monetario Internacional las causantes de la crisis?
¿Son antipopulistas?
–Antipopulares. Y construyen el fantasma del populismo. Dicen;
“Estamos contra ese ismo”, pero en realidad son políticas que en sus resultados están en contra no de un ismo sino de los pueblos.
Están provocando empobrecimiento, exclusión y por ende rebeldía, están conduciendo a la violencia y al autoritarismo.
A decir del académico, lo criticable en el populismo latinoamericano, es que no ha sido “particularmente democrático”, pero sí ha introducido cambios con la simpatía de sus pueblos, sólo que no de manera organizada, crítica, participativa y reflexiva:
“Necesitamos nuevas políticas de desarrollo nacionalistas favorables al pueblo pero con un mucho mayor protagonismo de los pueblos organizados. Necesitamos gobiernos populistas con pueblos participativos.”
Para diversos analistas políticos, el discurso que Peña Nieto dio frente a Obama y Trudeau acerca de los populistas y demagogos, tuvo un destinatario: el dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, aunque jamás mencionó su nombre.
A decir de Bartra en México la discusión sobre el populismo está en “el cabus del continente”. Pues mientras Argentina, Brasil o Uruguay ya probaron los beneficios de políticas populares, nuestro país junto con Colombia siguió en el neoliberalismo. Y resulta ahora que el país del sur está mostrando capacidad política para salir de la violencia a través de un diálogo y una negociación “exitosa” con la “guerrilla más longeva de América Latina”.
Colombia muestra que se puede ser de derecha y al mismo tiempo negociador, mientras México se va quedando solo:
“Somos el peor ejemplo, la vergüenza de nuestro continente. Las discusiones sobre populismo, neoliberalismo, tecnócratas y gobiernos progresistas la tenemos (sólo) desde México.”
Concluye que mientras en los países progresistas de América comienzan a padecer “la cruda” de “una borrachera” –con crecimiento económico, buenos salarios, progreso distributivo– México corre el riesgo de padecer sólo lo cruda y no haber disfrutado nunca de los beneficios del precio que tuvo el petróleo antes de su caída. Cuando en Venezuela salían de pobres millones de personas, en México no lo hizo nadie:
“Nosotros no estamos retrocediendo respecto de un avance, seguimos en el derrumbe.”
Piden pan…
Para Lorenzo Meyer, académico de El Colegio de México, el populismo como otras categorías de la política no tiene una definición clara, es dentro de las ciencias sociales “una de las más imprecisas”. Y generalmente “están muy cargadas de valor, no son neutras ni realmente científicas”. Por ello las utilizan tanto la derecha como la izquierda de manera peyorativa.
En su esencia, explica, el populismo se caracteriza por contar con un líder y una política conscientemente dirigida a la parte más pobre, pero mayoritaria, de la población.
El discurso del general Cárdenas, por ejemplo, permitiría suponer que unos “son más mexicanos que otros” o tienen más derecho a recibir apoyo del gobierno. Son los mexicanos más pobres, los que hablan lenguas indígenas o han sido históricamente explotados y rezagados, “son quienes deben de ser puestos en primer plano por las políticas del gobierno”.
El líder es importante por la relación que establece con las masas. Pero no es lo mismo Juan Domingo Perón que Cárdenas. Recuerda que durante un tiempo la izquierda más radical consideró a Cárdenas como un engaño, por lo cual el Partido Comunista no lo apoyaba aunque luego cambió su actitud.
“Visto ahora, en el siglo XXI, Cárdenas –que es muy populista– realmente llevó a cabo la transformación radical que era posible en la época. No era marxista, pero había una identificación con las demandas históricas de campesinos y de trabajadores urbanos. El populismo consistió en poner sus demandas por encima de otras y, claro, eso causó conflictos con las clases medias y ni qué decir con las clases altas. Pero fue la manera más práctica que encontró para introducir a ese montón de mexicanos que siempre habían estado fuera del sentido de nación, al menos por un tiempo les hizo sentirse partícipes de la empresa común de la nación mexicana en construcción.”
Destaca el historiador que en su intervención en Ottawa, Obama no establece una diferencia entre populismo de izquierda o derecha, simplemente –“y me pareció atinado”– señala las biografías de los líderes calificados como populistas y pone a Bernie Sanders con una biografía socialista de izquierda, “dentro de lo que Estados Unidos permite”.
Puede decirse implícitamente –añade Meyer– que para Obama ser populista “es un timbre de orgullo, cuesta, se gana… Y a quienes explotan ciertas contradicciones en cualquier sociedad y apelan a los que están abajo, aunque en su trayectoria nunca se preocuparon por ellos, pero ahora los usan, los llama cínicos. Es una manera de decirles falsos”.
Con Cárdenas el populismo no responde a una ideología pero sí a un compromiso moral:
“Había un elemento de buena voluntad en el liderazgo político, algo de compromiso genuino, había una identidad con las necesidades de campesinos y de trabajadores urbanos, una simpatía por su causa, incluso aunque no hicieran demandas. En realidad muchas veces Cárdenas se adelantó a las demandas.”
–¿Tenía una conciencia social…
–Sí, hay algo. No me da ningún problema decir que era una cuestión ética de usar el poder para algo muy positivo y dar respuestas inmediatas, no estar pensando en una gran teoría de si el mundo tendrá una gran revolución y que las contradicciones se agudicen, no, hay que resolverles de entrada sus problemas.
Para la izquierda dura y ortodoxa eran paliativos… una medicina que calmaba los dolores pero no resolvía el problema.
–Lo que hace el gobierno actual, a través de la Secretaría de Desarrollo Social, con José Antonio Meade, ¿sería populismo?
–No, porque hay un elemento extra en el populismo: un genuino compromiso con esa mayoría social.
Aquí en el caso de Meade y todo lo que viene después de Cárdenas hay una idea de paliativos pero no de transformación a largo plazo:
“Hay que darles a los pobres un poco para que sigan siendo pobres y ya no estén jorobando, si no se vuelven peligrosos”.
En cambio, destaca, Cárdenas hizo un reparto de tierra que era entonces lo más importante, socialmente hablando. No se trató de repartir despensas, comida o becas, sino de dar una auténtica fuente de riqueza, luego México dejó de ser un país agrario, “pero quién rayos lo iba a saber en aquel momento”. Se pregunta cuál sería el equivalente a una reforma agraria como la impulsada por Cárdenas en este momento:
“Podemos imaginar varias posibilidades pero no las despensas, no llevar Liconsa y eso –que está bien cualquier cosa que aminore una situación tan desagradable, tan trágica–, pero la transformación fundamental vendría por una reforma impositiva a fondo, con una acción del Estado para crear las condiciones de mejoramiento permanente de la vida de esos sectores. De redistribución del ingreso, de genuinas oportunidades, eso no está.
“Estos no son populistas ni de derecha siquiera, porque no se presentan como portavoces del pueblo.
Sí, les dan pan y hacen programas pero el populismo tiene un cierto grado de emoción, de reivindicación histórica, de una ética –insisto– donde el poder político sirve básicamente a los menos favorecidos.”
Juicio incorrecto
Titular de las secretarías de Hacienda y Crédito Público, de Programación y Presupuesto, así como del Banco de México en el gobierno de López Portillo, el economista Carlos Tello define al populismo como una política puesta en práctica en algunos países de América del Sur en la cual se hacían promesas no respaldadas por acciones concretas, pues incluso no se contaba con los recursos económicos necesarios para llevarlas a cabo.
Pero a decir suyo no se debe confundir con la definición dada por Obama a las políticas populares (no populistas), que buscan un mayor salario mínimo, mejores sistemas de educación gratuita, seguro médico universal.
El punto es que quien no está de acuerdo con este tipo de políticas populares, las tacha de populistas y “a mi manera de ver, es incorrecto”.
Evoca que fue en los gobiernos sudamericanos de mediados del siglo XX, como el de Getulio Vargas en Brasil o Perón en Argentina, donde comenzaron a tacharse de populistas las acciones populares.
Se le pregunta si considera que ocurrió igual con los gobiernos anteriores al neoliberalismo:
“Sí, yo trabajé en puestos de cierta importancia en los gobiernos de los presidentes Echeverría y López Portillo y en efecto ahora –no en su momento– se les tacha de populistas. A mi juicio porque mucho de lo que se planteó e hizo fueron medidas populares de apoyo a los grupos más amplios de la población.”
La desacreditación, añade el catedrático de la UNAM, es deliberada pues se impuso la forma de ver y hacer del pensamiento neoliberal, que se ha extendido no sólo en México sino en buena parte del mundo.
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Tomado de PROCESO
17 julio, 2016
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