lunes, 30 de diciembre de 2019

Cristo en la Historia



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CRISTO EN LA HISTORIA

   -Emilio, ¿que dice la Historia sobre Cristo?

    -De Jesucristo la historia no ha conservado ningún documento, ninguna prueba, ninguna demostración. Solo se le conoce por documentos eclesiásticos, destituidos de todo valor probatorio, pues nos lo presentan no como hombre natural, sino como personaje sobrenatural.

    -La vida de Cristo no sólo no debió dejar una débil huella, sino que por el contrario, de acuerdo a la Biblia, debió desarrollarse del modo más ruidoso y extraordinario. Debió haber dado lugar a tumultos públicos extraordinarios debidos a:

    La visita de los ángeles;
    las estrellas que marchaban para indicar el lugar de su nacimiento a los soberanos llegados de Asia expresamente para visitarle;
    la hecatombe de los inocentes;
    las discusiones que sostuvo a los doce años con los doctores;
    la multiplicación de los panes y la transformación de la naturaleza de los alimentos;
    la curación de los enfermos;
    resurrección de los muertos;
    la dominación de los elementos como los terremotos que señalaron su muerte;
    su propia resurrección.

    -En fin hechos tales que debieron llamar la atención de las personas más indiferentes, y excitar la curiosidad de los cronistas de la época y de los historiadores.

    -Ante personaje tan extraordinario y acontecimientos tales, el silencio de la historia es absolutamente inexplicable, inverosímil y singularísimo, lo cual constituye, por lo tanto, una duda de la existencia histórica y real de Jesucristo.

    -Para reforzar lo anterior, he a continuación varios asertos que confirman la no existencia de Jesucristo:



    Cristo no escribió nada.

    -Tampoco Sócrates, quien vivió cinco siglos antes de Cristo, quien se limitó a enseñar oralmente. Pero entre Cristo y Sócrates hay tres diferencias importantes:

    la primera consiste en el hecho de que Sócrates no enseñara nada que no fuera racional, o mejor dicho, humano, mientras que Cristo tiene bien poco de humano, y lo poco mezclado con mucho de milagroso;
    la segunda derivase de la circunstancia de que Sócrates pasó a la historia solamente como persona natural, mientras que Cristo nació y fue conocido sólo como persona sobrenatural;
    a tercera básase en que Sócrates tuvo por discípulos personas históricas cuya existencia es absolutamente real como Xenofonte, Aristipo, Euclides, Fedón, Esquino y Platón, mientras que, los discípulos de Cristo no son conocidos, como no paremos mientes en los sospechosos documentos de la fe, cual ocurre con su Maestro.

    -Pero, aún hay más: no sólo Cristo no escribió nada, sino que ni siquiera se escribió una línea acerca de su persona.

    -Aparte de la Biblia, ningún autor profano, de los muchos que fueron contemporáneos de Cristo, nos ha dejado relato alguno de él.

    -Los únicos autores  profanos que mentaron su nombre, Flavio Josefo, Tácito, Suetonio y Plinio hablaron de Cristo tan sólo etimológicamente, para designar la superstición que tomó su nombre, o a  los secuaces de la misma; y, como quiera que sea, hayan sido enmendados o falsificados, como se podría probar, escribieron sin haberle conocido y sin salir garantes de su existencia, mucho tiempo después.

    -El más grande de los cristólogos, Ernesto Renán, que escribió una biografía de Cristo, "Vida de Jesús", se ve obligado a reconocer el silencio de la historia en torno de su personaje:

    "Los países griegos y romanos no oyeron hablar de él; su nombre no aparece en los autores profanos hasta un siglo después, y aun indirectamente, a propósito de los movimientos sediciosos por sus doctrinas provocadoras, o de las persecuciones de que fueron objeto sus discípulos”.

    -En el seno mismo del judaísmo Jesús no dejó una impresión muy duradera. Filón, muerto hacia el año 50, nada sabe de él. Josefo, nacido el año 37 y que escribió hasta fines del siglo, mienta su condena en algunas líneas como un suceso vulgar, y al enumerar las sectas de su tiempo omite a los cristianos".

    -Un escritor hebreo, Justo de Tiberiades, que había compuesto una historia de los hebreos, desde Moisés hasta fines del año 50 de la era cristiana, no cita siquiera el nombre de Jesucristo.


    -Juvenal, que fustigó con la sátira las supersticiones de su tiempo, habla extensamente de los hebreos, pero no dedica una palabra a los cristianos cual si éstos no existieran.


   -Plutarco, nacido cincuenta años después de Jesucristo, historiador eminente y concienzudo, que no pudo haber ignorado la existencia de Cristo, no cita en ninguno de los pasajes de sus numerosas obras la más leve alusión sea a Cristo o a sus discípulos.


    -Séneca, que por sus escritos rebosantes de máximas perfectamente cristianas, hace dudar de si fue cristiano o tuvo relaciones con los discípulos de Cristo, en su libro sobre las supersticiones, extraviado o destruido, pero dado a conocer por San Agustín, no dice una palabra de Cristo, y, hablando de los cristianos, ya aparecidos en muchas partes de la Tierra, no los distingue de los hebreos a quienes llama una nación abominable.

    -Por último, es significativo y decisivo el silencio de Filón acerca de Jesucristo. Filón, que contaría ya de 25 a 30 años cuando nació Cristo, y que murió algunos años después que éste, nada sabe y nada dice acerca del él. Como escritor doctísimo, se ocupó especialmente en estudios de filosofía y religión, y no habría ciertamente olvidado a Cristo, su paisano, si Jesús hubiera en realidad aparecido sobre la faz de la Tierra, y llevado a cabo una tan gran revolución del espíritu humano.

    -Una circunstancia de gran relieve hace todavía más elocuente el silencio de Filón en torno de Cristo: la de que todas las enseñanzas de Filón pueden pasar por cristianas, tan es así, que un autor de nombre Havet no titubeó en llamar a Filón un verdadero padre de la Iglesia.

    -Filón se preocupó especialmente de acoplar el judaísmo con el helenismo, tomando del Antiguo Testamento las partes más elevadas después de distinguir el sentido alegórico del literal, introduciendo en la religión hebraica el misticismo de los neoplatónicos del Verbo o Logos que tiene mucha afinidad con la del IV Evangelio y en la cual el Logos es precisamente Cristo. Esto es, en verdad, una gran revelación: Filón, que vive en tiempo de Cristo, que es ya célebre antes que éste nazca, y que muere varios años después de Cristo, que realiza en el judaísmo la misma, idéntica transformación, helenización, o platonización que los Evangelios, especialmente el cuarto, que habla del Logos o del Verbo lo mismo que el IV Evangelio, ¿por qué no nombró una sola vez a Jesucristo en ninguna de sus numerosas obras?


     -Filón, el Platón hebreo, alejandrino, contemporáneo de Cristo, habla de todos los acontecimientos y de todos los personajes principales de su tiempo y de su país sin olvidar a Pilatos, conoce y describe a los Esenios, establecidos cerca de Jerusalén, en las riberas del rio Jordán, que fue como delegado a Roma para defender a los hebreos durante el reinado de Calígula, lo cual hace suponer en él un exacto conocimiento de las cosas y nombres de su nación. Por lo tanto, si Cristo hubiera existido, Filón se habría visto obligado absolutamente a aludirlo siquiera. Si Filón ha podido hablar del Verbo y escribir como un cristiano antes de Cristo, sin saber nada de él y que no dice una sola palabra de la persona humana, de la existencia, de la existencia material e histórica de Cristo, ¿no indica esto que el cristianismo se elaboró sin Jesús y por obra precisamente de Filón mismo?

    -En suma, Marcela, Jesucristo nunca ha existido.
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    La fábula de Cristo produce tanto que sería necio advertir el engaño a los ignorantes.
León X.
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