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CONEJITOS BLANCOS
Virgil Gheorgghitu
-Una vez hice un crucero en un submarino -dijo don Manuel-, permanecí mil horas bajo el agua.
-Hay en los submarinos un aparato especial que indicar el momento preciso en que es necesario renovar el aire. Pero antes de existir esos aparatos se embarcaban a bordo conejillos blancos.
-En el momento en que la atmósfera se hacía tóxica, los conejillos morían y los marinos sabían entonces que no les quedaban más que cinco o seis horas de vida. En aquel instante el capitán tenía que tomar la decisión suprema: remontarse a la superficie o quedarse en el fondo y morir con todos los demás.
-Habitualmente, para no verse morir se mataban entre sí a tiros.
-En el submarino donde me hallaba no había conejillos blancos, pero sí aparatos. El capitán observó que yo notaba la mínima disminución de la cantidad de oxígeno. Se burlaba de mi sensibilidad y luego dejó de utilizar los aparatos. Yo le fui indicando con una precisión, siempre confirmada por los aparatos, de si había bastante aire.
-Es un don que tenemos, los conejillos blancos y yo, de sentir seis horas antes que el resto de los humanos el momento en que la atmósfera se hace irrespirable. Pues bien: desde hace algún tiempo me acomete igual sensación que sentí a bordo del submarino: la atmósfera se ha hecho sofocante.
-¿Qué atmósfera? -pregunté yo.
-La atmósfera donde vive la sociedad contemporánea. El ser humano no puede seguir soportándola: la burocracia, la delincuencia, la policía, el gobierno, los impuestos, la inflación, la corrupción, todo contribuye a ahogar al ser humano. La sociedad actual sirve a las máquinas y a los dueños de las fábricas. Está creada para ellos.
-Los seres humanos están condenados a la asfixia, pero no se dan cuenta. Persisten en sus suposición de que todo sigue normal, como en el pasado. Los tripulantes del submarino también resistían en la atmósfera enrarecida.
-Tras la muerte de los conejillos, seguían viviendo aún seis horas. Pero luego terminaba todo. Y yo sé que eso va a ocurrir ahora.
-Tras la muerte de los conejillos blancos no hay feliz fin posible. Sólo faltan algunas horas para que todo termine...
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