martes, 13 de mayo de 2014

Inocencia


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INOCENCIA

Noah Gordon

Una hora más tarde Mary y Rob montaron juntos a pelo el caballo negro y se alejaron del ruido y la confusión. Cuando pasaron junto al campamento de los judíos, Mary notó que el joven delgado se la comía con los ojos. Era Simón el maestro de Rob, que sonrió y codeó a otro en las costillas para que también los viera.


A Mary apenas le importó.
Se sentía mareada tal vez a causa del calor, pues el sol matinal era una bola de fuego. Rodeó el pecho de Rob con sus brasos para no caer del caballo, cerró los ojos y apoyó la cabeza en su ancha espalda.
A cierta distancia de la caravana se cruzaron con dos campesinos hoscos que llevaba un burro cargado de leña. Los hombres los miraron pero no les devolvieron el saludo. Quizá venían de lejos, pues no había árboles en ese lugar, solo se veían vastos campos sin trabajadores, por que la plantación había terminado tiempo atrás y aún no estaba suficientemente madura para ser cosechada.
Al llegar a un arroyo, Rob ató el caballo a un arbusto, se descalzaron y vadearon la deslumbrante brillantez. A ambos lados de las aguas reflectantes se extendían trigales, y Rob le mostró cómo los altos tallos daban sombra al terreno, volviéndolo tentadoramente penunbraso  y fresco.
-Vamos, es como una caverna -dijo y se acercó a la rastra, como si fuera un niño grande.
Ella lo siguió lentamente. De pronto, un pequeño ser vivo hizo crujir el grano casi maduro y dio un salto.
-Sólo se trata de un minúsculo ratón que ya ha huido asustado -dijo él.
Mientras se acercaba a ella por el suelo frío, se contemplaron.
-No quiero hacerlo, Rob.
-Entonces no lo harás, Mary
-respondió Rob, aunque Mary notó la frustración en su mirada
-¿Podrías besarme y sólo besarme por favor? -le preguntó humildemente.
       Así, su primera intimidad explícita fue un beso torpe y melancólico, condenado por la aprensión de Mary.
-Lo otro no me gusta. Ya lo he hecho -dijo precipitadamente,  para salvar el momento que tanto temía.
-Entonces, ¿tienes experiencia?
-Sólo una vez con mi primo, en Kilmarnock. Me hizo un daño terrible.
Rob le besó los ojos y la nariz, suavemente la boca… mientras ella disipaba sus dudas. Al fin y al cabo, quién era aquél, Stephen Tedder, había sido alquien que conocía de toda la vida, primo y amigo, y le había provocado un auténtico dolor.
Después se desternilló de risa por su malestar, como si ella hubiera  sido tan torpe como para permitirle hacer aquello, mismo que si le hubiera permitido empujarla para que cayera sentada en un lodazal.
Y mientras ella albergaba sus desagradables pensamientos, aquel inglés había modificado la naturaleza de sus besos, y su lengua le acariciaba el interior de los labios. No era desagradable y cuando intentó imitarlo, le sorbió la lengua. Pero ella se echo a temblar otra vez cuando le desató el corpiño.
-Sólo quiero besarlos -dijo Rob apremiente, y Mary tuvo la extraña experiendia de bajar la vista y ver la cara de él abanzando hacia sus pechos que, reconoció Mary con un gruñido de satisfacción, eran pesados pero altos y firmes, ya arrebatados de color.
Rob lamió el borde rosado y toda ella se estremeció. Su lengua se movía en círculos cada vez más estrechos hasta que chasqueó el endurecido pezón de corales, en el que se posó como si fuese un bebé cuando lo tuvo entre sus labios en tanto la acariciaba detrás de las rodillas y el interior de las piernas. Pero cuando su mano llegó al montículo, Mary se puso rígida. Sintió que se le cerraban los  músculos de los muslos y el estómago, y se mantuvo tensa y asustada hasta que él aparto la mano.
Rob hurgó en sus propias ropas, luego buscó la mano de ella y le hizo una ofrenda. Ella había entrevisto hombres anteriormente, por casualidad, al encontrar a su padre o a uno de los trabajadores orinando detras de un arbusto.. Y había vislumbrado más en esas ocasiones que cuando estuvo con Stephen Tedder, de modo que nunca lo había visto y ahora no pudo dejar de estudiarlo. No esperaba que fuera tan… grueso, pensó acusadoramente, como si él tuviera la culpa.
Mary cobró valor, le zarandeó los testículos y soltó una risilla cuando notó que él se retorcía. ¡Qué cosa tan bonita!
Después se sintió más tranquila y se acariciaron, hasta que ella intentó, por su propia iniciativa, comerle la boca. En breve sus cuerpos se hicieron frutos maduros y no fue tan terrible cuando la mano de él abandonó sus nalgas firmes y redondas, y volvió a retozar dulcemente entre sus piernas.
Mary no sabía qué hacer con la mano. Le puso un dedo entre los labios y palpó su saliva sus dientes y su lengua, pero él se apartó para chuparle los pechos, besarle el vientre y los muslos. Se abrió camino en ella primero con un dedo y luego con dos masajeando el clítoris en círculos cada vez más rápidas..
-Ah! -suspiró ella con un tono débil, y levantó las rodillas.
Pero en lugar de martirio para el que su mente estaba preparada, le asombro sentir la calidez de su aliento sobre ella. Y su lengua nadó como un pez en su humedad entre los pliegues vellosos que ella misma se  avergonzaba de tocar "¿Cómo haré para volver a mirar a este hombre a la cara?" se preguntó, pero la pregunta se esfumó al instante, se desvaneció de forma extraña y maravillosa, pues comenzó a estremecerse y corcovear pícaramente, con los ojos cerrados y su boca callada a medias abierta.
Antes de que recuperara el juicio, él se había insinuado en su interior. Estaban verdaderamente enlazados, él era una calidez abrigada y sedosa en el núcleo de su cuerpo. No hubo dolor, apenas una leve sensación de rigidez que enseguida cedió mientras él avanzaba lentamente.
En un momento dado, Rob preguntó¨
-¿Todo va bien?
-Sí -dijo ella, y Rob siguió adelante.
En unos segundos Mary se encontró moviendo su cuerpo al  ritmo de él. Poco después, a Rob le resultó imposible seguir conteniéndose y aceleró, cada vez con más impulso, vibrante. Ella quería tranquilizarlo, pero mientras lo estudiaba a través de sus ojos rasgados, vio que echaba la cabeza hacia atrás y se arqueaba. ¡Cuánta singularidad en sentir su enorme temblor, en oir su grupido de lo que pareció un arrollador alivio cuando se vació en ella!
Durante largo rato, en la penumbra del alto trigal, apenas se movieron. Permanecieron quietos y callados ella había apoyado en él una de sus largas piernas. El sudor y los líquidos se secaban

-Llegará a gustarte -dijo finalmente Rob-. Como la cerveza de malta.
Mary le pellizcó un brazo con todas sus fuerzas. Pero estaba pensativa.
-¿Por qué nos gusta? -preguntó-. He observado a los caballos cuando lo hacen. ¿por qué a los animals les gusta?
Él se mostró sorprendido. Años después, ella comprendería que esa pregunta la diferenciaba de cualquier mujer que hubiese conocido, pero ahora solo sabía que Rob la estaba estudiando.
Mary no se decidiá decirlo, pero él ya se diferenciaba de cualquier otro hombre en su mente. Percibió que habia sido sumamente bondadoso con ella en una forma que no compredía del todo; claro que solo contaba con el recuerdo de un acto tosco como elemento de comparación.
-Pensaste más en mí que en tí mismo -dijo ella.
-No lo pasé nada mal.
Ella le acarició la cara y mantuvo allí su mano mientras el besaba la palma.
-La mayoría de los hombres… la mayoría de la gente no es así. Lo sé.
-Tienes que olvidar a tu condenado primo de Kilmarnock -le dijo Rob.
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