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EL MUNDO EN QUE SURGIÓ EL CRISTIANISMO
Como se ha señalado, al menos de manera general, al estudiar otras religiones mundiales, las creencias surgen y se desarrollan de acuerdo con el estado de la sociedad que les da origen.
Si se quiere comprender la razón por la cual el cristianismo tomó la forma que tuvo al entrar en el escenario de la Historia, se necesita estudiar más detalladamente el mundo en que surgió.
Según la versión registrada en el Nueveo Testamento, el cristianismo apareció a mediados del gobierno de Tiberio, emperador romano de los años 14 a 37 de nuestra era.
En esa época las relaciones humanas eran caóticas; a pesar de que todos los países situados alrededor del Mediterraneo, estaban dominados por el Imperio Romano, sus habitantes estaban divididos por marcadas diferencias.
No hablaban la misma lengua y tenían distintos modos de vida, otras tradiciones culturales, entre ellas las costumbres religiosas.
Existían también diferencias económicas, ya que junto a regiones donde, desde la antiguüedad venían floreciendo la artesanía y el comercio, había también zonas dedicadas a una agricultura poco desarrollada.
Estas diferencias fueron eliminadas lentamente. Se necesitaron tres siglos para que todas las provincias del Imperio Romano alcanzaran más o menos el mismo nivel.
Persistió la diferenciación idiomática, ya que el latin, lengua de los conquistadores, era hablada solamente en la parte occidental del Imperio, en la región oriental se mantenía el griego, idioma que había estado ahí unos tres siglos antes de la conquista romana. Amplias zonas del Cercano Oriente habían pertenecido a Grecia, cuyos reyes impusieron en ellas su idioma como lengua oficial.
Los que estaban en peor situación eran los esclavos no seleccionados que servían en las casas de sus amos y familias.
Otros, destinados a trabajar en campos, algunos talleres o minas, eran obligados por la violencia y el castigo, a laborar hasta el agotamiento y sin ninguna esperanza de que alguna vez cambiara ese inhumano trato.
Pero, tampoco los trabajadores libres, estaban en condiciones de mantener siquiera un modesto bienestar
Quienes tenían alguna propiedad, un pequeño campo de labranza o algunas ovejas de donde obtener su frugal alimentación, podían considerarse satisfechos por el solo hecho de no perder tales bienes debido a la voracidad de cualquier poderoso terrateniente.
Aumentaba el número de gente desposeída, los pobres lograban el sustento únicamente como trabajadores asalariados en el campo, pastoreando el ganado de los ricos, mediante fatigosas labores de carga, o en los talleres de artesanía, si dominaban algún oficio. Su existencia parecía aún más dura, cuando observaban cómo vivían muchos sin esfuerzo, con lujos y disfrutando del trabajo de los pobres y humildes
No sorprende entonces, que toda esta població estuviera descontenta, sin embargo, cualquier intento de cambiar su destino por medio de una rebelión, estaba condenada al fracaso, toda vez que el poder del Imperio Romano era, todavía en esos tiempos, muy fuerte.
Esta situación los llevó a la desesperación y al convencimiento de que no podían hacer nada. La insoportable vida que llevaban despertó también en ellos la idea de que la situación no podía seguir empeorando indefinidamente, que se produciría el fin del mundo y que, entonces, terminarían las dificultades.
Los esclavos y los oprimidos se dieron cuenta de que eran impotentes ante los poderosos, ya fueran los ricos de su región o los conquistadores romanos. Por ello, empezaron a confiar que las fuerzas divinas intervendrían para hacer caer el régimen titánico que los empobrecía y los oprimía, para formar luego una nueva sociedad más justa.
Ahora bien, entonces empezaron las dificulatades, porque las divinidades tradicionales, heredadas de los antepasados, no se mostraron lo suficientemente poderosas; ni tan siquiera los habían podido liberar del ataque de los conquistadores. La religión estatal se encontró de pronto en crisis.
Esto no significó que la gente hubiera dejado de creer, pues no habían desaparecido la ignorancia y la inseguridad que son las causas principales que sustentan la religión.
Pero se buscaba otra solución; se quería una divinidad nueva, más poderosa, bajo cuyo amparo pudieran refugiarse con seguridad. Se deseaba un modo nuevo de acercarse a la divinidad para huir de la miseria y opresión.
Finalmente, se quería encontrar el medio de participar en la nueva y mejor vida que habría de organizarse después de la destrucción de este mundo miserable con su injusticia y explotación.
Nuevas relaciones vinieron en ayuda de esta búsqueda. Antes de ser dominados por los romanos, los habitantes de las zonas que gradualmente fueron conquistadas, vivían encerrados en las herméticas fronteras de sus comunidades y regiones. Por consiguiente conocían poco de las creencias e ideas ajenas; pero, después de las conquistas, los hombres viajaron al extranjero a buscar trabajo, donde lo hallaban más fácilmente como artesanos o, incluso podían mejorar su situación social como comerciantes. Vivían dispersos (en griego: diáspora, dispersión), en distintos países, en donde encontraron ideas y creencias desconocidas y apreciaron que correspondían mejor a sus deseos y esperanzas.
Puede suponerse la situación de un emigrado en aquel entonces: alejado del medio ambiente al que estaba acostumbrado, aislado, a pesar de hallarse en una ciudad importante; y, aún cuando vivían con él otros compañeros de tribu, debía esforzarse sólo para mejorar su precaria situación.
Consecuencia natural, fue que los emigrados dejaron de sentirse ligados a la comunidad que habían abandonado, y a concebir que su propia persona era lo más importante; quiso asegurarse una existencia feliz y, eventualmente, una mejor vida, después de la muerte.
Tomó cuerpo el individualismo, incluso en las prácticas religiosas.
Pero, el hombre no puede permanecer definitivamente separado de la colectividad; necesita apoyarse en alguien durante las épocas difíciles de su vida.
También aquel individuo aislado necesitaba la comunidad a su alrededor y buscaba, en primer lugar, a quienes tuvieran la misma lengua. Pero, no siempre podía hacerlo así por lo tanto, se agrupaba frecuentemente con personas de diverso origen, que vivían en sus mismas condiciones sociales. En su mayoría, esas agrupaciones se formaron sobre bases religiosas, en cada una de las cuales se veneraba una misma divinidad.
Según numerosos documentos conservados hasta nuestros días, en la región del Mediterráneo oriental surgieron, a principios de nuestra era, numerosos grupos, grandes y pequeños, cuyos miembros se reunían para celebrar diversos ritos y ceremonias religiosas. Determinados grupos tenían como objetivo, a veces, ayudar a los más pobres; en otras ocasiones, proporcionar entierro digno a los humildes. Quienes pertenecían a estas agrupacionoes estaban obligados a aportar regularmente determinadas sumas de dinero, que eran entregadas a un tesorero. Una característica importante de estas agrupaciones era que no se hacían diferencias por la situacióon social: a las mismas podían ingresar tanto los esclavos como los hombre libres.
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