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ANÉCDOTAS DE MIGUEL ÁNGEL
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El escultor, pintor, arquitecto y poeta italiano Michelangelo Buonarroti, conocido simplemente como Michelangelo o Miguel Ángel en español nació el 6 de marzo de 1475 en el pueblo de Caprese, en el alto Tíber. Se le reconoce como la gran figura del Renacimiento italiano, un hombre cuya excepcional personalidad artística dominó el panorama creativo del siglo XVI y cuya figura está en la base de la base de la concepción del artísta como un ser excepcional, que rebasa ampliamente las convenciones ordinarias.
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Astrología mentirosa
Cuando se produjo su nacimiento, el horóscopo de Miguel Ángel Buonarroti, encargado por
su padre, auguró una vida de fama y fortuna para su primogénito.
Como revelaba su horóscopo, Miguel Ángel recibiría los aspectos benéficos de Mercurio y Venus en la casa de Júpiter.
Lo que ocurrió es que al contrario de lo que pensaba su padre, Miguel Ángel no destacaría en el mundo de la política florentina, sino en el mundo del arte.
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Vocación de escultor
A las pocas semanas del nacimiento de Miguel Ángel, su familia se traslada a Florencia. Parece
ser que su madre, Francesca de Neri de Miniato del Sera, debido a su debilidad, confió el cuidado y alimentación de su pequeño hijo a una nodriza.
Cuentan que esta mujer era hija y esposa de canteros, hecho que según el mismo Miguel Ángel fue premonitorio de lo que posteriormente fue su formación y su vocación como escultor.
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El primer recuerdo
El primer recuerdo que tuvo el artista Miguel Ángel de su infancia
en Florencia fue el cadáver de Jacobo Pazzi. Quien capturado el 28 de abril de 1478 en Casentino, fue ahorcado ese mismo día bajo la barandilla del palacio de la Señoría de Florencia, condenado por el intento de asesinato de Julián y Lorenzo de Médici.
Según el mismo Miguel Ángel, que tenía tan solo tres años, se encontraba con su padre entre la multitud asistente al ajusticiamiento.
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Escuela de gramática
En 1482, con tan solo siete años, Miguel Ángel fue enviado a la escuela de gramática de Francesco de Urbino, llamado el Griego porque era experto en esa lengua.
Según parece Miguel Ángel no fue nunca un alumno muy aplicado lo que le hizo recibir muchos golpes tanto del maestro, como del padre cuando se enteraba.
Al parecer Miguel Ángel prefería faltar a sus clases de gramática para ponerse a dibujar.
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Se salió con la suya
Miguel Ángel trabó amistad con un joven de doce años, Francesco Granacci, que era alumno del famoso pintor florentino Domenico Ghirlandaio.
Se dice que tan interesado estaba Miguel Ángel en aprender dibujo que Granacci animándole a pintar, le llevaba a hurtadillas, los dibujos de su maestro para que Miguel Ángel los copiara.
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Contrato por tres años
El talento de Miguel Ángel, con tan solo trece años, debía ser muy grande y apreciable, ya que el pintor florentino Domenico Ghirlandaio, contrariamente a sus costumbres, lo aceptó sin pensarlo como aprendiz nada más con ver algunos de sus bocetos.
El hecho de estipular un sueldo para un simple aprendiz no era muy común, ya que lo normal era que el aprendiz pagara con su trabajo el privilegio de estudiar con un maestro.
El contrato de aprendizaje de Miguel Ángel, en el taller de Domenico Ghirlandaio, aparece referido en sus libros así:
"1488. Este día, primero de abril, yo Ludovico de Leonardo de
Buonarrota confío a Miguel Ángel, mi hijo, con Domenico y David de Bigordi por los siguientes tres años con este pacto y términos: qué el dicho Miguel Ángel tiene que estar el tiempo dicho
con los antes nombrados aprendiendo a pintar y haciendo dicho ejercicio, y los nombrados le mandarán, y Domenico y David le tienen que dar en estos tres años veinticuatro florines, el primer año seis florines, el segundo año ocho florines, el tercero diez florines: todo sumado noventa y seis liras".
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Mujeres vestidas
Otro alumno de Ghirlandaio, Francesco Granacci le enseñó a Miguel Ángel un dibujo de algunas mujeres vestidas, realizado por el maestro.
Miguel Ángel tomó entonces una pluma más gruesa y repasó el dibujo de una de las mujeres para mostrarle a Granacci como habría debido ser; y es significativo observar como el jovencito Miguel Ángel tuvo no sólo la habilidad para hacerlo, sino también la valentía de corregir el dibujo de su maestro.
Vasari recibió este dibujo de manos de Granacci y se la mostró en Roma en 1550 a Miguel Ángel, que se conmovió al volverlo a ver y, modestamente, dijo que sabía más de dibujo de joven, que de viejo.
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Celos profesionales
En una ocasión cuando Leonardo da Vinci, acompañado de un amigo, pasaba cerca de la iglesia de santa Trinità, allí estaban reunidos varios hombres notables que discutían un pasaje de Dante y, al ver a Leonardo, le pidieron que se sentara con ellos y lo explicara.
En ese mismo instante pasó Miguel Ángel, y, llamándole uno de ellos,
Leonardo dijo:
“Miguel Ángel podrá decirles lo que significa”.
A eso, Miguel Ángel, pensando que lo había dicho para tenderle una trampa, respondió:
“No, explícalo tú mismo, modelador de caballos que eres, incapaz de fundir una estatua en bronce y que fuiste obligado a abandonar el intento vergonzosamente”.
Diciendo esto, volvió la espalda y se fue. Leonardo permaneció en silencio y se sonrojó al oír estas palabras.
¿Por qué iba a odiar a un genio como Leonardo si no por celos?
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Dama curiosa
En una ocasión una dama de alcurnia al contemplar una estátua de Miguel Ángel le preguntó:
-Maestro Miguel Ángel, ¿cómo se las arregla para producir tan excelsa obra?
-Fácil, -replicó Miguel Ángel-, ¡cuando estoy delante del bloque de mármol, con el cincél y el martillo le voy quitándo lo que le sobra!
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Mármol de Carrara
Miguel Ángel era una persona que, además de inventar brillantes diseños y proyectos, resolvía gigantescos problemas prácticos para realizarlos.
Tuvo que ir a buscar su mármol en las frías montañas, excavarlo y subirlo a un carro; luego cargarlo en una barcaza, y llevarlo a su taller a un centenar de kilómetros de distancia.
A veces tuvo que construir la propia carretera a través de las montañas para transportarlo.
“Estamos a punto de terminar”, escribió desde Serravezza.
“Sólo queda por eliminar una roca grande y luego el carro podrá avanzar otros cien pies.”
“Esta mañana uno de los obreros se cayó y se partió el cuello. Yo mismo por poco me mato.”
En otra ocasión se rompió una cadena de la que se balanceaba un gran bloque.
“Tuvimos mucha suerte”, escribió. “Cualquiera de nosotros podría haber sido aplastado.”
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Cruel abuso de sus patrones
Una vez que tenía el mármol en su taller, empezaba el trabajo de labrarlo, que es lento y duro.
Trabajaba todo el día dando con un martillo, tosiendo por el polvo hasta que el cansancio lo dormía.
Si todavía le quedaba un momento antes de dormirse pensaba en el diseño del proyecto o la tumba donde la estatua iría, o sobre algo que había dicho su todopoderoso patrón.
En una ocasión el papa Julio lo envió a Carrara por ocho meses para obtener los mármoles para la construcción de su tumba, y luego canceló el proyecto.
En otra ocasióno el papa Leo, el siguiente papa, lo envió a las colinas de Serravezza durante tres años para luego cancelar su proyecto también.
En total, por lo menos seis de los mejores años de Miguel Ángel se desperdiciaron en las canteras.
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Capilla Sixtina
El papa Julio II encargó a Miguel Ángel que pintara la bóveda de la Capilla Sixtina.
Miguel Ángel trabajaba día y noche tendido sobre la espalda, con la pintura y la cera caliente cayéndole sobre el rostro.
En invierno usaba gruesos guantes; en verano, el calor lo dejaba hecho una piltrafa.
Por fin, los magníficos frescos quedaron terminados.
Enseñó a sí mismo a pintar al fresco y plasmó 300 figuras en una bóveda de mil metros cuadrados. No se acobardó ni se rindió. Probablemente nadie que haya vivido jamás hubiera soportado semejante trabajo. Tenía una resistencia sobrehumana y un sentido casi patológico de la responsabilidad.
El día en que el pontífice fue a examinarlos, los contempló larga y amorosamente.
Miguel Ángel, impaciente ya por saber qué opinaba, le preguntó:
-¿Qué le parece a Su Santidad?
Si le gusto. Pero, aunque no le hubiera gustado la humanidad está en deuda con el papa Julio II, sin él no existiría tal maravilla.
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