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2018, COYUNTURA MUY CRÍTICA
Lorenzo Meyer
22 Feb. 2018
Para el mexicano promedio la confian-za y legitimidad en el conjunto de la estructura institucional de su gobierno -de eso que llamamos Estado- es hoy, según las encuestas, más baja de lo que tradicionalmente ha sido. A una muestra representativa se le acaba de hacer esta pregunta:
"¿Cree que el País va por buen camino?".
Apenas el 8% respondió afirmativamente (Reforma, 15/02/18).
La violencia va en aumento; 2017 registró 25,339 homicidios, de los cuales 18,898 -el 74,6%- fueron ejecuciones atribuidas al crimen organizado, 6,674 más que en 2016 (Santiago Roel, Semáforo Delictivo Nacional, http://www.semaforo.mx/content/semaforo-delictivo-nacional, consultado 19/02/18).
La economía no sale del tradicional, y mediocre, crecimiento del PIB de alrededor del 2% anual (2.2% en 2017, según el Banco Mundial), pero la inflación se calculó en 6.8%. Y en materia de corrupción, en 2017 nuestro país siguió cayendo: lugar 135 en un universo de 180 países (Transparency International, "Corruption Perceptions Index 2017", Berlín, 2018).
Es en este contexto en el que se van a dar las elecciones presidenciales del 1º de julio. Si la credibilidad del proceso resulta menos que impecable y similar a, por ejemplo, la del 2006, la atmósfera política mexicana del futuro próximo va a ser tóxica en extremo. Lo deseable sería que el aparato que debe organizar y garantizar la limpieza de la elección, y que ya carga con un importante déficit de credibilidad, se comportase a la altura del reto para que el país cruce por la coyuntura sin dañarse más de lo que ya está. Sin embargo, los signos no son muy favorables.
A nivel nacional, las instituciones responsables de la calidad del proceso electoral son, sobre todas, dos: el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Ninguna es realmente independiente; ambas están partidizadas. Según José Antonio Crespo, que las ha observado de cerca, de los once consejeros del INE, cuatro son incondicionales del PRI, y en el TEPJF -el de "la última palabra"- la situación es peor: ahí la "bancada priista" la conforman cuatro de siete por lo que el PRI puede ganar cualquier votación (El Universal, 05/02/18).
Una vez más, hoy los dados del juego electoral ya están cargados y ya afectan la credibilidad. Un ejemplo: las disposiciones que acaba de dar el TEPJF al INE para el conteo rápido y el anuncio de resultados el 1º de julio van a retardar más de lo necesario la información (ver las declaraciones del presidente del INE, Reforma, 20/02/18). Eso puede llevar a suponer que el TEPJF busca alargar el tiempo entre el cierre de las urnas y el anuncio de los primeros resultados. ¿Para qué? La sospecha ya está sembrada.
La lógica del viejo dicho: "sobre advertencia, no hay engaño" es impecable, pero hay un problema: cómo, tras ser advertidos, podemos evitar el mal que el aviso implica. En ciertas circunstancias el saber lo que se nos puede venir encima no asegura poder evitarlo. La advertencia que viene a cuento la hizo el propio candidato presidencial José Antonio Meade al cierre de su precampaña, en el Estado de México. Meade aseguró, entusiasta, que ahí, el PRI había librado una batalla "que se veía muy complicada", la ganó y "le regresó la tranquilidad al país y le regresó la tranquilidad a los mercados". Por eso, "inspirados en ese triunfo, el primero de julio del 2018: ¡vamos a ganar!".
Quizá la elección de 2017 -que en el Estado de México ratificó en el poder a un PRI y sus antecesores que, para final del sexenio, van a llevar 94 años ininterrumpidos gobernando-, les haya regresado la tranquilidad a los mercados, pero no a ese 47% de mexicanos que en la actualidad dicen que nunca votarán por el PRI (Reforma, 15/02/18). Y posiblemente el rechazo tiene que ver con la forma en que se logró esa victoria electoral, bien captada en el libro que acaba de coordinar Bernardo Barranco, El infierno electoral: El fraude del Estado de México y las próximas elecciones de 2018 (México: Grijalbo, 2018).
En el libro de Barranco queda claro que lo que Meade prometió en Tlalnepantla es exactamente lo opuesto a una elección limpia. Ahí, intervinieron tres niveles de estructuras para falsear el resultado y darle la victoria al PRI:
- el gobierno federal: todas las Secretarías y agencias de ese gobierno que pudieron intervenir intervinieron con apoyo material y de servicios para el PRI. El INE no opuso ninguna resistencia a esta operación y el TEPJF sólo sirvió para simplemente desechar todos los reclamos documentados de la oposición. 2) Los organismos electorales locales estuvieron, naturalmente, al servicio del partido que los controla. 3) Los cuadros locales del PRI mexiquense, que conocen al dedillo su medio local, fueron muy eficientes en la compra y coacción del voto. Y pese a todo, como partido, el PRI quedó detrás de Morena, lo salvaron sus aliados.
Si Meade y quienes le apoyan efectivamente se proponen repetir a nivel nacional lo hecho en el Estado de México, entonces sí que son, aquí y ahora, "un peligro para México". Una elección de las dimensiones de la que hoy está en puerta y sin credibilidad agudizaría la descomposición de un sistema que apenas si se mantiene en pie. Sería un desastre y una irresponsabilidad de consecuencias que podrían ser muy graves.
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