sábado, 14 de junio de 2008

El Infierno de la Injusticia

Cuavita bonita...

En la madrugada quise escribirte pero por alguna oscura razón no pude entrar en internet... precisamente en la madrugada cuando todos están durmiendo es cuando es fácil entrar a internet... bueno... ahora que ya pude entrar te diré lo que quería comentarte...
Hace como una semana llegó mamá super enojada... los maestros de Oaxaca y otros de no se donde habían participado en una manifestación y por consiguiente habían provocado congestión en el tránsito de la capital...
Yo le comenté que por cuatro razónes no debía estar enojada con ello, ¡claro! me mandó por un tubo:
Número 1: El hecho de que se enoje uno no va a cambiar nada. ¿Qué ganas con enojarte?... Imagínate que ocurre un terremoto... ¿qué puedes hacer?...¡nada!, sucede y nada más...las manifestaciones suceden y ni modo nos toca apechugar... ¡El que se enoja pierde!...
Número 2: Mamá decía: "¿Por qué no hacen sus manifestaciónes en algún lugar a donde no perjudiquen el tráfico?, además, ¿qué tienen que venir a la capital a resolver sus problemas? ¿por qué no los resuelven en sus propios lugares de residencia?".
Precisamente, si se hacen en la capital es porque ya están cansados de recibir promesas que no se cumplen en sus propios lugares.
Y si las hacen provocando congestiones es porque es la manera de hacerse notar para que se les resuelvan sus problemas.
Número 3: A mi me parece que mamá no tiene razón ya que ella es profesora. Si los maestros ganan su causa mamá va a resultar beneficiada pues tiene una pensión chichitita después de haber dado 30 años de su vida como maestra.
Número 4: Los maestros tienen un sueldo muy bajo, es de justicia, de humanidad, que haciendo un trabajo loable reciban un sueldo decoroso ya que de ellos depende que el pueblo aprenda los conocimientos necesarios para conducir este país.
Si la educación recibida es nefasta, nefasta va a ser la dirección de este país por las generaciones que van a seguir la conducción del país,... ¿no crees?
A continuación te envío un artículito que trata sobre el tema:
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EL INFIERNO DE LA INJUSTICIA
Juan José Hinojosa

En el calendario anual de homenajes, el 15 de mayo ha sido reservado a rendir tributo de admiración, cariño y gratitud a los maestros.
Este año el homenaje presentó agudos perfiles de contrastes y contradicciones.
En Los Pinos se realiza la ceremonia oficial con la presencia del presidente de la República.
Las ceremonias en Los Pinos son imperiales y solemnes, el presídium es elegante y de finas maderas, parece un altar, plantas y flores lo adornan, la asistencia es elitista y entre razones de seguridad se esconde la criba para impedir que "colados" rompan la majestad, el protocolo imperial y la adhesión irrestricta.
En el altar destacaba la presencia del secretario de Educación y del secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que nutrían armonías, coincidencias y amistades entre gobierno y maestros. La ceremonia se realiza en cierto apego a las liturgias presidencialistas, transcurre suave, solemne, aterciopelada y agradecida.
Sobre las calles del Distrito Federal, maestros disidentes desfilan y, en agudo contraste con el aliño pulido en la ceremonia oficial, el desfile es gritón, desordenado, iracundo; la razón de ser es que el salario no alcanza para satisfacer las mínimas exigencias del decoro.
Con base en información publicada por Reforma, el salario por día de un maestro mexicano a precios constantes, fue en 1991 de 122 pesos, en 1994 de 111.50 y en 1997 de 92.50.
De estos datos se desprende que la inflación acumulada en esos tres años, "se comió al salario", que los aumentos de sueldo negociados durante ese periodo resultaron inferiores a la corrosiva inflación, que los aumentos en los precios excedieron a los aumentos en los salarios, que hoy los maestros ganan menos que en 1991 y en consecuencia hay menos dinero disponible para llevar a la mesa el pan, el decoro al vestido y el mantenimiento a la casa; en la misma encuesta se afirma que traducido a dólares, el ingreso anual de un maestro mexicano es de 5,100, en tanto que un maestro norteamericano percibe, en la misma dimensión anual, 49,700, un español 27,700 y un checo 12,400; que en su equivalente, un profesor de primaria en México gana cerca de una décima parte de lo que percibe su colega en Estados Unidos, cerca de una quinta parte de lo que gana un español y menos de la mitad de un maestro checo.
Paralela sobre el reloj, mientras los disidentes gritan en las calles, en Los Pinos continúa aliñado, tranquilo, elegante, el homenaje. El presidente de la República entrega cheques a maestros eméritos con servicios prestados a la niñez y a la nación; a quienes tienen de 50 a 30 años consecutivos de servicios, en promedio se les entrega 30,000 pesos por persona. En el punto de referencia, 3.5% de lo que recibe un secretario de Estado o un jefe del Departamento del Distrito Federal cada año como aguinaldo o compensación o bono de gratitud, estimado, según filtraciones que violan el secreto dolosamente guardado, en 800,000 pesos. Y en la conclusión amarga y aterradora, para el maestro las migajas y para el político que se cobija en el vértice de la pirámide, la tajada generosa.
En la calle, los maestros disidentes se enfrentan a los granaderos, hay patadas, golpes, heridas menores. Protesta y gritos crecen, las porras se incrementan en ingenio y agresividad, el destinatario es el gobierno que los desprecia, que no los quiere oír, que los pretende aniquilar.
En Los Pinos sigue la ceremonia, después de la entrega de los cheques, compensación injusta por magra y cicatera, vienen los abrazos entre el que da y quien los recibe, los atisbos de lágrimas, las sonrisas, el edén que la televisión recoge con alegría singular para proyectarla a los habitantes del país. En el remate, el discurso del presidente, en el centro mismo del altar cuidadosamente montado:
"Me comprometo a respetarlos, reconocer su labor y mejorar sus condiciones salariales y profesionales para que vivan con dignidad, pues nada de lo que estamos haciendo y estamos logrando en el campo de la educación básica sería posible sin el compromiso patriótico, sin el alto sentido de la responsabilidad, sin la participación que están teniendo las maestras y los maestros de México organizados en su
sindicato."
Al discurso sigue el aplauso cortesano, emocionado, aprobatorio. En el mismo escenario, Los Pinos, en discreto rincón que no compita con el brillo de las candilejas de la liturgia imperial, los secretarios de Educación y del Sindicato amigo y amistoso, la conmovedora coincidencia que subraya el monto de los aumentos, el trato preferencial y consentidor que el gobierno otorga al magisterio mexicano, la alianza histórica y la emocionada gratitud.
En la calle, los disidentes se acercan peligrosamente a Los Pinos, las mentadas se multiplican, arrecia la ira, el enfrentamiento entre granaderos y disidentes adquiere perfiles amenazantes de pelea que puede llevar a la confrontación violenta y a la reacción irreversible, el caos vial es monstruoso, los habitantes de la ciudad se enojan.
En el mismo día siguen los contrastes. Carlos Acosta y Antonio Jáquez dan cuenta en Proceso, mayo 18, de la entrevista concedida por el secretario de Hacienda a los medios de comunicación. "Fue en Palacio Nacional, Ortiz da rienda suelta a su optimismo, la actividad económica en repunte, la producción industrial dinamizada, el empleo creciendo, las cuentas externas en constante superávit, la inflación y las tasas de interés a la baja, los ingresos públicos en ascenso, la deuda pública sin problemas, todo está en línea con lo previsto", y ahora sí a partir del segundo semestre, pero sobre todo a fines de año, "ya debemos tener un efecto notorio en el ingreso de las familias".
Otra vez los contrastes, los filos entre el triunfalismo desbordado del gobierno y el via crucis cotidiano del pueblo mexicano. En Palacio Nacional la descripción del edén, en el Salón Panamericano, escenario para la entrevista, las candilejas, los cómodos asientos, las filminas, la modernidad en la presentación, la buena y elegante mesa para el secretario y sus auxiliares, la descripción miniaturista del nuevo paraíso, "ya la hicimos" en la promesa sexenal, la cuenta alegre supera "nuestros mejores pronósticos", estamos, otra vez, en el dintel del Primer Mundo. Y en el remate del reportaje, el brochazo demoledor: "Ese fue el tono de su discurso que se apoyó en comparaciones cuando resultaban favorables y las evitó en caso contrario. Como hacían Salinas y Aspe".
Y mientras Ortiz describía el paraiso, maestros de todo el país empezaban a llenar el Zócalo en demanda de mejores condiciones de vida y en protesta por el salario injusto por insuficiente...
Y otra vez, en el vértice, el filo de los contrastes: en Los Pinos, en la Secretaría de Hacienda, el edén. En la calle, el infierno de la injusticia social.
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