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FELICIDAD
RIUS
En el transcurrir histórico de mi existencia en este Valle de Lágrimas (que decían los curas cuando todavía les hacia caso), he dedicado algún esfuerzo a tratar de divertirme un poco.
Ya se sabe que por añejas tradiciones pasamos la vida sufriendo y llorando y haciendo méritos para pasar al mas allá y vivir en mejores condiciones que en este más acá que nos deparó el destino.
(Eso debemos agradecerlo a las doctrinas del Vaticano, que nos han hecho creer que hemos venido a este mundo para hacer méritos y ganarnos el Paraíso, e irnos al Infierno de todos tan temido.)
-¿Gozar en esta vida?
Sólo rezándole a Dios y absteniéndonos del pecado, nos han dicho desde hace siglos los (que se dicen) representantes de Dios. Y para contradecirlos, la mayoría de los seres humanos hemos buscado, de mil y una formas, la manera de ser felices en esta vida tan cruel y despiadada.
-¿Y cómo se le hace para ser felices?
Bueno, ahí mero está el quid, el meollo del asunto, el chiste de la vida.
No se trata de buscar como locos la felicidad completa, simplemente porque no existe.
Hay que buscar aquí y allá (y sobre todo acullá), tener pedacitos de felicidad de vez en cuando. Conseguir momentos, breves pero sustanciosos, de sentirnos a gusto y satisfechos.
La humanidad ha creado muchas opciones para ser (a ratos) felices.
Una de ellas es el sexo que, si bien en el momento álgido y ográsmico del asunto nos hace sentir en el colmo de la felicidad, instantes después nos deja tristones y apachurrados, preguntándonos: ¿ya se acabó?
El sexo se vuelve tan repetitivo (y a veces obligatorio). O, que hay que aprender a disfrutarlo.
Con los alcoholes pasa algo parecido: con moderación nos hace felices un rato, pero con el abuso nos termina por llevar a la cruda de todos tipos.
No hay buena cruda, sólo hay diversas clases de mala cruda, como a todos nos consta. Y es que la mayoría de la gente bebe para emborracharse, no para disfrutar un rato.
Decía aquel viejo vals que vino, mujeres y canto se traducían como motivos para ser felices, (bueno, yo así lo entendí) y en ese tercer lugar estamos viendo al canto, o sea a la música. Entonces, podemos concluir que oyendo música, o haciéndola, podemos conseguir buenos ratos de felicidad.
-¿Qué clase de música es la que nos puede hacer felices?
Pos ahí entran ora sí que los gustos de cada quien, porque los hay que no aguantan ni diez minutos de Beethoven, y al contrario.
A mí me hace feliz oír música clásica (o como le digan), colocando como mis fafavoritos a los barrocos (Bach, Vivaldi, Boccherini, y otros terminados en “ini”, excepto Boturini),y siguiéndoles los enormísimos Mozart y Betethoven, y los más modernos Bodorin, Debussy, Ravell, Mussorski, Prokófiev, Eric Satie, Madredeus, los coros del Ejército Rojo, las buenas arias de ópera (una ópera completa no la aguanto, excepto Carmen), las buenas canciones napolitanas, Carmina Burana, uff, nunca acaba uno de oír buena música clásica.
-¿Y el jazz?
Cuántos momentos de auténtica felicidad me han dado (o prestado) Count Basie, Billie Holiday, Ellington, Django Reinhardt, Miles Davis, Eric Clapton, Ella Fitzgerald, el Modern Jazz Quartet, los viejos blues, Erroll Garner, Rubly Braff (y todos los que se me olvidan, que son más de los que me acuerdo). No quiero hacer menos a la vieja música ranchera mexicana, la maravilla de un buen bolero, ni mucho meno salos viejos trovadores cubanos, ni a Óscar Chávez, Amparo Ochoa, Amália Rodrígues la portugesa, Serrat, los Beatles, coño!, Violeta Parra, el Trío Matamoros, Silvio Pablo, las Hermanas Huerta, Lucha Reyes, David Záizar, ¡maldita memoria que me está dejando fuera muchos nombres!
En fin: pienso que la música, la buena música de cualquier clase, nos puede proporcionar grandes momentos de felicidad, como quien no quiere la cosa.
-¿Y qué decir de los momentotes de felicidad que nos depara la Santa Madre Naturaleza?
-¿Quién no disfuta de un gratuito atardecer a la orilla del mar o en los luminosos cielos oaxaqueños o zacatecanos?
Contemplando cómo se rompen las olas en un acantilado y cómo corren como locos los cangrejos, resulta un placer fuera de serie. O la felicidad que nos dan los perros o gatos que conviven y comparten con nosotros en la calle o en la casa. Visitar un zoológico y divertirse horrores con los changos o las focas, las mariposas, las golondrinas, las ardillas, la humilde lagartija, las catarinas, los peces japoneses, las medusas, el cangrejo ermitaño, o los cangrejos que caminan de ladito y nunca avanzan, la araña ingeniero que fabrica matemáticamente su telaraña, los pelícanos pescadores, los patos meneadores de cola, las luciérnagas...
-¿No nos transmiten una satisfacción gratuita cuando los observamos?
Y luego están las flores, el bosque, los arroyitos, las impresionantes cataratas, hasta el desierto se puede convertir en una felicidad incomparable, (siempre que no estemos caminando por alguno a las dos de la tarde.)
Dejé para último (sin ser lo último disfrutable) a los libros, que no se cansan nunca de entrgarnos felicidad con la lectura,
Hay tantas cosas que tenemos a la mano que nos pueden dar felicidad que, viéndo lo bien, podemos decir que no es feliz el que no quiere. Y fíjese bien, mi estimado, posiblemente al leer estas garrapateadas líneas está alegrando una pequeña alegría o satisfacción, con lo que, sin darse cuenta, me está dando un buen rato de felicidad.
Estaríamos, usted lector y yo, pergeñador de estas líneas, compartiendo unos gramos o centímetros de felicidad.
Piénselo bien y verá que la perra vida en este ya jodido planete Tierra, es en este super jodido país, pude ser disfrutable si dejaramos de pensar en los políticos que nos joden la existencia.
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