miércoles, 7 de octubre de 2020

Anécdotas (Carlos Monsivais)

 


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ANÉCDOTAS DE 

CARLOS MONSIVAIS



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La tía María


-¿Cuándo tuvo Carlos su primer gatito?


-A los 10 años empezó con los animales. Le regalaron un gatito.


-A su mamá no le gustaba. No dejaba que entrara a la casa.


-Cuando Carlos regresó de un viaje que hizo a otra ciudad, se molestó mucho cuando se enteró de que su mamá había regalado el gatito.


-Despues que murió su madre, conmigo abusó. Metió una enorme cantidad de gatos a la casa. Él tenía 13 gatos. Solo uno se le murió.


-En los setenta, Octavio Paz le

regaló otro. Habían discutido y esa fue una señal de reconciliación.

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-¿Dónde estudió la escuela primaria?


-El primer año su madre lo metió al instituto Franco Español. Recuerdo que él llegó diciendo una mala palabra y su madre le preguntó: "¿Donde aprendiste eso m'ijitio?"


-A mi me dijo que si estaba pagando con sacrificios una escuela privada, no tenía caso enviarlo para que aprendiera malas palabras. Lo cambió a una escuela pública. En un año cursó el primero y segundo año.


-La maestra le dijo a su mamá: "Su hijo aprende todo muy

rápido".


-¿Era de puros dieces?


-De 10 y de nueve.


-Era muy bromista. La última broma que me hizo fue antes de que ingresara al hospital. Dijo:


"Mi tía está afligida porque no tiene vestido negro para ir a mi funeral".


-¿Recuerda usted a todas las personas de la farándula que visitaban a Carlos?


-Bueno, vino a comer aquí Juan Gabriel. Carlos se llevaba mucho con Elsa Aguirre, con Tongolele, con Ninón Sevilla, con María Victoria.


-¿También con María Félix?.


-Sí, era una mujer muy orgullosa, siempre que llamaba por teléfono daba órdenes.


"¡Dígale a Carlos que estoy saliendo de Cuernavaca y voy a Polanco!" -Nunca decía, por favor ni nada.


-¿Se llevaron mucho?


-Sí, recuerdo que en un homenaje, María Félix dijo frente a Carlos: 


"Este sabe más de mi vida que yo".


-¿También lo visitó Carlos Slim?


-Sí, una vez vino. El pobre no se enteró que uno de los gatitos le había orinado su saco. Y así se fue.


-¿Lo visitó Carlos Salinas?


-Salinas le hablaba mucho a la casa. Recuerdo que durante su campaña lo invitó a una gira. Y mi muchachito le dijo: 


"No voy porque tú no eres mi candidato".

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Los Animales

(Marta Lamas)


-Una pregunta que le obsesionaba a Carlos Monsiváis era: 


“¿Cuál debe ser una relación ética y justa con los animales?”

-Para él el acto de mayor barbarie era criar animales para torturarlos públicamente, como en las corridas de toros y en los circos.


-Nuestra pasión compartida por los gatos (que se llama elurofilia) adquirió en Carlos dimensiones patológicas. 


-Sus gatos eran sus amos, lo manipulaban, le destrozaban todo, le impedían dormir sin interrupciones, pero su goce elurofílico cancelaba cualquier racionalidad. 


-Esa locura gatuna nos unía y teníamos largas charlas sobre nuestros felinos que, con frecuencia, derivaban al doloroso tema de las emociones de los animales... 


-Él afirmaba: 


"Los animales tienen sentimientos y sienten dolor, alegría, amor y tristeza, como nosotros". Y a continuación se preguntaba, y me preguntaba: 


"¿Qué vamos a hacer para que no los lastimen?"


-Adorador de los gatos, Carlos compadecía a todos los animales vejados, hambrientos o abandonados que encontraba en la calle.


-En alguna ocasión que fuimos a comer nos sorprendió al pedir un bistec, pues todo mundo sabía de su vegetarianismo, para luego salir y ofrecérselo al perro que estaba en la entrada de la fonda.

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La Niña de la Paleta de Dulce


-Una niña se pasea por la explanada semivacía del palacio de Bellas Artes, de la que ha partido la multitud cargando el féretro para llevar a Carlos a su último paseo por el Zócalo.


-Vestida con una camiseta verde de la selección de futbol de México, chupa una paleta de dulce.


-Sus padres la trajeron al velorio de Carlos Monsiváis.


-¿Sabes quién es Monsiváis?


-¿Cómo no?- se ofende-, lo he visto y lo ha oído en la tele, no le entendí mucho. Pero voy a leerlo, anuncia alzando la barbilla.


-Tampoco sabe que Monsiváis a su edad asistió a Bellas Artes al velorio de Frida Kahlo y más tarde al de Diego Rivera.

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Conversar

(Sabina Berman)


-En el año 1999 que se venía llegar la democracia, al menos la electoral, que se quería sacar del centro del poder al PRI, Sabina Berman le dijo:


-Carlos, no sabemos conversar con el oponente, insultamos, descalificamos, nos ganan las ganas del golpe, por lo tanto, enseñanos a conversar.


-Carlos Monsiváis separó más las piernas, dobló el torso hacia delante y su cabeza de pelo blanco despeinado no se movió un minuto entero.


-Así empezó:


1. Debe aceptarse de entrada que tu oponente tiene sus razones y son válidas y ciertas. Que no está loco y no es un villano. Hay que escuchar sus razones, y entenderlas.


2. Una conversación es un ejercicio de transformación. No sales de una conversación como entraste. Sales convertido, con verdades más amplias, que incluyan a más y sirvan mejor.


3. No debatas con mentiras ni permitas que te mientan. Si te mienten, te levantas.


4. También te levantas si el otro te prueba que sí está loco.

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En el Zocalo

(Sabina Berman)


-Una mañana en el Zocalo estuve sentada a su lado en un balcón del Hotel Majestic.


-Del otro lado de la gran plancha atestada de cientos de miles de electores, el candidato a la presidencia de la alianza de las izquierdas. Andrés López Obrador, pronunciaba el discurso que ahora se recuerda como el de la inclusión.


"Que vengan a sentarse a la mesa de las decisiones los pobres, sí, pero igual los empresarios y los profesionistas y la clase media".


-Monsi atendía a la figurita milimétrica del otro lado de la plaza murmurando al unisono las palabras magnificadas por bocinas.


-Le sople al oído:


-¿Escribiste tú el discurso?


-Me respondió:

-¿Qué te parece?


-Me encanta, es lo que necesita decir y hacer la izquierda moderna, ¿Pero no lo escribiste? Sin responder, siguió murmurando las palabras del discurso.

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Seguir Adelante

(Elena Poniatowska)


-Ahora que México enfrenta retos inquietantes y que la partida de Carlos Monsiváis nos deja desoladas a muchísimas personas, me agarro de lo que propuso Elena Poniatowska cuando se preguntó, hablando por todos nosotros: 


"¿Qué vamos a hacer sin tí, Monsi?" 


-Ella decía, palabras más palabras menos, que lo que debíamos hacer era retomar sus causas y seguir luchando.

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Nueva York, Estación Grand Central

(Víctor Zurita)


-Se había convertido en una costumbre para mi visitar un local de revistas y periódicos exclusivamente dedicado a México, una ordenada y extensa librería que era el deleite de todos los que como yo intentábamos estar al corriente de nuestro país.


-Los periódicos y revistas más importantes, una selecta muestra de libros y hasta las ediciones de farándula y banalidades. 


-También había una sección dedicada a esas delicias populares de historietas baratas y bizarras.


-Al salir tomé la última revista PROCESO que estaba a la venta y de inmediato escuché un lamento en español con acento gaucho:


-Usted no puede hacerme esto, es el último PROCESO.


-Reviré mi mirada y me encontré una sonrisa con un teatral rictus de tristeza de un hombre maduro, regordete y con una bufanda escandalosamente amarilla.


-Tomé mi revista (porque ya era mía). Le sonreí disculpándome y me encaminé a la salida. Él me siguió y me dijo:


-Usted disculpe... pero en breve le comento que vengo desde el Bronx por esa revista mexicana porque ahí escribe Carlos Monsiváis y soy adicto a sus crónicas; a él lo leo desde cuando vivía en Argentina. Si usted es bueno, y abusando, le pediría me vendiera al doble la revista. Ha de pensar usted que le está hablando un loco y tendrá razón.


-Ante mí, un argentino residente de Nueva York, fiel lector de un escritor mexicano, con la osadía de lanzar una tentadora oferta... La revista creo me costó siete dólares, pero aun con el doble no pagaba mi renta del mes.


-Aquel simpático caballero que hablaba como cantando un tango en plena Estación Central no sé cómo me convenció. Sólo le acepté los siete dólares que pagué por ese ejemplar. Me dio un medio abrazo y desapareció entre la gente.


-Él tenía más derecho que yo a tener esa revista. Es absurda la comparación, lo sé. Pero es como el vecino que toca la puerta para pedir un poco de azúcar de nuestra surtida alacena.


-Carlos Monsiváis, o, mejor dicho, sus palabras viajaron esa fría tarde a la velocidad del Metro de Manhattan con destino al Bronx.


-Estación Central, epicentro del vértigo, cruce de destinos, andadores del laberinto, sótano de la metrópoli madre del mundo. 


-Estación Central, la oportunidad siempre tiene risa.


-Hoy nos dieron la noticia de tú partida. Hasta siempre querido Monsi, gracias por tu talento.

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