Ser
suegra es un parentesco conflictivo.
Pero, ¿por
qué? ¿no pasa lo mismo con los suegros?
|
Estas y
otras interrogantes trataré de contestarlas en el transcurso de estas líneas.
Según
sea la relación con el matrimonio, existen más o menos 10 tipos de suegras:
• intrigantes;
• metiches;
• sobreprotectoras;
• frías;
• indiferentes;
• agresivas;
• dominantes;
• hipócritas;
• las
que se hacen las víctimas;
• las
que se hacen las enfermizas y también
• las
perfectas.
La
relación familiar es de dos tipos:
a) entre el yerno y su suegra y
b) entre la nuera y su suegra.
A la primera
corresponde la suegra mostrada en las tiras cómicas, los cuentos, la TV y las
películas.
Famosa es la
suegra de Pomponio que es presentada como una mujer fea, desaliñada, gorda,
antipática, que siempre le está haciendo la vida imposible al yerno.
Por lo
general, la mujer que debe enfrentarse a un yerno juega un papel difícil.
Casi todas
esas mujeres tratan de ayudar y, con esa actitud, entorpecen la vida de la
pareja.
Intervienen
en problemas domésticos más allá de lo que les toca: intervienen en asuntos
tales cómo, cómo llevar mejor la casa, cómo distribuir el dinero, la vida
social y hasta se permiten criticar algunas actitudes del yerno, en un afán de
dirigir todo para que "las cosas salgan mejor".
A
veces sucede que la suegra se hace indispensable, especialmente cuando es
viuda: hace la limpieza, la comida, atiende a sus nietos.
Todo le
parece maravilloso a la hija.
Tiene plena
conciencia de que ella sola no podría con la casa.
El marido,
por su parte, está hastiado de su suegra, disgustado por su constante presencia
y por lo que él considera como "interferencia en los asuntos de
familia".
Todos los
días debe soportar que le estén imponiendo un modo de vida extraño para él,
hasta el grado de sentir sentirse como un arrimado en su propia casa.
La suegra
pasa de la simple insinuación a la crítica abierta de la forma en que se
administra el dinero, el trato que se le da a los hijos, las relaciones de
amistad que mantiene y, en varias ocasiones, le ha reprendido "de buena
manera" por el tratado que le da a su hija, "a pesar de lo buena y
trabajadora que es ella".
Lo
primero que piensa el marido es en cambiarse de casa, para que la suegra no
tenga la facilidad de vivir cerca y así no se entrometa a diario.
La esposa se
opone definitivamente.
Ella está
convencida de que su madre es una suegra perfecta y, no capta por que su marido
no comprende todo lo que su madre hace por el bien de ambos.
Suele
suceder que una suegra, que cuando joven se caso enamorada y que durante su
vida de matrimonio tuvo carencias y dificultades, quiere para su hija, un buen
partido, para que no le pase lo que a ella le paso, un marido con dinero, considerando que el amor no es lo
conveniente.
Sin querer,
si la hija se deja, la madre la empuja a una vida que no va a ser de felicidad.
Pues como dice el dicho y con mucha razón, "el dinero no es la
dicha".
Ahora
con respecto a la segunda clase de suegras se puede decir lo siguiente: Debido
a la íntima relación que existe entre la madre y el hijo, y peor si es hijo
único, la suegra es parte importante en la vida de la nuera.
Desde el
punto de vista de una madre, la nuera nunca será lo suficientemente buena para
su "hijito". Partiendo de esta base la suegra puede fácilmente
convertirse en un ser siniestro y sus actitudes influirán, en el peor de los
casos, en la disolución del matrimonio.
Cuando
el joven lleva a su casa a la novia y la presenta a su madre, comienza la
guerra: Si la novia es, aparentemente, inobjetable, la suegra no se opondrá,
pero puede iniciar una ofensiva bastante inocente, para que, a veces, resulta.
"Me vas a dejar sola"..."¿Quién te hará tus
espaguetis"..."¿Ya no me quieres?..."¿Qué haré si me da un nuevo
infarto?"... Estará jugando al papel de víctima. Y si el joven decide
casarse de todas maneras, a pesar de las advertencias de su madre que "las
hace por su bien", la táctica será diferente: La suegra estudiará
cuidadosamente la situación y tomará su tiempo antes de comenzar la ofensiva.
Al principio será a base de insinuaciones "sin importancia":
"Fui a ver a tu mujer el miércoles, pero no la encontré"..."en
realidad, casi nunca la encuentro en casa". Es una clara indirecta para
hacerle ver a su hijo que la esposa pasea todo el día mientras él trabaja.
"¡Cómo se las arregla para estar siempre tan bien maquillada tan bien peinada...! Siempre está a la
última moda". Esto quiere decir que la esposa está despilfarrando el
dinero en arreglarse y descuida sus obligaciones domésticas. O bien, "¡Qué
desaliñada es, nunca e arregla teniendo todo el tiempo del mundo!", en
fin, se trata de decir algo en contra de la pobre nuera. Cuando la suegra da
por terminada la etapa de las insinuaciones inocentes, inicia una campaña entre
los parientes, los amigos e intriga un poco en contra de la familia de su
nuera, aduciendo que no sabe la razón por la cual "no quieren a mi
hijo".
Existe
otra suegra que no tiene el fin de hostilizar al matrimonio, sino de ayudarlo.
Se convierte en ser dominante. Ella acompaña a la nuera a comprar todo lo que
hace falta en el nuevo hogar y su gusto se impone en la decoración del
departamento de la nueva pareja.
Algunas
madres, aterrorizadas por no convertirse en suegras disociadoras y metiches,
cortan por lo sano y no se inmiscuyen en nada. "Qué vivan su vida" es
su principio, y permanecen frías e indiferentes con respecto al nuevo
matrimonio, o incluso llegan al otro extremo, el de darle la razón a la nuera,
aunque no la tenga, sabiendo que el hijo de todos modos esta clavado por el
parentesco, no así la nuera que es, en cierta forma, una extraña.
Por
lo general, la suegra no se propone hostilizar a la nuera o al yerno, sin
embargo esa relación se torna complicada, tensa, y, a veces, insoportable.
Ninguno de ellos es intrínsecamente malo, pero son relaciones que suceden de
generación en generación. Con el tiempo, las nueras de víctimas se tornarán en
suegras (verdugas). Tal parece que es el sino del ser humano. Quizás, la raíz de
todo radica en razones genéticas: los instintos maternales, escritos en los
genes y reforzados filogenéticamente durante generaciones, hacen que toda mujer
quiera sobre proteger a sus hijos, que constituyen su herencia, su proyección
de sí misma hacia el futuro. El
proteger a sus hijos en la madre es un impulso natural mucho más fuerte que el
instinto de conservación. A los suegros les pasa lo mismo, pero no con tan gran
intensidad, razón por la que
son más tolerantes no constituyendo un pariente conflictivo.
Quizás,
la solución es que las suegras se mueran (¡perdón!) para que a su vez las
nueras se constituyan en suegras y así sigan las cosas "per saecula
saeculorum ".
----------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario