Ya he
elevado mi solicitud de beca ante mis amigas de la Fundación Japón con el noble
fin de pasar 3 ó 4 meses practicando y estudiando las costumbres sexuales de
las japoneses.
De
momento parece que no ha sido aceptada ni siquiera mi solicitud, pero como
estas cosas burocrática a veces se toman años en ser resueltas, ni pierdo las
esperanzas.
Mi
idea era aprovechar el tiempo antes de cumplir mis 60 años para dedicarme a una
exhaustiva investigación teórico-práctica, con el fin de averiguar hasta que
punto disfrutan (o no) las japonesas el acto sexual y sus prolegómenos. Todo,
claro, a nivel científico y dentro de los lineamientos que marcan las
circunstancias de la vida (sexual).
En
tanto llega la respuesta, habrá que teorizar al respecto, ya que hasta el día
de hoy no he tenido suerte con ninguna de las posibles conejitas de Indias.
Aunque el lector lo dude, en el viaje dediqué muchas de mis preguntas al tema
que nos ocupa. Tanto entre las feministas, como con otros individuos e
individuas, saqué a relucir el tema que, dicho sea de paso, no resulta ser nada
fácil entre los japoneses. Hablar de sexo no es muy común que digamos, y la
sociedad japonesa en ese aspecto es de lo más conservador, al grado que la
revista PLAYBOY sufre la depilación sistemática del vello púbico de sus
conejitas. Tuve la oportunidad (científica, claro) de ver algunas películas
erótico-pornográficas japonesas, y en todas aparece velado con cuadritos, tanto
el sexo masculino, como el femenino. Y eso a pesar que las anuncian y venden
"solo para adultos".
Pero
en fin. Como comprender el lector, es un tanto difícil y embarazoso andar por
la calle preguntando a una mujer qué tal le va con sus orgasmos, o si antes de
casarse ya había perdido su sello de garantía, o si prefiere otra postura a la
clásica del misionero cristiano. Sospecho que ese tipo de entrevistas (y con
intérprete) no sería muy aceptado.
Sin
embargo, cuando logré hablar de sexo con mis entrevistadas, la primera noticia
que recibí fue que, en general, a los japoneses hombres y mujeres, NO les
interesa demasiado el sexo y prefieren otras prácticas deportivas. Esto fue por
una pregunta mia sobre el bajísimo índice que tiene Japón en cuanto a los
divorcios: 160 mil divorcios al año no son nada. Mientras en los Estados Unidos
de 2 que se casan, UNO se divorcia (lo mismo que en Cuba) y en México la
proporción es de 3 a 1, en Japón de 6 matrimonios, sólo 1 acaba tronando.
¿Esto
podría significar que el japonés es feliz en su matrimonio y que lleva una vida sexual
satisfactoria?
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Ni
lo uno, ni lo otro, me contestaron TODAS las personas a quienes elevé mi
pregunta. Los matrimonios resultan ser MUY infelices, pero se tienen que
aguantar por varias razones:
a) el
divorcio es muy mal visto en la sociedad japonesa.
b) el
divorcio es una catástrofe para ambos. Para el hombre, porque ninguna empresa
ve con buenos ojos al divorciado. Para ella, porque la sociedad la rechaza y
difícilmente puede volver a casarse y le resulta casi imposible vivir sola.
c) el
divorcio es muy problemático económicamente debido a que en el Japón no existe
la "separación de bienes". Todos los matrimonios deben compartir sus
bienes (y sus males).
Cuando una pareja
comete la tontería de casarse el compromiso de adquirir la casa o departamento
es de los dos. En Japón comprar una casita equivale a endeudarse para toda la
vida, no sólo la del matrimonio, sino en muchos casos para la segunda y tercera
generación. Los precios de casas y terrenos en Japón son increíblemente altos,
como lo veremos al rato.
El
divorcio es pues, toda una tragedia. La sociedad lo rechaza, las empresas lo
rechazan y la familia lo rechaza. Para el hombre japonés, fracasar en el
matrimonio constituye algo digno de harakiri, y de hecho muchos se suicidan
antes que conceder el divorcio: no olvidar nuevamente que los samurai han
vuelto a la sociedad japonesa.
¿Qué hacer entonces?
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Aguantarse
de por vida, seguir cazador y hacer cada quién su vida, dentro de la proverbial
discreción japonesa, de forma que los hijos no sufran. O mientras los hijos no
se casen: la gran mayoría de divorcios que pese a todo se dan en Japón los
sufren parejas mayores de 40 años.
¿Y
el SEXO qué? Suponiendo que el sexo no les interese demasiado a los japoneses,
no creo que hayan descubierto la forma de vivir casados y sin sexo o que
practiquen un celibato de tipo religioso.
La religión
en Japón ha dejado de tener importancia, como lo veremos en su momento.
¿Se habrán
convertido en expertos del placer solitario? ¿O tendrán "casa
chica"donde obtienen lo que no hay en casa? *
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Aunque con
eso de que en Japón todas las casas son chicas, tendríamos que hablar de casas
enanas o de casas de muñecas, con perdón del maese Ibsen...( ¿O ser que
japoneses y japonesas van hacia el homosexulismo...?
Y
tal parece que la solución tipo Ibsen es la que más popularidad está teniendo
entre los maridos y no maridos nipones: las "casas de muñecas" vulgo
burdeles. En varias calles elegantes del barrio idem de Ginza, encontré en
varios lugares verdaderos Urales con fotos de prostitutas, y su respectivo
teléfono *con precio incluido). Desde el viernes en la noche, las calles de
Shinjuku, el barrio "rojo" de Tokio, se llenan de oficinistas
japoneses buscando el sexo comprado. Hay prostitutas japoneses, pero lo que más
abunda es el elemento chino, coreano, taiwanés, singapuroso, filipino y
-curioso, diría un jesuita- hay muchísimas prosti de los países
"blancos" de América Latina: Chile, Colombia, Costa Rica y Argentina.
Este
curioso "racismo" japonés se explica fácilmente por la vieja idea del
japonés de sentirse superior a los demás asiáticos, y en el caso de las
latinas, a que la preferencia del japonés se dirige hacia las mujeres blancas,
altas y rubias de ser posible.
Respecto a las señoras, mis informantes
me hablaron de una especie de prostibulos "masculinos", donde las
señoras ricas y necesitadas *aunque no pertenezcan precisamente a las clases
necesitadas), encuentran jóvenes dispuestos a practicar el sexo ganándose
algunos miles de yenes. Pero por lo general, según parece, las japonesas
casadas infelizmente, vuelcan su necesidad afectiva en los hijos, recurriendo
de vez en cuando a la aventura con algún desconocido *o conocido).
El
criminal ritmo de trabajo de los japoneses expulsa de su casa al marido desde
las 6:30 de la mañana, para regresar a su hogar a las 12 de la noche. En Japón
han acuñado el término "SEVEN-ELEVEN", tomado de una cadena de
supermercados que tienen ese nombre por estar abiertos de 7 de la mañana a 12
de la noche, para designar así a las compañías que trabajan con ese mismo
horario.
¿Sería posible que el
marido japonés llegue a su casa agotado del trabajo, buscando el sexo
conyugal?
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Misterio
oriental a la vista.
Para
no seguir planteando adivinanzas, cerremos este capítulo informando al lector
de una vieja costumbre japonesa que está resucitando, como parte de la
"crisis" sentimental. Anteriormente a la Restauración Meiji, como
llaman al reinado del famoso emperador, los matrimonios se arreglaban, por
medio de las famosas celestinas o "arregladoras de boda", tal como se
practica todavía entre los judíos.
Estas mujeres vivían concertando matrimonios
por todo el país, de modo que los jóvenes se casaban sin conocer a la novia,
por acuerdo que se hacia entre los padres de ambos dos, ¿y si no se entendían?
Pues se aguantaban de por vida o esperaban que surgiera eso que llaman el
"amor posterior".
La costumbre ha
vuelto al Japón, pero, como es natural, ahora todo se hace con computadoras,
que son las encargadas modernas de concertar la boda. Ya hay varias compañías
dedicadas al negocio de conseguir novia o novio. Se anuncian todos los días en
los periódicos y por una cantidad módica le consiguen esposa al desesperado que
no ha podido ligar compañera en la oficina *que es donde más se dan los
matrimonios).
La
computadora ser culpable si aquello no funciona...
Última Hora
Ya
en proceso de hechura del libro, en México pude hablar del tema con una amiga
latinoamericana que vivió dos años en Japón, y que tuvo "novios"
japoneses. Confirmó todo lo que yo sabia de la vida sexual y la situación de la
mujer, pero añadió cosas la mar de interesantes al respecto.
El
japones ve el sexo como una simple necesidad física, como un desfogue que no
necesariamente debe involucrar a la mujer, excepto como mero
"recipiente" u objeto sexual destinado a ser usado. Todos se bañan
antes del acto sexual, pero éste es rapidísimo, al grado que la mujer casi ni
se da cuenta de lo que está pasando, y tampoco pone nada de su parte para
recibir placer. Rara es la japonesa que sabe lo que es el orgasmo, pues en
Japón la única finalidad del sexo es hacer hijos. En el idioma japonés no
existe la palabra "beso". Sólo después de la guerra se introdujo en
el lenguaje diario la palabra "kisu", que tomaron del inglés kiss y
usan para designar una costumbre extranjera que a veces practican algunos
japoneses. Sobre todo los que se han civilizado al vivir en países extranjeros,
mayormente en América Latina.
Para
la japonesa, el marido ideal es el que no la "molesta" sexualmente.
Puede llegar borracho *la mayoría lo hace casi a diario) y a la una de la
mañana. La esposa lo recibe y lo atiende, lo baña, le da de cenar y lo mete en
la cama para que duerma. Al parecer, el sexo es para fuera de la casa, con
alguna prostituta o una "amiguita" con quien platicar. Una encuesta
de la televisión japonesa descubrió que los matrimonios japoneses platican
entre sí un promedio de 15 minutos diarios.
Otro estudio que
hizo un periódico de Tokio encontró que la gran mayoría de esposas japoneses NO
sabía lo que era un orgasmo.
Sin
embargo, abunda la pornografía en el Japón. Los nipones consumen millones de
"comics" pornográficos: hay cientos de películas idem y hasta la
televisión cuenta con dos canales dedicados al cine "sólo para
adultos". En el cuarto del hotel había, como creo ya dije, la posibilidad
de ver 'pagando' cine pornográfico. *Horrible). Creo que esa tendencia a la
pornografía explica lo que piensa el japonés del sexo: para ellos sólo es la
satisfacción personal de una
necesidad fisiológica. Lo que pasa con la mujer, no les importa. Y hasta ahora
tampoco parece importarle a las mujeres.
Otra
amiga periodista que vivió un tiempo en América Latina y se "libero"
de los tabúes japoneses, concluyó su charla sobre el sexo en Japón diciéndome
que "mira Rius, en Japón como has visto, todo es chiquito, incluyendo la
"cosita" de los señores... y como pilón, la mayoría de ellos tiene
eyaculación precoz...
Dejo
las conclusiones al lector, porque yo no me atrevo.
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