domingo, 13 de diciembre de 2020

Cuenta Cuentos

 


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CUENTA CUENTOS



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Más vale prevenir 


Al ver que su vecino estaba sentado en el jardín un día en que hacía un frío invernal, un hombre le preguntó por qué no entraba en su casa. 


-Quiero estar a la vista de todos. Mi esposa está ensayando las piezas que va a cantar en el concierto de la iglesia, y no quiero que la gente se imagine que la estoy golpeando -fue la desconcertante respuesta. 


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La viola 


-Cuando empecé a tomar clases de viola, siendo ya adulta, telefoneé a mi madre para decírselo y contagiarle mi emoción. 


-¡Qué bien! -exclamó-. Por cierto, hija, ¿cómo suena una viola? Nunca he oído a nadie tocar una. 


Como era imposible explicárselo con palabras, volvía llamarla por teléfono algunos días más tarde. Acababa yo de comprar un disco compacto con música interpretada con ese instrumento. 


-Escucha esto, mamá- le dije, y acerqué el auricular al altavoz del aparato estereofónico. Luego de hacerla escuchar una sonata de Schubert durante medio minuto, le pregunté: 


-Bueno, ¿qué te parece? 


-Me dejaste muda, hija -respondió tras un largo silencio-. ¿Cuántas clases has tomado?

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Línea de fuego


  La feria callejera que cada año se celebra en beneficio de nuestra orquesta sinfónica local tiene algo que ofrecer a todos, entre otras cosas globos inflados con helio para los chicos y un pequeño concierto. 


Durante un pasaje pianissimo de una pieza que estaba interpretando la orquesta, un globo se soltó accidentalmente, dio contra una saliente filosa de la tienda de campaña y estalló como un disparo. 


Sobresaltado, el primer violinista estuvo a punto de voltear su silla, y en el rostro de la violinista que se hallaba junto a él se dibujó una expresión de terror. 


Posteriormente explicó a sus amigos: "Cuando lo vi brincar, lo único que pensé fue: ¡Dios mío! Le han disparado y no me sé su parte". 


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Final sorpresivo 


A la interpretación de la Obertura 1812 de Chaikovski, en el palacio municipal de Hobart, Australia, se le dio un efecto teatral al poner a ocho soldados, ataviados con uniformes napoleónicos, a disparar sus mosquetes cuando la partitura lo pedía. 


Pero luego hubo un final inesperado, pues las puertas del recinto se abrieron violentamente y los bomberos irrumpieron en el lugar en respuesta a una alarma activada por los sensibles detectores de humo del edificio. 

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