-A
mi, siempre me ha facinado el que los novelistas inventen sus argumentos tan
apegados a la realidad. Pero, a veces, se dice que la realidad supera a la imaginación.
-¡A
ver! ¡dame un ejemplo!
|
-Para
allá voy, pues bien, la esposa de un teniente de la marina norteamericana,
Raymond T. Michelini, le obsequió un anillo a su esposo, en cuya parte interior
ostentaba el nombre de su conyuge.
-El
marino se hizo a la mar a bordo del destructor Joseph F. Kennedy por aguas del
Océano Pacífico.
-Una
tarde el teniente perdió su anillo, mismo que fue barrido, sin ser notado,
mezclado con la basura y arrojado en alta mar.
-Y,
¿luego?
|
-Pues,
pasaron cinco meses, y una buena mañana la embajada norteamericana en Madrid
recibió la visita del español Francisco Hernández, de oficio pescador, quien
días antes había hecho presa de un pequeño octópodo, en cuyo interior encontró
el anillo perdido; y tras deducir que pertenecía a un norteamericano lo entregó
en la embajada.
-¿Cómo
supo el señor Hernández que se trataba de un norteamericano y por qué no un inglés?
|
-¡Ve
tú a saber!
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