-Acabo de leer un libro aterrador.
-¿No
será "La Momia" de Anne Rice?
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-No, nada que ver
con momias, es un libro de historia, sobre nuestro país. Se trata de un libro
de terror en serio, aunque algo nos dice de lo que puede engendrar una cultura
oficial equivocada: se trata de "El Movimiento Antichino en México (1921-1934)" de Jorge Gómez
Izquierdo, y fue editado en 1992.
-Se
refiere a esa zona negra de la historia de México que es la violencia racial
que los mexicanos ejercemos sin confesarlo.
-Hay, en efecto, una historia oculta,
que se puede iniciar en las guerras contra los indígenas en el siglo XIX y se
extiende hasta, por ejemplo, el trato que se dio a los chinos en Sonora y
Sinaloa hasta hace unas cuantas décadas.
-Indigna el desprecio con que la casta
divina yucateca insultó a los mismos chinos a quienes contrataba para explotar
en las plantaciones henequeneras, pero aterroriza la manera como el norte del
país debutó en la revolución con la tropa maderista matando en unas horas a 303
chinos en Torreón (15 de mayo de 1911). En Sonora, ya en los veinte, la
persecución de chinos se elevó a ley estatal, prohibiendo incluso los
matrimonios entre chinos y mexicanos; los abusos no tenían límite, desde el linchamiento
hasta el saqueo y apropiación de los bienes de los chinos.
-Según
el libro, la ola más alta terminó en 1934, sin explicar muy bien por qué ni qué
ha pasado después. Y eso después de que gobernadores como el de Aguascalientes,
Francisco Reyes Barrientos, prohibía los matrimonios mixtos y el presidente del
país, Plutarco Elías Calles, alentó a las ligas Pro-raza.
-En el antichinismo hubo de todo: en el
siglo XIX, al chino se le emparentó con el indio como agente enemigo de la
modernización que ya entonces hacía babear a la clase dirigente; después de la
revolución, se le vio como el invasor, el fuereño que al menor logro se le
advertía como alguien que había robado la oportunidad de triunfar a un local.
Se imitó a la xenofobia antichina
estadounidense, se acudió a la formación de asociaciones civiles eminentemente
fascistas, se expulsó, se robó, se mató, de Ensenada a Matamoros.
-Yo creo que el antichinismo ya
terminó, pero, ¿qué me dices
de los campos de
concentración donde el Gobierno retuvo
a los japoneses residentes en México durante la Segunda Guerra
Mundial?
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-Con el advenimiento de la Segunda
Guerra Mundial, entre diciembre de 1941 y otoño de 1945 los miembros de la
colonia japonesa en México se vieron obligados a reportarse en las oficinas de
la Secretaría de Gobernación para registrarse y ser enviados a departamentos o
granjas con el propósito de ser vigilados.
-Se desconoce con precisión el número
de personas de origen nipón que vivían en el país, entre residentes,
naturalizados o ilegales, aunque el estimado es de 6,000.
-En su mayor parte se dirigieron a la
Ciudad de México o Guadalajara, y hubo campos de concentración en Celaya y el
estado de Querétaro.
-Dado que las relaciones entre Japón y
México hablan sido buenas hasta el inicio de la guerra, el trato que recibieron
por lo general fue respetuoso, sin embargo muchos sufrieron el abuso de
autoridades durante su traslado a los puntos de reunión, en especial por
extorsiones y sobornos.
-Todos
recibieron ayuda del Comité de Ayuda Mutua, conocido en japonés como Kyoeikai,
organizado por su embajada.
-Quienes
estuvieron en la capital vivieron en un edificio de la colonia Santa María la
Ribera y cinco casas de dos pisos de Tacuba, además de la hacienda Batán,
ubicada en la Magdalena Contreras, al sur de la ciudad; no eran vigilados,
aunque debían registrarse a diario y seguir ciertas normas impuestas por la
Secretaria de Gobernación.
-En
la ex hacienda de Temixco, Morelos, cerca de Cuernavaca, fueron concentradas
unas 600 personas, y aunque vivieron con ciertas limitaciones, las labores en
el campo les permitieron satisfacer sus necesidades elementales.
-Las restricciones disminuyeron de
manera paulatina, y muchos encontraron trabajo en otras ciudades.
-Aunque su experiencia no fue tan
penosa como los japoneses en Estados Unidos, la pérdida de sus negocios y
separación familiar tuvo un fuerte impacto.
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Gustavo García
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