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UNA HISTORIA DE CHIHUAHUA
-Era, don Rafael Martínez, un español y jesuita, condiciones ambas que lo llenaban de orgullo.
-Y llegó en misión a tierra tarahumara, donde se afincó en medio del siglo XIX.
-Fue un hombre íntegro y apasionado de su labor.
-Se involucró con la comunidad tarahumara de Batopilas y a ella se entregó con toda la carga de su fe.
-Comía la comida de los indios y hablaba su lengua.
-Entendía sus problemas y los ayudaba a solucionarlos en la medida de lo posible.
-Y convertía indios chihuahuenses en cristianos.
-Esa era, al fin y al cabo, su misión.
-Acabó, este jesuita español, siendo un tarahumara más, con todo y la velocidad alucinante de sus piernas y el estómago acostumbrado al tasajo de venado.
-Se volvió tarahumara.
-Y lo hizo tan bien que tomó esposa india y procreó hijos mestizos, diríase un nuevo Gonzalo.
-Guerrero en pleno siglo XIX.
-Tal desacato a la condición célibe de los hombres de la Iglesia llegó a oídos de su congregación jesuita desde la cual vino la excomunión fulminante.
-Proscrito de los territorios de su fe, don Rafael Martínez se vio, de pronto, apestado entre los peninsulares y católicos de la región de Batopilas.
-Se le prohibió, incluso, entrar en la iglesia del pueblo, a cuyo altar mayor ya se había acostumbrado después de incontables años de pisar sus alrededores.
-Y don Rafael, entristecido por su nueva circunstancia, sólo pudo reponerse con el sencillo expediente de incorporarse aún más a su nueva patria, la tarahumara.
-Vio, pues, crecer a su familia mientras vivía y comía y trabajaba como sus paisanos, los indios.
-Finalmente murió don Rafael, extrañando los olores de incienso y cirios y la madera pulida de las bancas.
-Pero su excomunión era de por vida y más allá de la vida. La Iglesia impidió que su cuerpo fuera enterrado en el atrio del templo de Batopilas... se le condenó a ser inhumado en el bosque, la casa de los tarahumaras.
-Pero estos indios, llenos de cariño por don Rafael, quisieron darle gusto por última vez.
-Durante varias noches clandestinas los tarahumaras cavaron un larguísimo tunel, que empezaba en el bosque y casualmente acababa debajo del altar mayor de la iglesia.
-Envuelto en un petate y con la ayuda de su familia india, don Rafael fue enterrado, al fin, en suelo santo.
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-Esta historia la contó doña Carmen Martínez de Tarango, que es bisnieta de nuestro personaje.
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