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¿QUÉ CAMBIÓ?
Lorenzo Meyer
15 Sep. 2016
Antes de entrar en materia, bien por The New York Times (12 de septiembre) que defiende editorialmente a Carmen Aristegui y a Sergio Aguayo contra quienes les demandan por supuesto "daño moral", aunque es improbable que las fuerzas contrarias a la libertad de prensa den marcha atrás en México.
El 7 de septiembre cayó la guillotina política sobre Luis Videgaray, personaje que desde Hacienda pareció estar a cargo de toda la estructura del gobierno federal, incluyendo "Los Pinos". El gesto con que la Presidencia pretendió compensar un gran error de cálculo atribuido a Videgaray en su papel de cuasi primer ministro -la invitación a la casa presidencial a Donald Trump, un personaje del que 94% de los mexicanos tiene pésima opinión (El Universal, 12 de septiembre)- no debería hacernos perder el sentido del conjunto de la maniobra.
A estas alturas poco importa que Videgaray esté o no en el gabinete, sus políticas ya marcaron el sexenio y la atención ciudadana debería enfocarse en sus efectos y en el relevo efectuado en la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).
La herencia
El nuevo secretario de Hacienda, José Antonio Meade, llegó para administrar el presupuesto y las políticas de su antecesor. Y ese presupuesto que se presentó al Congreso -resultado de decisiones tomadas años atrás-, implica dar prioridad a la deuda contratada y por contratar y, por tanto, disminuir el gasto público en 239.7 mil millones de pesos respecto del actual.
El manejo de los recursos públicos es el mejor indicador de la naturaleza de la ideología y prioridades de un gobierno, como bien lo mostró James Wilkie en su clásico The Mexican Revolution: federal expenditure and social change since 1910 (1967).
Las cifras y los rubros y no el discurso es lo que realmente muestra la forma en que el poder decide quién gana y quién pierde en el reparto de recursos públicos escasos.
El "presupuesto Videgaray" implica, en primer lugar, un nuevo paso en la destrucción de la herencia cardenista de 1938: se van a asignar 100 mil millones de pesos menos a Pemex.
Después de sangrar en extremo y por decenios a esa empresa símbolo del nacionalismo, ahora que casi se le acabó el superyacimiento de Cantarell y que el precio del petróleo ha caído a menos de la mitad de lo que era a inicios del sexenio, se le deja en la cuneta en calidad de esqueleto. Según el proyecto, también perderán, aunque en menor proporción, las áreas de educación, comunicaciones y transportes, agricultura, medio ambiente y salud. En contraste, instituciones tan poco valoradas por los ciudadanos como el Senado, la Cámara de Diputados, el Consejo de la Judicatura Federal o el TEPJF, no deberán experimentar recortes sino aumentos y el INE, que amamanta con liberalidad al desprestigiado sistema de partidos, se queda prácticamente intacto.
En otro tiempo Videgaray y el Presidente aseguraron que las "reformas estructurales", en particular la petrolera, llevarían a un crecimiento promedio anual del PIB del 5%, pero en realidad lo que ha crecido es la deuda pública, que pasó de representar el 33.9% del PIB en 2012 al 43% en la actualidad. Y como las "reformas estructurales" no dieron el resultado esperado, deberán ser los recortes al gasto y toda la gama de nuevos impuestos los que le darán el tono a una política económica cuya meta inmediata es, sobre todo, lograr el "superávit primario" necesario para que la deuda e intereses no sigan aumentando y las agencias calificadoras no pongan tache a México. Se supone que fue un Videgaray ya en problemas el que propuso invitar a un personaje tan odioso como Trump para tratar convencerle de disminuir su ataque al punto más débil del comercio exterior mexicano: las exportaciones a Estados Unidos, destino del 80% de todas nuestras ventas al exterior. No lo logró.
El otro cambio
Además del de Hacienda, el otro cambio en el gabinete fue en la Sedesol, la estructura encargada de los programas destinados a paliar los efectos de la pobreza. En esa Secretaría el recorte fue relativamente menor -3.7%- pero a cambio se puso al frente de ella a un apparatchik del Estado de México: Luis Enrique Miranda.
En la Sedesol y en los gobiernos estatales se concentran los recursos y las maquinarias que pueden volver a montar las operaciones de compra e inducción del voto. No sabemos cómo se conducirá Miranda de cara a las elecciones estatales de 2017 y a la nacional de 2018. Sin embargo, no es ilógico recordar el pasado y hacer inferencias.
Si la Sedesol es dirigida al "estilo Toluca" -el de la "operación Monex" o del "no te preocupes, Rosario" con que el Presidente respondió en 2013 a las grabaciones del PAN en el Veracruz de Javier Duarte y que mostraban las formas en que los priistas iban a usar a Sedesol en la compra de votos (La Jornada, 24 de abril, 2013)-, entonces los resultados del proceso electoral volverán a ensombrecer a un México cada vez más distanciado de su clase política.
En fin, hay que exigir ya y con fuerza que, justamente por lo precario del entramado institucional, no se repita lo que Videgaray hizo como coordinador de la campaña presidencial priista de 2012 y que nadie se atreva a salir con un: "no te preocupes, Luis Enrique". Al contrario, hay que insistir en que en la Sedesol y "Los Pinos" se preocupen y mucho por la responsabilidad que acaban de adquirir.
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