martes, 24 de octubre de 2017

¿Quién le Teme al 2018?

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¿QUIÉN LE TEME AL 2018?


Lorenzo Meyer
20 Jul. 2017

Una encuesta nacional levantada a inicios de julio ofrece, entre sus resultados, este: al preguntar al encuestado por cuál partido nunca votaría en la elección presidencial del año próximo, el 49.2% seleccionó al PRI y el 11.8% a Morena. 

Al hacer la pregunta en sentido positivo, por cuál sí votaría, Morena quedó en un primer lugar, aunque con el 18.1%, pero el PRI apareció con sólo 8.6% y sus aliados de siempre -PVEM, NA y PES- apenas le aportarían el 0.9%. Sin embargo, PAN y PRD -la oposición "leal" al gobierno y enemigos jurados de Morena y de su líder, Andrés Manuel López Obrador (AMLO)-, sumados alcanzan el 23.1% (El Universal, 17 de julio).

Las encuestas, que últimamente han fallado mucho, son apenas un reflejo más o menos distorsionado del estado de ánimo colectivo. Y ese estado anímico puede cambiar antes de que México se encuentre con las urnas en 2018. Como sea, Morena va en ascenso y hay elementos para suponer que ese hecho debe preocupar a la derecha, pero sobre todo a quienes controlan el entramado institucional.

Los datos de la encuesta sugieren que lo ideal para quienes van a tratar que 2018 no sea un parteaguas histórico y que las elecciones concluyan en algún tipo de "gatopardismo" -cambios en la superficie pero no en el fondo-, sería construir un gran frente PRI-PAN-PRD que enfrente a Morena. Teóricamente y según los datos, ese frente podría obtener el 31.7% del voto más lo que le añadieran sus rémoras -los partidos chicos que irían con la coalición-, y así, con la mano en la cintura, podría aplastar a la única oposición real.

Pero como la unión de aguas y aceites de una supuesta izquierda con derechas certificadas -PRD-PRI-PAN- no pareciera ser presentable en la disputa presidencial, el bloque sólo lo pueden formar PAN y PRD. Por eso el antimorenismo va a quedar dividido en dos: PRI y rémoras por un lado y PAN-PRD por el otro. En ese caso, el PRI va a empeñarse en una defensa numantina. Y defenderá no tanto su futuro sino lo acumulado en el pasado por sus élites. El miedo será el motor de su estrategia.

Urbi et orbi PRI, PAN y PRD y sus aliados anuncian ya que Morena puede ser el advenimiento ya no del comunismo sino del "populismo". Y en este contexto, para el antimorenismo, el populismo será presentado como un "mesianismo tropical" que si bien no es un asalto frontal contra el sistema de propiedad, sí es lo más cercano: un autoritarismo caudillista con aumentos impositivos, gasto público demagógico, peligro para la privatización energética, etcétera. Todo esto, y siempre según los antipopulistas, desembocará en una crisis económica y política mayúscula, similar a la de Venezuela. Que el ejercicio efectivo de la responsabilidad de gobernar de AMLO cuando fue jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal (2000-2005) no avale esta visión apocalíptica de sus enemigos, es lo de menos. Lo demás es impedir a como dé lugar que esta tercera y última campaña presidencial de AMLO tenga éxito.

¿Pero si objetivamente Morena y AMLO no se proponen introducir ningún cambio radical en la naturaleza del capitalismo mexicano sino apenas adecentar su administración política, a qué realmente le temen los que le temen? 

Quizá a una posible rendición de cuentas.

Hoy, la corrupción gubernamental campea en buena parte de nuestro hemisferio, pero algunas de sus sociedades ya han empezado a reaccionar. Aquí, al otro lado del Suchiate, en 2015 el presidente Otto Pérez Molina fue acusado de corrupción, destituido y encarcelado. 

En Perú, el ex presidente Ollanta Humala, que gobernó entre 2011 y 2016, está ya en prisión preventiva lo mismo que su esposa, acusados de corrupción. 

Desde 2007, otro ex presidente peruano, Alberto Fujimori, está en prisión por su responsabilidad en matanzas durante su gobierno. 

Y otro ex presidente peruano, Alejandro Toledo, y su esposa también pueden ir a prisión si Lima logra su extradición, pues están acusados de lavado de dinero. 

En El Salvador, el ex presidente Elías Antonio Saca fue llevado este año a la prisión de Mariona, acusado de enriquecimiento ilícito, y otro ex presidente, Mauricio Funes, estaría acompañando a Saca de no haber huido a Nicaragua. 

Rafael Callejas, ex presidente de Honduras, ingresó a prisión en Estados Unidos en 2015 por participar en un esquema de corrupción dentro de la FIFA.

Y Ricardo Martinelli, ex presidente de Panamá, está preso en Florida, acusado de haber usado recursos públicos para espiar a rivales políticos. 

Finalmente, está el caso más reciente y muy diferente de los anteriores, porque implica a un ex presidente muy popular: Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, condenado en primera instancia por una aún no probada acusación de corrupción. Lula, posible candidato para la elección de 2018, está acusado de haber recibido un departamento y una casa de manos de contratistas de la obra pública.

Lula ha apelado y está por verse si la condena inicial se sostiene o no, pero si eso le ocurre a un personaje tan popular dentro y fuera de su país, ¿qué podría pasar con los políticos mexicanos, tan desprestigiados por haber sumido al país en la corrupción extrema?

En suma, el verdadero temor de quienes hoy tienen las riendas del poder no es al "populismo" sino a que México ingrese al grupo de países que llaman a cuentas a sus gobernantes. ¡Y vaya que si hay cuentas pendientes!
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