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EL PREDICADOR
Un año apareció el Predicador.
Entraba en los restaurantes e iba por los puestos de comida en las calles y en los mercados para lanzar discursos en pro del vegetarianismo, en defensa de los animales, en contra de quienes se alimentan con cadáveres.
La gente lo miraba y seguía comiendo.
A veces, los taqueros lo amenazaban con sus cuchillos y entonces el Predicador hablaba de los horrores de la triquinosis, el pagar con ceguera, locura y muerte por el gusto insensato por comer carne de cerdo.
Los domingos se apostaba en el El Toreo de la Condesa para hacer el vejamen de la corrida.
Cuando empezó la guerra el Predicador repitió en tranvías y autobuses las palabras de Dios contra la violencia.
El comer carne y el asistir a los toros tenían la culpa de todas las crueldades.
Se ganó el desprecio y la ira de ambos bandos.
Decidió seguir su campaña de paz en el frente.
Murió en el asalto e incendio del tren de Guadalajara por los cristeros.
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