2011 189 27
MI AMIGO EL GATO
Elmer Davis
-La señora de Michelet, esposa del célebre historiador francés, calculó, en cierta ocasión, que había tenido cien gatos.
"Di más bien, corrigió su marido, que cien gatos te han tenido a ti".
-Se hallaba, tal vez, celoso de que esos animales hubiesen usurpado los mimos que legítimamente le correspondían, en su hogar; pero cualquiera que conozca bien los felinos, sabe que estaba en lo justo.
“Soy para el gato lo que mi máquina de escribir es para mí y lo que la compañía Ford es para el señor Ford, es decir su modus vivendi; en poco tiempo habré gastado, para alimentarlo, todo lo que me paguen por este artículo”.
-De acuerdo con la opinión de psicólogos autorizados, el gato es probablemente el menos útil de todos los animales domésticos; lo cual, a mi parecer, revela un mezquino concepto de la utilidad.
-El gato no produce riqueza material y no trata de procurársela, a menos que se vea obligado a hacerlo; aun en ese caso no producirá más de lo que necesita; pero, ¿acaso Rembrandt fué el menos útil de los holadeses, o Bach el más inservible de los alemanes; Rembrandt y Bach produjeron (desde el punto de vista sociológico, si no económico), un noble deleite para sus semejantes.
-Experimentamos deleite, asimismo, al contemplar la sorprendente belleza de muchos gatos y la gracia perfecta de todos ellos, o gozamos del placer, aún más elevado, de contemplar la criatura más independiente y majestuosa de la creación.
-Tiberio Graco admiraba tanto esa independencia del gato, que puso una imagen de éste en el Templo de la Libertad, en Roma, como el mejor símbolo de la libertad. No sé cómo habrían explicado el bien conocido amor de Lenin por los gatos; entiendo que le proporcionaba cierta satisfacción irónica la compañía de los únicos seres que no podía dominar en Rusia.
-La independencia, por supuesto, es más aparente en los gatos callejeros, que practican con mayor energía, en un medio civilizado, la iniciativa privada y el hosco individualismo. Por eso, el gato callejero debería ser el animal favorito de los ricos conservadores; sin embargo, sospecho que, si se hiciera una estadística de los gustos de esta clase privilegiada, se hallaría que la mayoría de sus miembros prefieren el dócil perro.
-Por otra parte, el gato es el favorito de los artistas y de los escritores, que generalmente constituyen una tribu individualista hasta el fanatismo y saben apreciar el individualismo y la independencia en sus amigos, humanos o animales.
-Pero cualquier gato es virtualmente un gato callejero; el más mimado de los gatos domésticos podría vivir por cuenta propia, si tuviera que hacerlo. Mi gato (y conste que empleo el posesivo sólo para identificarlo), es un gato persa, de pelo plateado, que lleva una vida apacible y sedentaria en su apartamento urbano, durante nueve meses del año. Pero cuando se marcha al campo, en junio, se siente como en su casa en medio de los bosques y los campos, y se pelea con todo lo que se le pone enfrente. El sentido sumamente perspicaz de su interés personal induce al gato a vivir de sus rentas, si puede hacerlo; pero sólo porque le resulta más agradable, no por obligación. Esta tendencia no es del todo desconocida entre los seres humanos.
-Fuera del gato callejero, receloso de su libertad, y del gato capitalista doméstico, existe otro grupo económico; el de los gatos asalariados, que desempeñan un empleo público o privado. Se mantiene a la mayoría de éstos con el objeto de que espantar las ratas y los ratones, aunque durante la guerra muchos se alistaron en las trincheras o en los submarinos, para dar la señal de alarma cuando lanzaban gases asfixiantes.
-Existe una jerarquía económica en esta clase lo mismo que entre los empleados asalariados humanos.
-Supongo que, desde el punto de vista felino, los gatos empleados en las carnicerías ocupan un lugar prominente: son las "estrellas" o los presidentes del noble gremio del mundo gatuno.
-Sufren todas las vicisitudes de los empleados asalariados; hace poco, el alcalde de Boston, con el objeto de realizar economías, rebajó los salarios de los gatos empleados en la Biblioteca, de 10 dólares por año y por gato, a 9 dólares 85; rebaja que tal vez agradecieron los contribuyentes bostonianos.
-El gato sabe aprovechar cualquier situación; pero es lo bastante listo para preferir una vida regalada. Conocí gatos callejeros tan amigos de su independencia que se negaban a aceptar empleos en tiendas de abarrotes, pero son raros.
-Citaré como ejemplo, a mi buen amigo Amos, un robusto gato, de piel rayada como la de un tiegre, que solía vivir con una pareja de ancianos, en Nueva York.
-El marido murió y la viuda resolvió quitar su casa e irse a vivir con sus hijos; éstos no quisieron hospedar a Amos. Sucedió, por entonces, que cierto club descubrió con horror que había ratas en los sótanos de su edificio y la mesa directiva autorizó al gerente para que pusiera un gato en la nómina. Le presentaron a Amos, al que admiró -¿quién no lo hubiera admirado;- y le ofreció un empleo en el club. Pero Amos, después de examinar cuidadosamente los sótanos, se percató de que no le convenía ni el lugar, ni el empleo. Al día siguiente, se escapó; seis semanas después regresó, un tanto desmejorado y sucio, y desde entonces ha cumplido puntualmente con su trabajo y no ha vuelto a salir de allí.
-El gato casero conoció mejores tiempo, que tal vez recuerda su memoria atávica; en Egipto, hubo una época en que se le consideró como una divinidad. Esto no quiere decir que todos los gatos domesticados, en la actualidad, tengan un abolengo egipcio; como tampoco puede decirse que todos los habitantes del sur de Estados Unidos sean descendientes de los grandes propietarios de plantaciones que allí moraban antes de la Guerra Civil; pero un habitante del Sur lo bastante culto para conocer la tradición, venera el recuerdo de la antigua mansión de blancas columnas que el ejército de Sherman incendió; y quizás, también cualquier gato, aun en el caso de que sus antepasados hayan venido de la Europa Central, gusta de recordar a veces que en una época remota sus hermanos fueron dioses en Egipto.
-La raza gatuna y sus variedades, manx, siameses, persas y otras muchas, posee más o menos la misma abundancia de antepasados que las llamadas razas arias.
-Los gatos de pelo largo, según la opinión de los peritos en la materia, descienden del manual del Asia Central.
-Solo conozco a este animal por fotografía; mas parece tener una majestad formidable y aún temible que hubiera hecho de él un buen compañero de juego para Genghis Khan.
-En cuanto a los gatos de pelo corto, provienen de diversas especies salvajes, europeas, asiáticas, africanas y hasta americanas: antes de que llegaran los conquistadores españoles a América, había gatos domesticados en México y en la América Central.
-Pero el gato, considerado como una institución doméstica de la cultura occidental, apareció por primera vez en Egipto, donde existió un templo consagrado a la diosa-gata, en Bubastis, allá por 1500 antes de nuestra era.
-En una época aún más remota, la mitología egipcia hablaba ya del Gran Gato, el gato celeste que mata a la serpiente que a veces trata de tragarse al sol.
-Es más que probable que los primeros gatos caseros europeos se hayan importado de Egipto, probablemente de contrabando, pues los egipcios no dejaban salir de su país a los animales sagrados.
-Diodoro refiere que en la época del imperialismo egipcio, los ejércitos que guerreaban en tierras extrañas solían reunir todos los gatos que encontraban y los enviaban a Egipto, donde se les trataba con el debido respeto.
-Los griegos encontraron en Egipto por primera vez al gato, ailouros, como lo llamaban, es decir el animal que mueve la cola.
-Herodoto lo menciona por vez primera en la literatura europea, como un animal egipcio, aunque no desconocido de los griegos.
-No todos los gatos son adorables, de la misma manera que no todos son detestables.
"Cada gato individual, dice Van Vechte, difiere en todas las formas posibles, de otro gato individual".
-Tal vez esta generalización sea demasiado absoluta; pero lo mismo sucede con las generalizaciones que se refieren a seres humanos.
-¿Acaso todos los gatos tienen cola?
-No la tienen los gatos Manx.
-¿Existen razas de gatos pelones?
-Aunque el gato Sphynx fue la primera raza sin pelo o sin pelaje aparente reconocida por las asociaciones felinas que llevan un registro genealógico de los felinos de raza; actualmente son cuatro las razas de gatos pelones.
• Sphinx;
• Don Sphinx;
• Peterbald y
• Devon Rex.
-¿Son inteligentes los gatos?
-He conocido íntimamente unos quince o veinte gatos; en su mayoría eran admirables, por su carácter o su inteligencia o por ambas cualidades, pero algunos eran insoportables y aún estúpidos.
-Mi actual compañero felino, el General Gray, fué obsequiado a mi familia por la esposa de un general Bray bípedo, para sustituir a un gato que había muerto. Es uno de los gatos más notables que he conocido, y también lo fué su antecesor; sin embargo, un gato sólo sustituye a otro en la misma forma que una esposa sustituye a la anterior. Puede ocupar el mismo sitio en el hogar, pero tiene uno que acostumbrarse a una personalidad completamente diferente.
-Aquellos que conocen a los gatos los juzgan con el mismo criterio que a sus amigos humanos. Me da vergüenza confesar que probablemente la gata más inteligente que he conocido me inspiró respeto, mas no cariño. Era industriosa, inteligente y virtuosa, pero no era simpática.
-Los señores Hall y Browne han analizado los resultados de una investigación, hecha con un cuestionario, en el que 800 alumnos dijeron por qué les gustaban los gatos. Su razonamiento fué que, como los niños humanizan los gatos, en la misma forma que el hombre primitivo, tal vez su cuestionario proporcionaría ciertas indicaciones sobre las relaciones que en remota época hubo entre ambas especies.
-En realidad, sólo los niños muy pequeños, o los que no conocen bien a los gatos, los humanizan. En su mayoría los niños, a juzgar por sus contestaciones, estaban seguros de que el gato los quería a ellos y no sólo a su casa, y tal vez tenían razón.
-Para cualquiera que haya intimado con los gatos, la dogmática afirmación de sus enemigos, conforme a la cual el gato sólo se encariña con la casa, constituye un mito malévolo. Es cierto que se encariña con la casa, pero también puede sentir por las personas un afecto tan desinteresado como cualquier afecto humano.
-Esto, por supuesto, se refiere a la mayoría de los gatos, no a todos. Gran parte de los 800 niños contestaron que les gustaban los gatos porque es divertido jugar con ellos y muy pocos dijeron que les gustaban porque eran inteligentes. Los niños son capaces de apreciar a sus mayores con esta misma escala de valores.
-El alcance del gato, no sólo intelectual, sino también emotivo, es tan amplio que no se puede medir con métodos de laboratorio. Esto no demuestra que el gato sea un filósofo; pero los sabios tampoco pueden demostrar que no lo sea. Tiene aspecto filosófico y se porta como un filósofo en el arreglo de sus asuntos personales. Puede actuar con vigor y prontitud, cuando es preciso; pero evita un derroche de esfuerzos que no ofrezca utilidad desde un punto de vista gatuno. Cuando tiene tiempo, pesa sus decisiones: ningún gato ha penetrado por una puerta abierta ante él, sin haber pesado cuidadosamente los argumentos en pro y en contra de ese paso. Hace lo que quiere hasta donde puede, y excepto cuando su vida está en peligro, no gasta su energía en vanas empresas. Lo que piensa de los seres humanos, nadie lo sabe; pero de cuando en cuando podemos suponerlo con cierta probabilidad de no equivocarnos.
-Los gatos poseen una especie de sabiduría de la que carecemos nosotros.
-¿Por qué se deja usted dominar por un gato?
-Porque pocas compañías humanas son tan agradables como la de este amigo de sobrehumana dignidad y compostura, que parece juicioso, se porta juiciosamente en cuanto a sus propios asuntos se refiere y considera nuestras tribulaciones con una simpatía afectuosa y callada.
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Extracto de "Harper's Magazine". New York, Septiembre de 1938.
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