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LEYENDA NÍOBE
-NÍOBE era hija de Tántalo, quien había sido condenado en los Infiernos a sufrir eternamente de hambre y sed por haberse robado la comida de los dioses.
-NÍOBE tenía un gran motivo de orgullo. Había dado a Anfión, rey de Tevas, siete hijos y siete hijas, todos de gran belleza, y en ellos basaba toda su felicidad.
-En una ocasión, cuando se celebraban los ritos de adoración para Latona y sus dos hijos, los dioses Apolo y Artemisa, la reina NÍOBE dijo a quienes la rodeaban:
"Qué tontería es el adorar a seres que no pueden ser vistos, en lugar de rendir pleitesía a quienes están frente a vuestros ojos. ¿Por qué adorar a Latona y no a mí? Mi padre fue Tántalo, quien se sentó a la mesa de los dioses. Mi esposo construyó esta ciudad y la gobierna. ¿Por qué preferir a Latona? Yo soy siete veces más dichosa, con mis catorce hijos, mientras ella tiene solamente dos. Cancelen esta ceremonia inútil".
-Incensata NÍOBE, no supo lo que había hecho. Habría podido vivir una larga vida de dicha, pero sus palabras de orgullo le trajeron la desgracia a su casa.
-El pueblo de Tebas la obedeció, y los rituales quedaron incompletos. Pero Latona había escuchado las palabras de NÍOBE, y su venganza no se hizo esperar. Llamó a sus hijos Apolo y Artemisa, les repitió las palabras de NÍOBE y los envió a castigar el orgullo de esa mujer.
-¿Cómo?
-Ocultos por las nubes los dos dioses pusieron pie en las torres de Tebas.
-Frente a la ciudad se celebraban juegos atléticos, en los que participaban los hijos varones de NÍOBE.
-Apolo tomó su arco y sus flechas, y uno a uno mató a los jóvenes.
-Quedaba únicamente la menor de las hijas de NÍOBE.
-NÍOBE gritó al cielo:
"¡Perdonadme, oh dioses!. ¡Dejadme al menos una!".
-Pero fue inútil, pues pronto la niña se desplomaba con una flecha en su pecho.
-NÍOBE tomó en sus brazos el cuerpo de su hija y huyó enloquecida a Asia Menor.
-Los restos de su familia permanecieron insepultos durante nueve días, pues los dioses habían transformado en piedra a los habitantes de Tebas. Al décimo día, los propios dioses les dieron sepultura.
-NÍOBE vagó con el cadáver de su hija hasta llegar al monte Sípilo. No pudo avanzar más, pues su dolor no le permitía moverse. Sus ojos quedaron fijos en el rostro de su hija. Se transformó en una roca, pero sus ojos siguieron vertiendo lágrimas que dieron origen a un manantial.
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