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El travieso
Franz
Joseph Haydn nació el 31 de marzo de 1732, en Rohrau, una aldea austriaca.
El
pequeño Franz Joseph, a quien llamaban cariñosamente Sepperl, creció en una
familia numerosa. Su padre era fabricante de carretas.
A
sus padres les gustaba mucho la música, aunque nunca la habían estudiado.
Improvisaban maravillosas veladas musicales: la madre cantaba, el padre tocaba
el arpa y Sepperl marcaba el compás con su violín.
Un
día, un primo que tenía una escuela de música en Hainburg escuchó al pequeño
Sepperl cantar y llevar el compás. Quedó admirado y solicitó a los padres
llevarse al niño con él.
A
Sepperl le fascinó la idea. Aunque era muy niño aún, su madre dio finalmente su
consentimiento.
Así
fue como, a los seis años de edad, el pequeño Sepperl se enfrentó al mundo.
En
Hainburg estudió canto, violín y clavicordio.
Un
día los niños de la escuela iban a participar en un desfile. En el último
momento, el tamborilero se enfermó. Como los niños no podían desfilar sin él,
el director de la escuela habló con Joseph.
-¿Crees
que puedes tocar el tambor?- le preguntó.
-Nunca
lo he hecho, señor,
-murmuró Haydn.
-Mira,
así se hace -le explicó su primo-. Ahora asegúrate de llevar el compás.
Cuando
se unió al desfile, Joseph era muy pequeño para alcanzar el enorme tambor.
Entonces,
tuvieron la idea de colgar el tambor sobre las espaldas de otro niño.
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A los dos años
Cuando
Haydn tenía dos años estudiando música, un hombre famoso visitó Hainburg.
Buscaba niños para el coro de la catedral de San Esteban, en Viena, y escogió a
Sepperl.
Muy
pronto, Haydn se vio cantando en un gran coro.
Trabajó
muy duro, aprendió a tocar varios instrumentos y comenzó a componer música.
Pero,
al mismo tiempo, les hacía muchas travesuras a los otros niños de la escuela.
Un
día, Sepperl cortó un pedazo de la peluca de otro niño; por ello lo expulsaron
de la escuela.
Tuvo
entonces que ganarse la vida por las calles de Viena.
Contaba
apenas 17 años. Después de varios días en la calle un amigo lo ayudó a
conseguir hospedaje. Se mudó a una casa donde vivía un músico de nombre
Porpora.
Porpora
se interesó mucho por él y le ofreció lecciones de música a cambio de que le
hiciera los quehaceres domésticos.
Muy
pronto, Joseph fue contratado para encargarse de la música en la mansión de un
noble que vivía cerca de Viena.
En
Europa había, en aquella época, mucha gente rica que gustaban de la música y
tenían orquestas propias en sus mansiones.
La
familia Esterházy tenía una de las orquestas más famosas.
A
los 29 años, Haydn fue nombrado director asistente de la orquesta de Paul Anton
Esterházy.
Cinco
años después se convirtió en director titular. Poco más tarde, el jefe de la
familia, el principe Nicolás Esterházy, construyó un hermoso castillo en
Esterhaz. La orquesta tocaba allí a menudo.
Josheph
Haydn trabajó con los Esterházy por el resto de su vida.
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Sinfonía de los adioses
En
1762, el Principe Nicolaus mandó construir su suntuoso palacio, al cual llamó
Esterháza, que incluía un teatro de la ópera con 40 butacas.
Sin
embargo, como el palacio estaba ubicado en un lugar aislado y pantanoso, muy
lejos de Viena, la vida resultaba a veces intolerable para los músicos, sobre
todo porque el principe radicaba allí hasta 11 meses al año.
En
cierta ocasión, hartos de aquella interminable estancia en Esterháza, rogaron a
Franz Joseph Haydn que consiguiera sacarlos de allí.
El
maestro de capilla, en vez de formular su queja directamente, compuso una
sinfonía, la número 45, o Sinfonía de los Adioses.
El
movimiento final se inició en la forma acostumbrada, pero poco a poco fue
disminuyendo en volumen.
Individualmente,
los músicos, al terminar de tocar, apagaban su vela que iluminaba su atril y se
iban, uno por uno, hasta dejar sólo un violín y al director, sentado al
clavicordio. Al desvancerse las últimas notas, también ellos partieron.
La
intención no pasó inadvertida. Al día siguiente el príncipe cerró el palacio, y
todos regresaron a Viena, a la civilización.
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Sinfonia para la
emperatriz
Durante una visita que hizo la
emperatriz María Teresa (entonces ya anciana), al Castillo de Esterhàza, donde
Franz Joseph Haydn se dedicaba a la composición y a la administración de la
capilla musical, le deleitó mucho oír la sinfonía 48, llamada precisamente
Maria Theresia, y dos óperas que Haydn escribió para esa ocasión.
Él
a su vez se complació en recordar a Su Majestad que cierto día, cuando cantaba
en el coro, ella ordenó que le dieran una paliza por haberse encaramado a unos
andamios del palacio de Schönbrunn.
-Pero,
mi buen Haydn, ya véis qué excelentes frutos ha dado aquella paliza, -replicó
ella, y le regalo una caja de rapé dorada repleta de ducados.
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