-¿Qué significa "estrategia"?
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"Estrategia"
tiene dos ascepciones:
1. Arte de
proyectar y dirigir las operaciones militares.
2. Conjunto de
operaciones para llevar a cabo algún propósito.
-¿Qué significa "táctica"?
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"Táctica"
tiene cuatro ascepciones:
1. adj.
Relacionado con el método que se aplica para alcanzar una meta.
2. adj. ly sust.
Se dice de la persona que sabe, practica o es esperta en definir planes o
métodos para conseguir un fin.
3. sust. f. Plan
para llevar a cabo una cosa y cumplir con un objetivo.
4. Reglas o normas
que sirven de base para llevar a cabo las operaciones militares.
-En síntesis, Emilio, qué diferencia crees tú que existe entre
"estrategia" y "táctica"?
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-Según
yo, "estrategia" es la planeación de algún proyecto, y
"táctica" es el llevar a cabo ese mismo proyecto.
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Para
efectuar los movimientos adecuados hay que saber qué andamos buscando, qué
pretendemos.
Ningún análisis,
por exhaustivo que sea, puede darnos la respuesta a esa pregunta.
Tal
como hemos visto, el objetivo del ajedrez es bastante simple: ganar la partida.
Para
conseguir la victoria establecemos estrategias de juego y escogemos el camino
adecuado para alcanzarla.
Las
palabras "estratégia" y "tácticas" suelen usarse de forma
indistinta, sin tener en cuenta las diferencias importante que existen entre
ambas.
Mientras
que la estratégia es abstracta y está basada en objetivos a largo plazo, las
tácticas son concretas y consisten en seleccionar el movimiento adecuado para
cada momento.
Las
tácticas deben tener en cuenta las condiciones y basarse en la oportunidad,
siempre en función del ataque y la defensa.
Si
no sacamos partido inmediato de una oportunidad táctica, el desarrollo de la
partida se volverá en contra nuestra casi con total seguridad.
Llegados
a ese punto, hay que tener en cuenta, además, el factor "movimiento
único", el único que nos salvará de la derrota.
En
la literatura ajedrecística existe incluso un símbolo especial para diferenciar
un movimiento cuando es absolutamente esencial.
Ni
malo, ni bueno, ni fácil, ni difícil, simplemente indispensable para evitar el
desastre.
Si
nuestro oponente comete un error grave, puede surgir de pronto una táctica
ganadora que nos permita conseguir nuestro objetivo.
Imaginemos
un partido de fútbol para el que los jugadores se han estado entrenando durante
meses, les han enseñado estrategias complejas y planes de juego.
Pero
si el portero del equipo contrario resbala sobre la hierba, dejarán a un lado
la estratégica y dispararan a la portería sin dudarlo, una reacción puramente
táctica.
El
jugador táctico está en su elemento cuando tiene que reaccionar ante las
amenazas, y medir las oportunidades sobre el terreno de juego.
Su
problema es cómo avanzar cuando no hay movimientos claros, cuando es necesario
actuar y no reaccionar.
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Savielly
Tartakower, ajedrecista polaco de gran maestría y agudeza, decía bromeando que
esa es era la fase "nada que hacer" de la partida.
En
realidad , es la que separa a los aspirantes de los finalistas.
En
el ajedrez estamos obligados a mover; no existe la opción de ceder el turno
cuando no sabemos qué hacer.
Para un jugador sin visión estratégica,
esa obligación puede convertirse en una carga.
Incapaz
de diseñar un plan si no se enfrentó a una crisis inmediata, es posible que él
mismo provoque la crisis, y probablemente solo conseguirá poner en peligro su
propia posición.
Hemos
aprendidado de Tigran Petrosian que la inactividad vigilante es una estratégia
viable en el ajedrez, pero el arte de la espera fructífera requiere una
habilidad consumada.
-¿Qué hacemos exactamente cuando no hay nada que hacer?
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Llamamos
a dichas fases "juego posicional", porque nuestra meta es mejorar
nuestra posición.
Debemos
evitar debilitarnos, debemos encontrar pequeñas fórmulas para mejorar la
situación de nuestras piezas, y atender a los pequeños detalles, sin perder en
ningún momento la perspectiva global.
Puede
que las posiciones pasivas fomenten cierta apatía, y esa es la razón por la
cual los mestros de la posición, como Karpov y Petrosian, eran letales.
Siempre
estaban alerta y aceptaban encantados largos períodos de inactividad en el
tablero, si ello significaba obtener una pequeña ventaja, y luego otra.
Al
final, sus rivales se quedaban sin la posibilidad de realizar ningún movimiento
válido, como sobre un terreno de arenas movedizas.
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En
la vida no existe esa obligación de moverse.
Si
no tenemos a mano un buen plan, podemos ver la televisión, seguir con nuestros
asuntos como siempre y creer que la ausencia de noticias es una buena noticias.
Los
seres humanos son capaces de inventar fórmulas brillantes para pasar el tiempo
sin crear nada en absoluto.
Entonces
es cuando detaca el verdadero estratega, quien descubre un método para
progresar, para fortalecer la posición y prepararse para el inevitable
conflicto.
Porque el
conflicto, no debemos olvidarlo, ES inevitable.
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La
paz reinaba en la mayor parte de Europa al empezar el siglo XX, y los criterios
políticos de los movimientos pacifistas empezaba a calar en los parlamentos
europeos.
Entretanto,
Alemania se preparaba para la guerra y equiparaba su potencial naval al
británico.
La
responsabilidad de este último estaba en manos de un hombre, el almirante John
Fisher.
Gran
Bretaña llevaba más de un siglo gobernando los mares literalmente, y en 1900,
los políticos y los líderes militares británicos daban por hecho esa
superioridad.
Pero
el almirante Fisher insistió en modernizar la Royal Navy, construyó los
primeros acorazados gigantescos y fomentó la fabricación de submarios, que
otros camaradas del Almirantazgo consideraban traicioneros, o, pero aún,
"poco británicos".
Fisher,
cuya beligerante personalidad no servía para los asuntos de Estado, tuvo que
presionar incansablemente para poder llevar a cabo su programa de modernización
en tiempo de paz.
En
1910 se retiró, agotado por las batallas políticas más que por las navales.
Winston
Churchill volvió a llamarlo cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, y
pese a que sus diferencias sobre la campaña de los Dardanelos provocaron la
dimisión de Fisher un año después, los años que dedicó a la renovación
resultaron muy valiosos.
Hoy
día los historiadores consideran a John Fisher como a uno de los almirantes
británicos más importantes, cuyas contribuciones más decisivas tuvieron lugar
sin disparar un solo tiro.
Era
un estratega que sabía que no tener nada que hacer no significa no hacer nada.
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