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EL MUNDIAL DE FUTBOL
Alfonso Carrillo Molina
Yo no veo el fútbol de manera cotidiana, a veces ni siquiera me entero de qué equipo es el campeón de la liga. Pero creo que sí debo ver el Mundial.
Esto no se refiere a todos los partidos: van a ser 64 partidos.
El resultado de Bélgica y Camerún no me tiene que preocupar.
En realidad el fútbol no me tiene que preocupar.
Hay más de 55 millones de personas que practican el fútbol, en todo el mundo. Así que hay más de 2.5 millones de equipos, en todas las categorías, desde 4 años hasta Old Pale ++ (mayores de 80 en Escocia) y la FIFA reconoce de 7 formas de fútbol: fútbol Asociación, 7 por lado, rápido, de salón, de playa, paralímpico y de calle.
Algunas de esas formas sólo son divertidas para quienes las practican. De cualquier manera, un aficionado que forma parte de algún equipo puede esperar participar en 20 juegos al año. Esto significa que cada equipo participa en 25 o 30 juegos cada año. Así que cada semana se realizan 140 mil partidos, en todo el mundo. Si incluso para el espectador fanático, resulta imposible ver todos los partidos de una sola liga nacional; está fuera de discusión ver todos los juegos profesionales.
Pero qué es lo que sí sucede, cuando juega la selección estatal o nacional, o cuando el equipo de la localidad juega la final.
Entonces salimos del ámbito deportivo, comercial y cervecero (yo asocio ver juegos de fútbol con tomar cervezas). Se convierte en un fenómeno antropológico.
Podemos pensar en las ciudades de la Edad Media, o para el caso en la Nueva España virreinal: los días eran sumamente monótonos: sin otra distracción que el trabajo, sin todas las comodidades que nos dio la industrialización, como agua corriente e iluminación en las noches. La oportunidad de interacción social sólo de daba en la vecindad inmediata. El encuentro con los habitantes del otro lado del pueblo o de la villa era infrecuente.
Pero en cada boda, funeral u onomástico del santo patrono local, todos participaban. Las escenas de Semana Santa en Taxco o el Paseo del Jesús Despojado en Sevilla son todavía expresiones de fe religiosa. Fe religiosa y algo más: Espíritu de grupo. Todos forman parte del grupo. Todos queremos formar parte del grupo: ¡de un grupo!
Así que incluso quienes no son de una gran fe religiosa, participaran con entusiasmo en el Paseo del Señor de la Columna en Cáceres, o en los Castells humanos de Tarragona.
Y lo mismo con una boda: no sirve sólo para emborracharse y criticar la comida que sirvieron. Su propósito es anunciar a todo el grupo-pueblo-familia-comunidad-gremio-empresa que surge una nueva familia; que te invité porque te reconozco parte de mi grupo que es el tuyo; que asistí porque te reconozco parte de mi grupo que es el tuyo.
Porque necesitamos formar parte del GRUPO.
En nuestros orígenes, en las llanuras africanas, un homínido solo no tenía ninguna oportunidad de sobrevivir. Se necesita al grupo: para dispersarse y encontrar comida; para vigilar mientras se alimentan; para vigilar mientras beben; para cuidar a los pequeños; para ahuyentar a los depredadores; para vivir.
Así que enfrentamos una dialéctica: quiero distinguirme para tener mejores oportunidades de alimentación, reproducción y descanso; pero quiero ser parte del grupo para tener su apoyo y protección. Nuestra genética evolucionó para que seamos a la vez individuos y miembros; unidades y partes.
Y cuando juega mi-nuestro campeón, equipo o selección, estoy y estamos viviendo juntos nuestro esfuerzo para reforzar nuestra membresía al grupo.
Así que estas semanas del mundial, en 100 mil localidades en México no saldremos a la procesión de San Memo Ochoa. Pero sí nos sentaremos juntos frente a la televisión, porque cada uno quiere decirle a todos los demás: “juntos, somos uno”.
Por todo esto: sí debemos ver el Mundial.
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